lunes, 6 de diciembre de 2021

Tasa de mediocridad

Lo que más odio
en el mundo
es la mediocridad,
y la tasa está creciendo.

Vayas donde vayas
te encuentras
con cuotas
cada vez más marginales
de calidad.
Calidad humana,
calidad ideológica,
calidad material.
Las excepciones
cada vez son menos
y hacemos como si nada.
Estamos normalizando
la mediocridad,
por lo que ya nadie
pone el grito
en el cielo.
Resulta peligrosamente
arriesgado acomodarse
en estos parámetros
que solo nos 
van a procurar
situaciones de desventaja,
tanto a nosotras
como a las que todavía
no tienen
la suficiente autonomía.

Mediocridad
en los puestos de trabajo,
mediocridad
en las estrechas relaciones,
mediocridad
en nuestro sistema de valores.
Las escalas
cada vez
tienen menos
distancia entre si,
y ser parte
de una mayoría
triste, apática
y carente de solidaridad,
está de moda.
Inducida o no,
nos pone en peligro
subirnos a lomos
de esta tendencia.

Suelen decir
que el primer paso
para empezar a superarlo,
lo que sea,
es identificarlo
y reconocerse
las precariedades,
pero ya nos hemos
saltado tantos pasos
que caminamos
atrapados
en parcelas delimitadas.
Ya no importa tanto
marcar la diferencia,
como alienarte
en el mogollón homogéneo
donde aprendes
a no levantar
la mirada del suelo.

Es verdad que nos empujan
a ser una cifra más
que aumente
la tasa de mediocridad,
pero somos nosotras,
las que en última instancia,
elegimos engrosar las filas.
Por eso cada vez
tengo menos vergüenza
de nada.
Me da pudor expresarlo,
pero no me puedo permitir
ser uno más
en la larga lista
de la decadencia.

Principalmente
lo hago por mi hijo,
por la hija que vendrá,
por mi mujer
y mi mejor amiga,
por mis círculos comunitarios,
por mis personas de sangre,
por mi categoría profesional,
por mi valor como vecina,
por la coherencia 
que tanto me cuesta 
mantener.

Es tan indecente
ser una mala persona
como un mediocre básico
con patas.
Y hay que decirlo,
hay que decírselo:
"¡Mediocre!",
con rabia
e impulso de cambio.
Hay que enfadarse
cada vez
que la mediocridad
quiera seducirte,
porque está a la orden del día,
porque también la llevan
gente muy querida.
Y no es cuestión
de que los deseches,
pero si es obligación
que los combatas.
Por nuestros hijos e hijas,
por todas y todos
l@s que vienen detrás,
por l@s que ya nos llevan
años de ventaja.

Mediocre es el peor
insulto de todos.
El puto lamento
de decir
que tod@s somos iguales.
Una polla como una olla.
Que no te engañen,
lucha justo por lo contrario,
los desencaminados son ellos,
no tú,
no nosotras.
Estamos a tiempo.
Si hay que elegir
entre ellos o nosotras,
posionate,
combate con bate al lastre.

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