y tiramos porque
nos toca.
Un espacio reservado
para nuestros anhelos
y más íntimos deseos.
Lo de siempre,
qué tal la semana,
los curros,
l@s niñ@s,
panorama actual
del covid-19,
los miedos,
las ansiedades,
las molestias,
el desgaste,
las incertidumbres
de esta primavera
tan excepcional.
Enséñanos la barriga,
muéstranos la mano,
qué vais a comer,
habéis escuchado
al puto Casado,
mirar este bulo,
en mi curro están así,
mi familia está asá,
vais a salir mañana,
son cosas,
también,
que siempre
solemos preguntar.
A partir de ahí,
ya sin hora,
nos perdemos
en juegos improvisados
alargando
el aperitivo
hasta le merienda,
cena,
o la misma madrugá.
Con disfraz,
pijama,
o chándal,
da igual.
Imaginaos
contar una historia
verídica y personal
añadiéndole
tres finales,
dos de ellos
inventados
y uno de ellos
el real.
El reto está
en conseguir
engañar
a la gente
por la inverosimilitud
de los hechos,
poniendo en juego
la ética, lo moral
o incluso
lo escatológico
de nuestras vergüenzas.
El pesar
es cuando
el final verdadero
sorprende hasta
el punto
de decepcionar,
de desenmascarar
otros tiempos
menos honestos.
En mi caso,
aunque no tenga mérito,
pido perdón,
concretamente
a Lara y Mohamed,
dos de mis víctimas
durante la adolescencia
que no solo
no supe cuidar,
sino que no conseguí
evitar traicionar.
Aquí no hubieron
superpoderes
que suplieran
las carencias,
solo la más rastrera
intencionalidad
de dejarse llevar;
y que no sirva
como excusa
cuando,
por querer agradar,
anulas al resto
sin piedad.
Todos los sábado
me llevo algo nuevo
aunque por la pantalla
no pueda abrazar.
Solo me queda eso.
Solo me quedan ell@s.
Solo me queda ella:
Mi Kuadrilla.
_Con permiso o sin él,
a Lara y Mohamed
aunque ya no sirva de nada_
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