Los abrazos retenidos

Los millones de abrazos
retenidos en sus casas
hasta que esto pase.

Quien tenga la suerte
de estar acompañad@
que no se aguante las ganas,
que no se olvide
de su poder sanatorio,
que tenga en cuenta
a quienes solo
pueden mirar fotos,
que en su lista de cosas
que hacer 
cuando salgamos
esté dar un abrazo
a quienes has estado
privad@s del sentido del tacto.

Acuérdense de abrazar
incluso al enemigo,
menos a los que
han intentado sacar
rédito político.

Ejecuten sus abrazos
en las plazas,
en los parques,
en los centros de trabajo,
abracen también
a lo que socialmente
es políticamente incorrecto.
Den caricias en la espalda,
examinen las caras
de meses de ausencia,
investiguen las manos
corruptas del plástico 
de los guantes,
peinen el cabello
de lo prohibido.

Volvamos del exilio
sin palabras,
solo con gestos
que refuten
el discurso.
Estamos cansad@s
de hablar, 
de pensar,
de desear,
cumplamos el sueño
de estas noches
confinadas
arropando la arruga,
hidratando la sequedad
del aislamiento,
abrasando el frío
del distanciamiento.

No digamos nada,
solo cerremos los ojos
y toquemos,
toquemos
siempre que nos 
den el permiso
para hacerlo.
Date el respiro
de lo contenido
y sé valiente
para abarcar
lo que llevabas años
intentando recuperar.
Que sirva de excusa
a modo de redención
para hacerle
frente al error
y la injusticia
que cometiste
con esa persona
que un día decidiste
desechar.

Nos hacía falta
hacinar los abrazos
para renovar la mirada,
para buscar
el lado más humano,
para encontrar
los motivos
de retomar el contacto.

Los abrazos físicos
retenidos no se palian
abrazando lo divino,
eso queda demostrado
por la ciencia
y la convivencia.
Otra lección
que aprendemos
a base de hostias
metafóricas
porque hasta 
los golpes
se echan de menos.

Cuando se abre 
la caja de Pandora
lo último que queda por salir
no es la esperanza,
sino la voluntad
de volvernos a abrazar
por encima de todas las cosas
menos de la muerte,
irresoluble en todas sus partes.

¡Estamos a tiempo!

_A Gala_

Nota de autor: Un texto de cuyo título no puedo apropiarme VIII