En mi situación,
raparse el pelo,
no implica más
que un cambio
estético, por suerte.
Desprenderse
del cabello
que te ha acompañado
durante meses
crea la posibilidad
de hacerte
una nueva imagen
de ti mismo.
No tiene nada que ver
con los distintivos
o con el hecho
de verme guapo;
ni con el que dirán
o qué pensarán.
Tiene que ver
con los ensayos
que hacemos a diario
en la vida
que no te llevan
a ningún sitio
en concreto.
La última vez que me rapé
fue en 2004,
un día antes de realizar
el Camino de Santiago francés
desde Sarria,
a 100 kilómetros
del objetivo.
Por aquel entonces
tenía dieciséis años,
metido de lleno
en la puta adolescencia
y con un mundo
por descubrir,
justamente,
el que dieciséis
años después,
tengo.
Una experiencia
de barro,
madrugones
y ampollas,
donde me jugué
la amistad
y el noviazgo;
donde me fumé
mi primer porro;
donde dormí
con decenas de personas
en mitad de albergues
sintiéndome
más solo que nunca;
donde me vi brujas
seguramente influido
por el aguardiente
de la queimada;
donde no quité
la mochila que cargaba
en todo el camino,
ahora uso muchas,
y de todos los colores,
y con todo el orgullo
que puedo;
donde me alejé
de mis amigos
y me acerqué
a los que creía
más débiles;
donde vi
la otra cara
de mis maestr@s,
la más humana;
donde apoyé
cada paso que daba
en un palo de madera;
donde me cambié
de calzado
en la última etapa
(de botas de montaña
a sandalias con calcetines)
para llegar a la catedral
como el mesías
que se me pedía ser
y en el que nunca tuve fe
por más que mi madre
lo intentara;
donde sí me di
los tres cabezazos
pertinentes
pero no me confesé
con sotanas perfumadas;
donde la última imagen
que recuerdo
es la de un botafumeiro
atravesando el templo...
Hacía dieciséis años
que no me rapaba
y las cosas han cambiado mucho
como para no reconocerlo.
Por entonces,
no lo sabía todavía,
estaba a las puertas
de mi nueva vida.
Hoy, es ella quien
me ha rapado
entre lágrimas
nerviosas
mientras mi hijo
se asustaba al ver
que el pelo se caía.
Al tranquilizase,
me miraba atónito
el nuevo busto
adaptándose
a las distancias.
La manera que eligió
para reconciliarse
conmigo fue
la de quedarse dormido
mientras repasaba
con su mano
la forma de mi cráneo.
miércoles, 29 de abril de 2020
martes, 28 de abril de 2020
Una historia con tres finales
De sábado a sábado
y tiramos porque
nos toca.
Un espacio reservado
para nuestros anhelos
y más íntimos deseos.
Lo de siempre,
qué tal la semana,
los curros,
l@s niñ@s,
panorama actual
del covid-19,
los miedos,
las ansiedades,
las molestias,
el desgaste,
las incertidumbres
de esta primavera
tan excepcional.
Enséñanos la barriga,
muéstranos la mano,
qué vais a comer,
habéis escuchado
al puto Casado,
mirar este bulo,
en mi curro están así,
mi familia está asá,
vais a salir mañana,
son cosas,
también,
que siempre
solemos preguntar.
A partir de ahí,
ya sin hora,
nos perdemos
en juegos improvisados
alargando
el aperitivo
hasta le merienda,
cena,
o la misma madrugá.
Con disfraz,
pijama,
o chándal,
da igual.
Imaginaos
contar una historia
verídica y personal
añadiéndole
tres finales,
dos de ellos
inventados
y uno de ellos
el real.
El reto está
en conseguir
engañar
a la gente
por la inverosimilitud
de los hechos,
poniendo en juego
la ética, lo moral
o incluso
lo escatológico
de nuestras vergüenzas.
El pesar
es cuando
el final verdadero
sorprende hasta
el punto
de decepcionar,
de desenmascarar
otros tiempos
menos honestos.
En mi caso,
aunque no tenga mérito,
pido perdón,
concretamente
a Lara y Mohamed,
dos de mis víctimas
durante la adolescencia
que no solo
no supe cuidar,
sino que no conseguí
evitar traicionar.
Aquí no hubieron
superpoderes
que suplieran
las carencias,
solo la más rastrera
intencionalidad
de dejarse llevar;
y que no sirva
como excusa
cuando,
por querer agradar,
anulas al resto
sin piedad.
Todos los sábado
me llevo algo nuevo
aunque por la pantalla
no pueda abrazar.
Solo me queda eso.
Solo me quedan ell@s.
Solo me queda ella:
Mi Kuadrilla.
y tiramos porque
nos toca.
Un espacio reservado
para nuestros anhelos
y más íntimos deseos.
Lo de siempre,
qué tal la semana,
los curros,
l@s niñ@s,
panorama actual
del covid-19,
los miedos,
las ansiedades,
las molestias,
el desgaste,
las incertidumbres
de esta primavera
tan excepcional.
Enséñanos la barriga,
muéstranos la mano,
qué vais a comer,
habéis escuchado
al puto Casado,
mirar este bulo,
en mi curro están así,
mi familia está asá,
vais a salir mañana,
son cosas,
también,
que siempre
solemos preguntar.
A partir de ahí,
ya sin hora,
nos perdemos
en juegos improvisados
alargando
el aperitivo
hasta le merienda,
cena,
o la misma madrugá.
Con disfraz,
pijama,
o chándal,
da igual.
Imaginaos
contar una historia
verídica y personal
añadiéndole
tres finales,
dos de ellos
inventados
y uno de ellos
el real.
El reto está
en conseguir
engañar
a la gente
por la inverosimilitud
de los hechos,
poniendo en juego
la ética, lo moral
o incluso
lo escatológico
de nuestras vergüenzas.
El pesar
es cuando
el final verdadero
sorprende hasta
el punto
de decepcionar,
de desenmascarar
otros tiempos
menos honestos.
En mi caso,
aunque no tenga mérito,
pido perdón,
concretamente
a Lara y Mohamed,
dos de mis víctimas
durante la adolescencia
que no solo
no supe cuidar,
sino que no conseguí
evitar traicionar.
Aquí no hubieron
superpoderes
que suplieran
las carencias,
solo la más rastrera
intencionalidad
de dejarse llevar;
y que no sirva
como excusa
cuando,
por querer agradar,
anulas al resto
sin piedad.
Todos los sábado
me llevo algo nuevo
aunque por la pantalla
no pueda abrazar.
Solo me queda eso.
Solo me quedan ell@s.
Solo me queda ella:
Mi Kuadrilla.
_Con permiso o sin él,
a Lara y Mohamed
aunque ya no sirva de nada_
sábado, 25 de abril de 2020
El ñ0}ppppp
Su primer whatsapp.
Se lo mandó
a una flor
color buganvilla
¿por casualidad?
No lo creo;
pese a no saber
leer ni escribir,
ni utilizar
las tecnologías,
me robo el móvil
y se puso en contacto
con quien más
lo necesitaba.
El poder de
la inconsciencia
lo podemos llamar.
Nada que ver
con Freud,
sino con la estrecha
relación
de contacto
privilegiado
que nos une.
Porque se acuerda
de l@s poc@s
que consiguieron
dormirle
cuando todavía
necesitaba hacerlo
en brazos.
A las flores
no se las confina
y si se puede,
mejor que las rieguen
las nubes en lugar
de las regaderas.
Estamos cansadas
de lo artificial.
Necesitamos
ser intervenidas
por la incorrupta
naturalidad.
Y luz, mucha luz,
haya sol o no,
pero la claridad
del exterior
no se puede sustituir
por las bombillas
de bajo consumo.
El cachorro
toma distancia
de la adulta
porque ha conseguido
interiorizar
su figura
y es capaz
de separarse,
a corta distancia,
porque ya puede
representarla
en su imaginario.
Por eso escribió
a una flor
llamada Margarita,
que lejos
de marchitarse
es capaz de expandir
sus raíces
en el suelo obtuso
y mantener sus pétalos
como huesos irrompibles
Una flor que lidera
los campos de trigo
y el ejército de cerezos.
Da igual a qué plaga
se enfrente
porque sobrevive indemne
a los mediocres.
A ella le escribió
su primer whatsapp
porque sabe
que es la única
flor
al otro lado de la verja.
Se lo mandó
a una flor
color buganvilla
¿por casualidad?
No lo creo;
pese a no saber
leer ni escribir,
ni utilizar
las tecnologías,
me robo el móvil
y se puso en contacto
con quien más
lo necesitaba.
El poder de
la inconsciencia
lo podemos llamar.
Nada que ver
con Freud,
sino con la estrecha
relación
de contacto
privilegiado
que nos une.
Porque se acuerda
de l@s poc@s
que consiguieron
dormirle
cuando todavía
necesitaba hacerlo
en brazos.
A las flores
no se las confina
y si se puede,
mejor que las rieguen
las nubes en lugar
de las regaderas.
Estamos cansadas
de lo artificial.
Necesitamos
ser intervenidas
por la incorrupta
naturalidad.
Y luz, mucha luz,
haya sol o no,
pero la claridad
del exterior
no se puede sustituir
por las bombillas
de bajo consumo.
El cachorro
toma distancia
de la adulta
porque ha conseguido
interiorizar
su figura
y es capaz
de separarse,
a corta distancia,
porque ya puede
representarla
en su imaginario.
Por eso escribió
a una flor
llamada Margarita,
que lejos
de marchitarse
es capaz de expandir
sus raíces
en el suelo obtuso
y mantener sus pétalos
como huesos irrompibles
Una flor que lidera
los campos de trigo
y el ejército de cerezos.
Da igual a qué plaga
se enfrente
porque sobrevive indemne
a los mediocres.
A ella le escribió
su primer whatsapp
porque sabe
que es la única
flor
al otro lado de la verja.
_A Marga_
viernes, 24 de abril de 2020
Un 3 de marzo eterno
En la Finca de Las Abuelas.
Con las 42 personas
que allí estuvieron.
Ocurriendo las mismas
cosas que pasaron.
Solo añadiría una cosa más:
a mi hijo.
Ojalá nos hubiera pillado
allí el confinamiento.
Un 3 de marzo del 2018
eterno
donde se hubiera declarado,
a las bravas,
el estado de alarma.
Pero no por miedo
a un virus
que nos hiciera perecer,
sino por una
verdad absoluta
que no nos dejase
de emocionar.
La de unos
preparativos
exquisitamente
deliciosos.
La de pisar descalzas
la arena de aquella carpa.
La de cuatro acordes
de guitarra
grabados a fuego.
La de beber antes y después
de la ceremonia.
La de homenajear
a quien allí estuviera
presente
por el simple hecho
de habernos llevado
hasta allí.
La de vestirse
sin patrones
ni protocolos.
La de emborracharse
para aguantar
la intensidad de
los acontecimientos.
La de descubrir
y que te descubran
sin haberlo planeado.
La de follar en altares
sin que nadie te vea.
La de acostar a todo
el mundo a modo
de devolver
lo recibido.
La de huir
sin que nadie te juzgue.
La de recitar en medio
de tanta gente
como si estuvieras
a solas
en el salón de casa.
La de que se te olvide
el baile que tanto
habías ensayado.
La de que te canten a pelo.
La del guardés
transportando
cadáveres en carretilla.
La de la lluvia de marzo
que no dio tregua
más que en la plaza del pueblo.
La del testigo y la manada de hermanas.
La de una finca perfecta
para la batalla.
La de la kuadrilla saliendo
victoriosa, como siempre.
