ya estamos aquí,
vamos a ser pamadres
por segunda vez.
Queríamos saludar
a todo el equipo
que va a acompañar
el parto.
Sabemos que sois
las eminencias,
pero no os olvidéis
que las diosas
son la madre y la hija.
Venimos armadas
hasta los dientes,
radiantes de ilusión
y convencidas
del buen desarrollo
de los acontecimientos.
Tomad el plan de parto
y tranquilas,
si no tenéis tiempo
o ganas de leerlo,
os lo puedo recitar
de memoria.
Lo primero,
y lo escribiré
en tercera persona
del singular en femenino,
tiene derecho
a la información todo el rato.
Estáis obligadas
a reprobar el consentimiento
si queréis justificar
vuestras decisiones
de forma clínica,
da igual,
seguimos teniendo
el tiempo suficiente
para escucharos
y asentir o disentir
con la cabeza.
Las mujeres no son melones
que se abren con
instrumentos medievales.
Tampoco son trámites
burocráticos de vuestra
hora de descanso.
Y por supuesto
no son una obra de teatro
con invitaciones especiales.
Las mujeres son las protagonistas
de todo este entramado
que se les pone en contra,
y lo contarán como
buenamente puedan o quieran.
Por descontado
el final del cuento
lo escribirán ellas,
y en este sentido,
el desenlace
siempre intentará ser
el que reporte más beneficios
tanto a la madre como a su bebé.
El resto son titulares
de segunda
bien adentrado el periódico
en el que sí queréis
os podéis
despachar agusto.
En ningún caso
ni la línea editorial
ni las portadas
os pertenecen.
Bueno, quería
seguir contándote.
Yo vengo de buenas
porque es el papel que me toca,
pero ella viene como puede
con sus movidas,
dolores y emociones.
Tratadme como
su representante,
lo hemos pactado
previamente.
Además venimos
de una experiencia
donde hace tres años
hubo mala praxis
y acciones negligentes.
Porque es lo que sois
a veces,
malos profesionales
y cómplices.
En los hospitales
también hay ratas.
Prosigo.
Máximo respeto
y confianza en el personal
sanitario, faltaría más.
Pero ahora
sabemos cosas
que no sabíamos en su día
de las cuales
os aprovechasteis.
Si os atrevéis
a cruzar alguna
de las líneas rojas,
os saltaré a la yugular
como una leona.
Como aquella vez
que os subisteis
encima de ella
y le hicisteis
un barrido con arrastre
y dureza en su barriga,
la denominada
maniobra de Kristeller.
Si hubiera el mínimo
movimiento en este sentido,
contad con una profesional menos,
eso sí,
la sangre que derrame
podréis donarla.
En estos términos os hablo.
No me puedo creer
que os paséis
por el forro
un plan de parto
medianamente respetuoso
del Ministerio
y las recomendaciones científicas.
¿Quiénes os creéis?
metiendo prisa
como si esto fuera
una cadena de montaje.
¡Mediocres!
no todas,
pero igualmente mediocres.
Estos es como
en las escuelas
cuando pedimos a las familias
que l@s niñ@s
vistan ropas cómodas,
sin botones ni cordones,
holgadas,
para acompañarles
en el gusto
por hacer las cosas
con libertad e independencia
de la intervención adulta.
En el paritorio
no se está
para que os resulten
las cosas más fáciles
a vosotras,
sino para que le resulten
más accesibles y amables
a las mujeres.
Tanta información
para que no hayáis
pasado de las primeras páginas.
No le podéis negar
la ingesta de líquidos
como hicisteis
la primera vez
donde se mojaba
los labios muerta de sed
en el desierto.
Como tampoco
podéis negarle
el libre movimiento
si es lo que necesita
para intentar lidiar
con sus dolores.
No hay necesidad
de estar enganchada
a una máquina
continuamente
como si fuera
un cargador de móvil.
Tampoco es prioritario
tener una vía puesta
a modo de abalorio
por si las moscas.
Insistimos en que
ante las posibles
emergencias,
siempre hay tiempo suficiente
como para pararse
a respirar,
preguntar
y actuar.
Nos los dijo Lucía,
guiño, guiño, sonrisa.
Respecto a vuestras manos,
que serán las primeras
que sienta nuestra hija
al salir del útero
mientras su madre,
jabata y ave rapaz,
la agarra para ya
no soltarla nunca.
Vuestros dedos,
en algunos casos,
objetores de conciencia y
rompe-membranas,
serán amputados
si son malintencionados.
Vuestros dedos
han de actuar
como si tocaseis
una preciosa melodía
de arpa.
No sois el enemigo,
pero sí el adversario
en tanto en cuanto
sigáis deshumanizando
los nacimientos.
Más protagonismo
para las matronas
y menos privilegios
para el ginecólogo
de despacho.
Haced del proceso
un diálogo tónico,
un poema,
un ritual sagrado.
Nos la suda
tu creencia
porque mi fe
se mantiene intacta.
La cuál está en ellas,
en el centro preciso
que inundará
todo el paritorio.
En el cosmos absoluto
de preguntas sin respuestas
donde os exijo
a punta de navaja
que os acerquéis
con el debido respeto.
Las secuelas
no son para vosotros.
Si queréis ser héroes
éste es vuestro momento.
Yo soy la figura
que acecha
esperando el momento.
Pero de verdad
que deseo
que no llegue ese momento.
Que ojalá me muera de hambre
y de sed de sangre.
Que cumpláis
con vuestra parte
porque la nuestra
la llevamos estudiada
hasta las trancas.
Como cuando le decías
a tu madre
que te preguntase
la lección.
Aunque sea a barrancas,
seamos amigas
y fieles compañeras
para que esta mujer
y la que lleva dentro
no sufran vuestras
indolencias,
sino la apertura
de vuestra clemencia.
Lo llevamos por escrito
y pese a ello
no lo queremos
de vuelta firmado.
Sólo queremos
miraros a los ojos
cuando todo termine,
o empiece, según como se vea,
y agradeceros de corazón
vuestro trabajo
por las horas de convivencia
de vuestro acompañamiento.
_A la mujer de mi vida,
a la segunda hija de mi vida
y a todo el personal sanitario.
También a Lucía_
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