a su antojo
contando
a los que se han marchado
y no van a volver,
y los que no han podido
ser despedidos,
que son los mismos.
Que estén
al alza
o a la baja
no resta ni un ápice
de dramatismo
al resultado.
Siguen muriendo
centenas y centenas
de personas
se acerquen más
al mil
o al medio millar.
No son cifras
lo suficientemente buenas
como para celebrarlas.
Agarrarse a un
clavo ardiendo
tiene sus consecuencias
y de momento no hay datos
que indiquen
que podamos hacer lo contrario.
El baile de las cifras
sigue siendo demoledor
te haya tocado de lleno
o de refilón.
No hay quien lo soporte.
Ya han desparecido más
de un cuarto
de lo que sería
mi barrio entero.
Da igual la escala
en que se mida
la gravedad
porque la magnitud
es inherente,
latente,
casi congénita.
Asusta
esperar
día a día
la cifra de
los ausentes,
o la de los nuevos casos,
o la de los que han de venir.
Dicen que va para largo,
así que no nos queda
más remedio
que seguir contando,
esperando,
deseando,
necesitando
algo que nos haga soñar.
Es complicado
bailar en casa
y quitarle protagonismo
a los números
haciendo como si nada.
La ética,
la moral,
el recuento final
nos pondrá
en nuestro sitio,
pero ya todo
habrá cambiado
y no sé si seremos
capaces de contar
de otra manera
a la que nos hemos
acostumbrado.
De aquellos polvos,
estos lodos,
y lo que nos queda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario