viernes, 17 de abril de 2020

Yo, Edu Vacas

Esto no lo vi venir.

En todos los textos
hablo de mi
en cierta manera,
pero aparecer
en el título
implica exponerse 
el doble.
Vamos allá:

Yo, Edu Vacas.
Mi barba bosque,
perenne y camaleónica;
un escudo que atravesar
antes de llegar a la piel.
Llevo siete pendientes.
Siete agujeros indentitarios.
Soy de altura media
tirando a baja,
la clase alta
me queda lejos.
Pies pequeños y feos,
con las uñas encarnadas
sintiendo el dolor
y la furia de cada paso.
Me sigue valiendo
la ropa que utilizaba
a los catorce años.
Estilo desfasado
y descuidado
respecto a lo que 
piensen los demás.
En contadas ocasiones
me peino.
Me acuesto como me levanto,
activo, 
pensando en las palabras.
Tengo barriga,
seguramente genética
por eso de echar
balones fuera.
No tengo carné
de conducir
ni de padre,
por lo que no cojo un coche
pero sí que ejerzo de padre,
como puedo, como me atrevo,
como sé,
con todas mis carencias
y todos mis errores
aunque espero
ser recordado por lo contrario.
Soy de pierna ancha,
por eso se me escuecen
las ingles.
Tengo un extenso
currículo en 
transporte público,
crecí entre andenes,
sujeciones
y carreteras secundarias.
No acabé la carrera
universitaria
por diversos motivos,
pero solo me 
reprocharán
el no haberla acabado,
porque os por qués
ya no le interesan a nadie.
Me independicé
con veintisiete años
y curé algunas heridas,
surgieron otras.
El día a día de la vida
son tiritas mal pegadas.
Tengo el "culopollo",
lo que no me impidió
correr más rápido que otros
para llegar, a veces,
el primero
a sitios vírgenes.
Como pan
como un descosido
y lo mismo te escucho
metal que pop melódico.
Vengo de una familia
de comerciantes,
por eso me gusta tanto
el pequeño comercio.
Soy moreno,
de ojos oscuros
y no miro nunca
por encima del hombro.
Soy ateo,
no juro ni prometo,
señalo cuando hay que señalar
y pateo procurando
no hacer daño a nadie.
Aprendo rápido,
pero me tiro largas
temporadas observando
antes de actuar.
Tomo decisiones 
en firme
pero reconozco
que también
he caído en la incoherencia,
en lo hipócrita no.
Me afecta lo ajeno
y me avergüenzo
cuando no estoy 
a la altura;
en las segunda oportunidades
lo suelo conseguir.
He mentido y he odiado
muchísimo.
Lo primero 
lo hago cada vez menos,
lo segundo
lo hago cada vez más.
Pero también he encontrado
el amor en contadas ocasiones,
dos para ser concreto,
lo mantengo blindado.
Soy puntual
como norma sagrada
y me gusta irme a la cama
cuando todo el mundo
se ha acostado.
Claro que me gusta tener
el control,
pero no soy posesivo,
solo con las palabras.
Leo mucho y escucho más.
Hablo cuando hay que hablar.
Me gustan mis manos pequeñas
aunque no sean de pianistas,
y mis labios gordos para besar.
Doy las gracias
constantemente
y debería pedir perdón más.
Lo intento.
Estoy en ello.
Me gusta escribir porque follo escribiendo;
eso me lo dijeron un día 
y se me ha quedado grabado.
Soy amante del cine y de los animales,
del deporte no, y de la naturaleza
especialmente tampoco.
Me baso en homenajes
para decir te quieros.
Idealizo a ciertas personas
para que no me las toque nadie,
por encima del bien y del mal.
No creo en la esperanza 
ni en las almas,
tampoco en la herencia
sistémica.
Jamás me he roto un hueso,
pero llevo siete puntos
en la mano derecha
que me recuerda
mi parte oscura,
con la que convivo
y asumo,
pero contra la
que combato
con transparencia
porque no la comparto,
de ahí la incoherencia.
He traicionado,
es de lo único
que me arrepiento
en estos 32 años.
Defiendo los cuidados
y lo que me parece justo.
Soy de barrio
y me quiero morir
en el barrio.
Nunca tuve grandes
expectativas,
más bien,
las pusieron en mi
teniendo que complacer
sin la debida
satisfacción del autoplacer.
Creo que nunca me he perdido,
pero sí que he dado
mil vueltas para llegar.
Soy de coger las riendas
y dejarme llevar poco,
excepto por las personas
inteligentes
que me devuelven 
a mi sitio,
el resto,
puro relleno,
y no lo escondo,
te lo digo.
No me considero egoísta,
pero sí que coqueteo
de vez en cuando
con los delirios de grandeza.
Nunca escribo
mirándome al espejo
pero sé que he influido
en las vidas de la gente,
al revés,
me muestro más reservado,
no porque no haya sucedido,
sino porque he elegido
poner el listón muy alto.
Por eso solo me llegan unos pocos,
mi legado,
mi patrimonio,
"mis bienes" más preciados
Soy más de luna que de sol,
y más de frío que de calor,
por eso sé
que este país no es para mi.
No voy al médico.
Tomo una media
de cinco ibuprofenos 
a la semana.
Antes tomaba pastillas
para dormir,  ahora
no puedo permitírmelo.
He robado.
Lo reciclo casi todo.
Mi zancada es corta
y mis orejas sobresalen
más de lo que me gustaría.
Me salen manchas en los dientes
de tanto café y tabaco,
de mis pocos bienes
materiales intocables.
El cajón de las camisetas
casi no tiene sitio
como sitio no tienen
los libros que tuve 
que abandonar en casa
de mis pamadres.
Tuve la mejor boda
sin que suene a tópico,
pero si a mítica.
El máximo tiempo
que he guardado un secreto
fue durante un año:
El Secreto de Neruda.
El principio de una epopeya,
la iliada, la odisea.
Me decepciono poco
y últimamente bebo copas,
me estaré haciendo
un señor con todo
su conservadurismo implícito.
Estoy enamorado de mi casa:
La Mariana;
esa misma que casi todo
el mundo criticó
y a día de hoy,
no pueden dejar de nombrarla.
Sé que la gran mayoría
de personas vienen y van
y es que solo mantenemos
las justas:
hablo de la primera K
que hizo historia
en mi vocabulario.
Soy de izquierdas,
si, de izquierdas.
Me encanta posicionarme
con todo, que no
necesariamente
opinar de todo. Putos cuñados.
Creo que sería capaz de matar.
Soy de manifiestos,
manifestaciones
y militantes.
No me gustan los dinosaurios,
ni los extinguidos,
ni los que quedan por extinguirse.
Disfruto el vino,
pero lo que me marcó
fue el kalimotxo.
Anhelo el Norte
desde la Meseta
y desprecio el Sur
de mis raíces.

Si has llegado hasta aquí,
GRACIAS y LO SIENTO,
esto es todo lo que oferto,
si quieres te lo ofrezco,
si quieres lo desecho.

Este soy.
Esto soy.
Yo, Edu Vacas.

_A Sol_


Nota de autor: Un texto de cuyo título no puedo apropiarme IX

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