que antes de
que se despierte,
papá lleva levantado
un rato, siempre.
Me reprocha
que le cierre
la puerta.
Le explico
que es para
que no le llegue
el ruido
de un tiempo
que necesito,
que es solo mío.
Le cuento
que cuando él
me llama,
yo tardo escasos segundos
en recibirle,
que nunca le he fallado
en ese sentido.
El caso es que
últimamente sueña mucho,
o al menos
lo saca fuera
con más asiduidad.
Sin hora prefijada
y dependiendo de la noche,
grita,
gruñe,
relata,
ríe
o llora.
Entonces vas
y te haces cargo,
pero él sigue
en el mundo inconsciente
mientras te preocupas
por motivos
que resultan inaccesibles.
Le acompañas
con la mano
en su pecho
para que se tumbe
y encuentre
la tranquilidad
que merece.
Suele voltearse
de lado
para continuar
rumiando sus historias.
Ahí suceden todas las cosas
que todavía no es capaz
de contarnos despierto.
Porque él también
lo sufre,
el también
lo lleva por dentro.
Cada noche
aprendemos
un poquito más
cómo funciona
su pensamiento,
los sentimientos que esconde,
los miedos que disimula.
Últimamente sueña mucho,
tanto como
para no darse cuenta
que pasa algo,
que es demasiado
para lo que le corresponde
pero que aún así,
lo intenta.
Tiene su forma
y utiliza sus modos.
Nosotras solo miramos
y nos mantenemos de pie,
atentas,
guardesas,
complejas
y bastante cansadas.
Nunca te diremos
que todo va a ir bien,
caminaremos
de tu mano
para hacerlo a tu lado.
Pronto seremos
un cuadrado.
Sigue soñando.
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