Con ese impulso
llegamos al último día
de la semana 39,
aquí no hay segundo parte
porque es la primera vez.
Qué inteligente es,
sabedor de lo que necesita
su madre a cada momento.
Ese empujoncito emocional
para que consiga levantarse
estirando todos
los músculos de su cara.
Porque sí,
las fuerzas flaquean,
y el ánimo se tambalea.
Tiene derecho
a sentirse como quiera,
y como nos pasa a todas,
tenemos días buenos
y días que no lo son tanto.
En todo caso la línea de meta
se ve por el horizonte,
último esprint
y a por los últimos
kilométricos días.
Otro San Valentín
que pasa desapercibido.
En esta casa celebramos
el amor sin excusas,
con alevosía y nocturnidad,
sin pluses de riesgo
ni equipos de protección.
Hace tiempo
que nos despojamos
de las mochilas
como herramienta
y verdugo
de toda expectativa
que nos queda lejos.
Manchas en la cara
como el mapa
que te aprendes en Primaria,
con todos sus ríos y montañas,
con su litoral dispuesto
a que se esconda el sol
y con un despliegue
del firmamento con sala VIP.
Son 5 amigas las
que nos acompañan
y a las que también
les dedico este texto.
A Lara, Julen, Carmen
y dos cachorr@s
con sexo y nombre
todavía por determinar.
Prefiero el concepto
de comunidad a la de tribu
por eso de hacer
más auténtico al vecindario
y las vecinas que lo componen.
Mi aplauso y reconocimiento
para todas esas muejeres.
El informe dice
que Gala está en el percentil 57,
que su madre se negó
a la maniobra de Hamilton
y que en caso de cesárea
el Gregorio Marañón
no permite acompañante.
Todo así de bonito y normalizado.
Luego saltan las alarmas
cuando alguien dice
que la democracia no es plena.
¿A quién queréis engañar?
Porque a mi no.
En fin,
no son quejas,
son realidades
y distintas sensibilidades
cada vez más criminalizadas.
Son casi presas sanitarias
por muy fuerte que suene,
pero alguien tiene
que decirlo.
Tenemos que ser más
las que nos manifestemos
y señalemos con el dedo
a los culpables.
No es cualquier cosa
acompañar un embarazo
y después un parto.
Es constitucional y de derechos humanos
ser más humano que nunca,
dejar de lado la rigidez
de tiempos antiguos
y actualizarse
con el debido respeto
para hacer el acto
algo sano y bonito.
La violencia no es callejera.
La violencia es obstetricia.
Y España se salta todos
los indicadores recomendados.
Es un hecho
que nuestro sistema sanitario
sustentado por
el estado de bienestar
es una suerte de salvoconducto
que si bien existe,
también debe ser modificado.
Y si tiene que ser
mediante la violencia callejera,
pues que así sea.
Cuando el ginecólogo
me interceda
por pintar
la fachada de un banco,
tendré que ponerle colorado
por invadir sin empatía
los cuerpos humanos.
Pinta en bastos
que mañana
cambiaremos de decena.
Lo asumimos con paciencia
y decoro.
Con un lenguaje cuidadoso
y las manos abiertas.
Con sueños que tienen
que ser soñados
y miedos que deben
ser enfrentados.
Con más preguntas que nunca,
pero también con más pasos
que recorran el camino.
Porque no paramos.
Porque nos parece justo
seguir siendo justas.
Porque no decaemos
en el intento
de seguir avanzando.
Porque lo hacemos juntas
y precisame te por ello
somos más fuertes.
No podrán contigo,
ni conmigo,
ni con nuestro hijo.
Nuestra hija nos espera,
tenemos la piel más que lista.
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