La de una novia
que nunca dio el SI
y la de un novio
lleno de secretos.
Un 3 de marzo eterno
donde hicimos
el ensayo,
sin saberlo,
de lo que iba a ser
el principio
de una cuarentena
no solo inolvidable,
sino también elegida.
A más de dos años vista,
cuando pensamos
en aquel día,
seguimos diciendo
que podríamos habernos
muerto tranquilas.
Con las 42 personas
que allí estuvieron.
Ocurriendo las mismas
cosas que pasaron.
Solo añadiría una cosa más:
a mi hijo.
Ojalá nos hubiera pillado
allí el confinamiento.
Un 3 de marzo del 2018
eterno
donde se hubiera declarado,
a las bravas,
el estado de alarma.
Pero no por miedo
a un virus
que nos hiciera perecer,
sino por una
verdad absoluta
que no nos dejase
de emocionar.
La de unos
preparativos
exquisitamente
deliciosos.
La de pisar descalzas
la arena de aquella carpa.
La de cuatro acordes
de guitarra
grabados a fuego.
La de beber antes y después
de la ceremonia.
La de homenajear
a quien allí estuviera
presente
por el simple hecho
de habernos llevado
hasta allí.
La de vestirse
sin patrones
ni protocolos.
La de emborracharse
para aguantar
la intensidad de
los acontecimientos.
La de descubrir
y que te descubran
sin haberlo planeado.
La de follar en altares
sin que nadie te vea.
La de acostar a todo
el mundo a modo
de devolver
lo recibido.
La de huir
sin que nadie te juzgue.
La de recitar en medio
de tanta gente
como si estuvieras
a solas
en el salón de casa.
La de que se te olvide
el baile que tanto
habías ensayado.
La de que te canten a pelo.
La del guardés
transportando
cadáveres en carretilla.
La de la lluvia de marzo
que no dio tregua
más que en la plaza del pueblo.
La del testigo y la manada de hermanas.
La de una finca perfecta
para la batalla.
La de la kuadrilla saliendo
victoriosa, como siempre.
La de una novia
que nunca dio el SI
y la de un novio
lleno de secretos.
Un 3 de marzo eterno
donde hicimos
el ensayo,
sin saberlo,
de lo que iba a ser
el principio
de una cuarentena
no solo inolvidable,
sino también elegida.
A más de dos años vista,
cuando pensamos
en aquel día,
seguimos diciendo
que podríamos habernos
muerto tranquilas.
jueves, 23 de abril de 2020
Superpoderes
El otro sábado
andábamos
hablando
entre pantallas,
aperitivos,
copas de vino
y muchas ganas
de verse.
Jugamos a las
mismas cosas
a las que jugaríamos
si estuviéramos
en un salón reunidas.
Y una cosa a
llevó la otra
y la otra
nos llevó
a los superpoderes.
¿Qué superpoder eligirías?
rezaba la pregunta
de la tarjeta.
Nos tuvo entretenidas
y acaloradas
la preguntita
cerca de una hora.
Salieron cosas como:
el poder de teletransportarse,
el de viajar en el tiempo,
el de congelarlo,
el de volverte invisible
cuando quisieras
(con una capa
de invisibilidad
como la de Harry Potter),
el de ser inmortal,
el poder de conceder deseos,
el poder de resucitar a los ya muertos,
el de cambiar la historia con un chasquido
y algunos otros más.
"Un gran poder conlleva
una gran responsabilidad"
le dijo el Tío Ben a quien
luego será Spiderman, Peter Parker.
Quise defender
el argumento
que utilizan
los libros que hablan
sobre los poderes
que dicen
que para tener
un poder
siempre habrá
un contra-poder
entendido
como una contraposición;
es decir,
que con el poder
consigues cosas,
pero irremediablemente
vas a perder otras.
Por ejemplo:
si eres inmortal
nunca perecerás,
pero en contraposición
personas a las que amas
se quedarán en el camino
de la finitud;
si tienes el poder
de viajar en el tiempo
podrás volver al pasado
y llegar al futuro,
y podrás transitar ambos
pero jamás podrás
ejercer influencia
en ningún suceso;
si tienes la capacidad
de cambiar la historia
solo con pensarlo
y mediante un chasquido,
cambiarás puntualmente
el hecho histórico,
pero escaparán a tu control
las consecuencias
derivadas del cambio;
si utilizas una capa
para volverte invisible
en algunas situaciones
para conseguir algo,
seguramente lo consigas,
pero cabe la posibilidad
de que no seas visto
justo cuando hacía
falta tu presencia.
Todas esas, serían
las otras caras
de las moneda.
Y así con el
resto de poderes.
Insisto,
no lo digo yo,
lo dicen los autores y autoras
expertas en la materia.
Al final,
de lo que estábamos hablando
disfrazándolo de superpoderes era de:
andábamos
hablando
entre pantallas,
aperitivos,
copas de vino
y muchas ganas
de verse.
Jugamos a las
mismas cosas
a las que jugaríamos
si estuviéramos
en un salón reunidas.
Y una cosa a
llevó la otra
y la otra
nos llevó
a los superpoderes.
¿Qué superpoder eligirías?
rezaba la pregunta
de la tarjeta.
Nos tuvo entretenidas
y acaloradas
la preguntita
cerca de una hora.
Salieron cosas como:
el poder de teletransportarse,
el de viajar en el tiempo,
el de congelarlo,
el de volverte invisible
cuando quisieras
(con una capa
de invisibilidad
como la de Harry Potter),
el de ser inmortal,
el poder de conceder deseos,
el poder de resucitar a los ya muertos,
el de cambiar la historia con un chasquido
y algunos otros más.
"Un gran poder conlleva
una gran responsabilidad"
le dijo el Tío Ben a quien
luego será Spiderman, Peter Parker.
Quise defender
el argumento
que utilizan
los libros que hablan
sobre los poderes
que dicen
que para tener
un poder
siempre habrá
un contra-poder
entendido
como una contraposición;
es decir,
que con el poder
consigues cosas,
pero irremediablemente
vas a perder otras.
Por ejemplo:
si eres inmortal
nunca perecerás,
pero en contraposición
personas a las que amas
se quedarán en el camino
de la finitud;
si tienes el poder
de viajar en el tiempo
podrás volver al pasado
y llegar al futuro,
y podrás transitar ambos
pero jamás podrás
ejercer influencia
en ningún suceso;
si tienes la capacidad
de cambiar la historia
solo con pensarlo
y mediante un chasquido,
cambiarás puntualmente
el hecho histórico,
pero escaparán a tu control
las consecuencias
derivadas del cambio;
si utilizas una capa
para volverte invisible
en algunas situaciones
para conseguir algo,
seguramente lo consigas,
pero cabe la posibilidad
de que no seas visto
justo cuando hacía
falta tu presencia.
Todas esas, serían
las otras caras
de las moneda.
Y así con el
resto de poderes.
Insisto,
no lo digo yo,
lo dicen los autores y autoras
expertas en la materia.
Al final,
de lo que estábamos hablando
disfrazándolo de superpoderes era de:
Ganar y perder.
Tener y mantener.
Desear y esperar.
Irse y no volver.
Retornar para quedarte.
Querer y olvidar.
Escuchar y perdonar.
Mirar y aprender.
Tocar y amar.
Y esa es mi suerte,
la que me ampara
y me blinda
de las cosas malas y feas.
¿Mi superpoder? La Kuadrilla.
miércoles, 22 de abril de 2020
Perdiendo fuelle
El otro día
me pillaron
los aplausos
en la calle
(estaba sacando
a mi perra,
lo digo por
los francotiradores
de las ventanas)
y me di cuenta
que el espectáculo
de las 20.00
no era para tanto.
En realidad
es algo más ruidoso
que auténtico,
ya que eran
mínimas
las ventanas
que estaban
ocupadas
por personas.
