celebro mi aniversario.
Un poco empañado
porque el invierno
es menos invierno
y la lluvia está
con baja autoestima.
La gente en general
está contenta,
pero es más peligroso
de lo que nos damos cuenta.
34 palos zamoranos
como el que cogió mi hijo
en la localidad de El puente.
Volveré a ser el padre
de las nieves
que de recuerdan
con nostalgia
y de las semanas
incesantes de charcos
donde el gris,
mi color favorito,
lo inunda todo.
Más feliz que un perdiz
y con una barba desarreglada
que me llega hasta el suelo.
Morro ninguno,
mi actitud sigue
siendo la más colaborativa
posible.
También la más
combativa,
todavía no me ha llegado
el conservadurismo
de mi padre,
y si me llega que me muera.
Sigo llenándome
de simbolos
tal y como hacía
en la adolescencia.
Sólo que ahora lo hago
con un rumbo
aunque todavía con dudas
y con miedo.
Los últimos 23 de febrero
me levanto para mirar
en el espejo
un mensaje
con pintalabios eterno,
como si de una caverna
rupestre y pictórica
se tratara.
Llevamos dos años
poniéndole puertas y muros
a nuestros impulsos.
Ése va a ser mi deseo.
El de la apertura
y la expansión
de lo que nos pide
la carne, el corazón
y la psique.
Lo que hemos pasado
no tiene ni pizca de gracia,
ni matices de broma.
Los malos son más malos
y las buenas hemos
sobrevido a duras penas.
Nadie va a salir mejor
de ésta.
Nuestro único cartucho
es el de l@s hij@s
incorrupt@s
que entenderán
lo que nos hace falta.
34 palazos
que les daba fuerte
a los cayetanos,
hay pocas cosas
que me causen tanto rechazo.
Tan ruines
capaces de robarme
la porción de tarta.
- ¿Qué me pasa?-
me preguntan algunos
seres queridos.
No.
¿Qué os pasa a vosotr@s?
que preferís la anestesia
y os da igual
la exitinción del lobo.
Hasta donde pueda.
Hasta donde llegue.
Que nadie salga indemne
porque todas tenemos
cuentas pendientes.
Mira debajo de tu coche
que hoy lo celebramos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario