chhsss chhsss
¡Qué viene qué viene!
chhsss chhsss.
Todavía no se decide
y aquí hasta el gato
quiere escaparse.
Cuando la emoción
es tan desbordante
es difícil mantener
la cordura y la conexión.
Procurar seguir conectado
al resto de cosas
que son importantes
pero no tan prioritarias
cuesta mucho,
demasiado como para que no
pasen factura.
"Al final se atrasa"
te dicen constantemente.
Y te acuerdas
de la fatídica
semnaa 26.
De aquel punto de inflexión
a partir del cuál
ya no ha vuelto
a ser nada igual.
Claro que molaría
saber que día
se producirá el desenlace.
Si lo supiera
no iba a estar
dando vueltas
como un gilipollas.
De esto se trata
continuamente.
De aprender y adaptarse.
De reaprender
y readaptarse
con todos sus costes
aunque nadie sea capaz
de percibirlos.
Y encima
lo tiene que hacer
sin tobillos,
como esas abuelitas
con bastón y lentas
buscando un banco libre.
El otro día me pidió
que le quitara las bragas
de lo que le duele el chocho,
la vulva, como diríamos
en casa.
Tan tensa
como la cuerda
del funambulista,
tan desgarradora
como la violencia inherente
que sufren las muejeres
por el hecho de serlo.
Y no me extraña.
Tendríais
que haber visto
aquel accidente geográfico
con sus placas tectónicas
en movimiento.
Le sumas un torrente
de flujos
del que no conoces bien
su significado
y te ahogas
en un mar de preguntas
que te gustaría
que alguien resolviese.
Qué capacidad
para responsabilizarse
de la tarea que la ocupa.
Qué tratamiento del dolor
físico y el estigma social.
Qué malabares
con la conciliación
y los distintos tipos
de salud que existen.
Y yo,
como principal acompañante,
tan diminuto y nulo
en ocasiones,
como facilitador
en otras.
Una especie de baile
en el que no paro
de tropezarme
y de vez en cuando,
muy de vez en cuando,
sentir que te mereces
un aplauso.
Pero es que no soy
protagonista de nada
más que de lo
que le pueda hacer falta.
Yo no estoy
para hacerla favores.
Estoy para que
se descojone
y aunque sea
por un instante,
aplaque su dolor.
Estoy para decirle
que ella puede,
si quiere.
Y también para decirla
que no tiene
porqué poder con todo.
Que no está sola
y que no puedo imaginarme
ni siquiera un poquito,
las implicaciones
de estar embarazada,
ni las de ser mujer.
Que voy a intentar
sujetarla fuerte
si lo necesita.
O que voy a retirarme
si es lo que requiere.
Seré el eco
de su grito
cuando sea pertinente
y lucharé a muerte
contra el impertinente
que le afecte.
Que no sustituyo
a nada ni a nadie.
Que no soy
compensatorio,
sino de la misma parte.
Que soy independiente,
pero que me muero
por besarte.
¿Cuántas veces
hemos pensado
que nos cambiaríamos
sin dudarlo
por las personas
que están sufriendo?
Muchas.
Y las que nos quedan.
Pase lo que pase,
por encima de
la vida y de la muerte,
a mi no me fallarás nunca,
aunque te equivoques.
Porque el dolor
nunca se hace aposta
por mucho que tropieces.
Me mantengo a tu lado,
a tu sombra
o por delante.
Pero también
por encima
o por debajo.
Por dónde precises
a cualquier instante.
Porque aunque sea padre,
el amor que os tengo
es distinto,
incomparable.
Para ser justo,
el registro
no es el mismo,
pero sois
una puta obra de arte.
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