No podemos
justificarlo
en que el
confinamiento
no has hecho perder fuelle,
más bien,
pienso,
en que una vez más,
nos acogimos colectivamente
a una moda,
y como toda moda,
resultan pasajeras.
La moda de aplaudir
a unas sanitarias
que siempre
nos han importado
una mierda.
Qué fachada.
Sigue habiendo
trapos sucios
bicolor
colgados de los balcones;
eso sí,
le han añadido
un lazo negro
por el duelo
de las personas fallecidas.
Iros a la mierda
hipócritas,
no hacéis más
que poner por Facebook
lazos rosas
para contarle
al mundo
cómo lucháis
contra el cáncer
¡payasos!
que no engañáis
a nadie más
que al que
pide a gritos
ser engañado.
Efectivamente,
lo más importante
para el ejército
de poderosos y
sus secuaces
es poner banderas
a media asta
y el minuto
de silencio a las 12.00
del medio día.
Sin embargo,
gran parte
de un gobierno
decente,
que actúa,
con sus errores
y sus aciertos,
pero que actúa
por y para la gente,
es un gobierno
de comunistas
con cuernos
y rabo entre
las piernas.
Cuando todo esto acabe
saldremos a los balcones
a sacudir las migas,
el polvo
y nuestra miseria.
me pillaron
los aplausos
en la calle
(estaba sacando
a mi perra,
lo digo por
los francotiradores
de las ventanas)
y me di cuenta
que el espectáculo
de las 20.00
no era para tanto.
En realidad
es algo más ruidoso
que auténtico,
ya que eran
mínimas
las ventanas
que estaban
ocupadas
por personas.
No podemos
justificarlo
en que el
confinamiento
no has hecho perder fuelle,
más bien,
pienso,
en que una vez más,
nos acogimos colectivamente
a una moda,
y como toda moda,
resultan pasajeras.
La moda de aplaudir
a unas sanitarias
que siempre
nos han importado
una mierda.
Qué fachada.
Sigue habiendo
trapos sucios
bicolor
colgados de los balcones;
eso sí,
le han añadido
un lazo negro
por el duelo
de las personas fallecidas.
Iros a la mierda
hipócritas,
no hacéis más
que poner por Facebook
lazos rosas
para contarle
al mundo
cómo lucháis
contra el cáncer
¡payasos!
que no engañáis
a nadie más
que al que
pide a gritos
ser engañado.
Efectivamente,
lo más importante
para el ejército
de poderosos y
sus secuaces
es poner banderas
a media asta
y el minuto
de silencio a las 12.00
del medio día.
Sin embargo,
gran parte
de un gobierno
decente,
que actúa,
con sus errores
y sus aciertos,
pero que actúa
por y para la gente,
es un gobierno
de comunistas
con cuernos
y rabo entre
las piernas.
Cuando todo esto acabe
saldremos a los balcones
a sacudir las migas,
el polvo
y nuestra miseria.
martes, 21 de abril de 2020
Objetos susceptibles de ser jugados
Tocaba reinventarse en casa
y lo hicimos,
más bien lo hizo él.
Escalar el sofá
y llegar a lo más alto
para descolgar el telefonillo
y escuchar el sonido
ambiente de la calle,
algunos pasos perdidos,
pájaros piando,
algún coche despistado,
una vez incluso
hasta nos saludaron.
Coger el cesto de las pinzas
como el tesoro más preciado.
Diferenciar sus texturas
y permitir la apertura
ejerciendo fuerza
con la boca
para meter el dedo
por el lado opuesto
y llamarte la atención
para decirte,
mira lo que estoy haciendo.
Coleccionar tapones
de todos los colores
por todos los rincones.
trasvasarlos
de un bote a otro
haciendo las cuentas
de cuántos días nos quedan.
De vez en cuando,
metérselos en la boca
para ver cómo reaccionan
Mamá y Papá.
Estar al tanto
de las especias
que nos quedan
abriendo y cerrando
sus tapas,
oliendo,
probando,
lanzando,
organizándolas
por olores,
por sabores,
por el peso según sean
de vidrio o de plástico.
Contabilizar los granos
de pienso que le quedan
a nuestro gato y perra,
cerrando el puño
con contenidos
"prohibidos"
y tirándolos
a modo de chuche.
También probándolos
para cerciorarse
que no hayan
alcanzado
su fecha de caducidad.
Objetos y enseres
higiénicos
y cosméticos
en el mueble del baño
para que no se nos olvide
utilizarlos el día
que podamos salir
de nuevo a la calle.
Latas de conserva
apiladas
y transportadas
del cajón a la mesa
para elaborar
la lista de la compra.
Guisantes,
mejillones,
albóndigas.
Ventanas por las
que mirar
y poner en juego
un imaginario
único e intransferible.
Puertas que hacen
las veces de escondite,
colchones
como alfombras
mágicas
y alturas que
en condiciones
"normales"
estarían censuradas.
Pero aquí estamos,
viendo las posibilidades
que tenemos,
dando un paso más allá,
hilando fino,
buscando objetos susceptibles
de ser jugados.
y lo hicimos,
más bien lo hizo él.
Escalar el sofá
y llegar a lo más alto
para descolgar el telefonillo
y escuchar el sonido
ambiente de la calle,
algunos pasos perdidos,
pájaros piando,
algún coche despistado,
una vez incluso
hasta nos saludaron.
Coger el cesto de las pinzas
como el tesoro más preciado.
Diferenciar sus texturas
y permitir la apertura
ejerciendo fuerza
con la boca
para meter el dedo
por el lado opuesto
y llamarte la atención
para decirte,
mira lo que estoy haciendo.
Coleccionar tapones
de todos los colores
por todos los rincones.
trasvasarlos
de un bote a otro
haciendo las cuentas
de cuántos días nos quedan.
De vez en cuando,
metérselos en la boca
para ver cómo reaccionan
Mamá y Papá.
Estar al tanto
de las especias
que nos quedan
abriendo y cerrando
sus tapas,
oliendo,
probando,
lanzando,
organizándolas
por olores,
por sabores,
por el peso según sean
de vidrio o de plástico.
Contabilizar los granos
de pienso que le quedan
a nuestro gato y perra,
cerrando el puño
con contenidos
"prohibidos"
y tirándolos
a modo de chuche.
También probándolos
para cerciorarse
que no hayan
alcanzado
su fecha de caducidad.
Objetos y enseres
higiénicos
y cosméticos
en el mueble del baño
para que no se nos olvide
utilizarlos el día
que podamos salir
de nuevo a la calle.
Latas de conserva
apiladas
y transportadas
del cajón a la mesa
para elaborar
la lista de la compra.
Guisantes,
mejillones,
albóndigas.
Ventanas por las
que mirar
y poner en juego
un imaginario
único e intransferible.
Puertas que hacen
las veces de escondite,
colchones
como alfombras
mágicas
y alturas que
en condiciones
"normales"
estarían censuradas.
Pero aquí estamos,
viendo las posibilidades
que tenemos,
dando un paso más allá,
hilando fino,
buscando objetos susceptibles
de ser jugados.
lunes, 20 de abril de 2020
Las cifras bailan
Las cifras bailan
a su antojo
contando
a los que se han marchado
y no van a volver,
y los que no han podido
ser despedidos,
que son los mismos.
Que estén
al alza
o a la baja
no resta ni un ápice
de dramatismo
al resultado.
Siguen muriendo
centenas y centenas
de personas
se acerquen más
al mil
o al medio millar.
No son cifras
lo suficientemente buenas
como para celebrarlas.
Agarrarse a un
clavo ardiendo
tiene sus consecuencias
y de momento no hay datos
que indiquen
que podamos hacer lo contrario.
El baile de las cifras
sigue siendo demoledor
te haya tocado de lleno
o de refilón.
No hay quien lo soporte.
Ya han desparecido más
de un cuarto
de lo que sería
mi barrio entero.
Da igual la escala
en que se mida
la gravedad
porque la magnitud
es inherente,
latente,
casi congénita.
Asusta
esperar
día a día
la cifra de
los ausentes,
o la de los nuevos casos,
o la de los que han de venir.
Dicen que va para largo,
así que no nos queda
más remedio
que seguir contando,
esperando,
deseando,
necesitando
algo que nos haga soñar.
Es complicado
bailar en casa
y quitarle protagonismo
a los números
haciendo como si nada.
La ética,
la moral,
el recuento final
nos pondrá
en nuestro sitio,
pero ya todo
habrá cambiado
y no sé si seremos
capaces de contar
de otra manera
a la que nos hemos
acostumbrado.
De aquellos polvos,
estos lodos,
y lo que nos queda.
domingo, 19 de abril de 2020
¿Cómo saber que está dormido a oscuras?
Él sabe bien cuando
es el momento de dormir.
Empieza un juego
de idas y venidas,
de corre que te pillo
y de excusas divertidas
para retrasar
la hora del sueño.
Un beso a Mamá,
buscamos el chupete,
a veces un cuento,
unos saltitos en la cama,
algún que otro grito
y a tumbar.
Su ritual de movimiento
va de más a menos,
perfectamente acompasado
con su respiración agitada
y mi nana desafinada.
Un contoneo
de izquierda a derecha,
boca arriba, boca abajo,
que si se sienta,
que si se levanta,
poniéndote la mejilla
para que le beses
mil veces,
y a eso,
no se le dice que no.
Le empieza a pesar
el cuerpo
y el trajín se hace más leve,
coincidiendo con
el tarareo de la nana,
ya sin letra.
Comienza la sesión
de bucles en su pelo
enredando los dedos,
rizando el rizo
con las dos manos.
Caricias en la espalda,
golpecitos en el culo
y te sumas
al tintineo de su pelo,
es lo que más le gusta.
Cuando llega esa
mezcla de ronquidos
con mocos en el pecho
quiere decir
que pronto exhalará
ese suspiro
que marca
el principio de los sueños.
El ruido del chupete
al succionar
indica
que el acompañamiento
ha sido un éxito,
incluso con la luz apagada,
meto la mano en el fuego
y no me quemo,
saliendo de puntillas
de la habitación
y entornando la puerta,
sabiendo que está dormido,
no sabemos cuánto,
pero eso ya es otro tema.
es el momento de dormir.
Empieza un juego
de idas y venidas,
de corre que te pillo
y de excusas divertidas
para retrasar
la hora del sueño.
Un beso a Mamá,
buscamos el chupete,
a veces un cuento,
unos saltitos en la cama,
algún que otro grito
y a tumbar.
Su ritual de movimiento
va de más a menos,
perfectamente acompasado
con su respiración agitada
y mi nana desafinada.
Un contoneo
de izquierda a derecha,
boca arriba, boca abajo,
que si se sienta,
que si se levanta,
poniéndote la mejilla
para que le beses
mil veces,
y a eso,
no se le dice que no.
Le empieza a pesar
el cuerpo
y el trajín se hace más leve,
coincidiendo con
el tarareo de la nana,
ya sin letra.
Comienza la sesión
de bucles en su pelo
enredando los dedos,
rizando el rizo
con las dos manos.
Caricias en la espalda,
golpecitos en el culo
y te sumas
al tintineo de su pelo,
es lo que más le gusta.
Cuando llega esa
mezcla de ronquidos
con mocos en el pecho
quiere decir
que pronto exhalará
ese suspiro
que marca
el principio de los sueños.
El ruido del chupete
al succionar
indica
que el acompañamiento
ha sido un éxito,
incluso con la luz apagada,
meto la mano en el fuego
y no me quemo,
saliendo de puntillas
de la habitación
y entornando la puerta,
sabiendo que está dormido,
no sabemos cuánto,
pero eso ya es otro tema.
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