el segundo año post-covid
y aquí
pocas cosas han cambiado
para bien.
En lo personal,
seguimos haciéndonos
hueco casi sin luz,
a tientas,
con las manos
por delante
para sentir
la materia
que no somos
capaces de vislumbrar.
Muy despacito,
como si estuviéramos
aprendiendo a caminar
de nuevo,
avanzamos acompañadas
de penumbra
mientras no conseguimos
zafarnos de la miseria.
Por eso las alegrías
y pequeñas conquistas
siempre vienen
desde mi casa,
de mi familia.
Las únicas dos estrellas
que me animan
a querer poder seguir viviendo.
Porque pese a todo,
2021 es el año
en que nos volvimos
a poner en modo de espera
para recibir
con todas nuestras ganas
a nuestra segunda hija.
Pero es que también
ha sido el año
donde nuestro
primer hijo
ha seguido creciendo,
se ha ido haciendo mayor.
Y no hay nada
por encima de esas
dos cuestiones.
Ni pandemias,
ni desastres naturales,
ni países en quiebra,
ni injusticias sociales.
Quiero decir,
claro que nos importa,
claro que nos afecta,
claro que aportamos
nuestro granito de arena
para combatir
esas cuestiones.
Pero la mayor parte
de nuestros esfuerzos
los ponemos
en la crianza,
en el acompañamiento
de los seres del futuro,
los que algún día,
puede,
consigan lo que no
conseguimos nosotras.
En esencia
eso ha sido 2021.
La prolongación de una era
que pide a gritos
ser amputada.
Resistimos junto
a nuestras amigas
de toda la vida;
junto a la música
que todavía consigue
emocionarnos;
junto a los viajes
que todavía
nos atrevemos a hacer;
junto a las fotografías
que insisten
en construir
una memoria colectiva;
junto a los poquitos planes
que nos alimentan
unas ganas de vernos
que nunca se sacian.
Mi hijo,
con tres años
recién cumplidos,
nunca ha nombrado el virus,
nunca ha dicho la palabra
Covid.
Y me alegro.
No quiere decir
que no esté siendo
consciente de algunas
de las consecuencias.
Pero me tranquiliza
que no tenga miedo.
Que se sienta
lo suficientemente seguro
como para encomendarse
al bienestar
de lo que le ofrecemos
sus pamadres.
Que se tome su vida
como una existencia
sin límites ajenos
que le dañen su salud mental.
Me colma el saber
que es capaz
de encontrar la felicidad
en cualquier rincón,
porque si no,
querría decir
que no es capaz de ser niño,
y no hay nada
más grave que eso.
En mi casa
seguimos siendo referentes
de un montón de cosas
aunque todavía se nos escapen
otras tantas.
Lo seguimos intentando
a través de la convicción,
el compromiso
y la humildad.
Insistimos en la
provocación y el reto
de todo lo que no nos gusta.
Les miramos a los ojos
para confrontar y combatir
lo que nos duele.
Porque claro que estamos dolidas.
Pero no lamemos
las heridas en manada
y esperamos a que sea
nuestro momento,
el preciso instante
que iniciamos la carrera
para sentir todo
lo que nos ofrece el recorrido.
Para sonreír
cada vez que
llegamos a la meta
aunque hayamos
sido las últimas.
Y cuándo no somos
las últimas,
miramos atrás
para decirles
a nuestras compañeras
que también pueden,
que se puede joder.
El último texto del año
no es un canto
a la desesperanza,
ni siquiera es un aliento
a lo nostálgico.
El último texto del año
va de la mano
con el que publique
al día siguiente,
como si fuera una
revolución que nunca se acaba
porque siempre hay cosas
que pueden ser mejoradas.
El último texto del año
no es ninguma vía de escape,
es la carta oficial que escribo
para contaros
que aquí me quedo,
que os necesito,
que quiero que
contéis conmigo,
que sois importantísim@s
para mi,
que os amo,
que os quiero cuidar,
que quiero que estéis
a salvo.
Quiero que me leas
en 2021 y en 2022;
en todos los años venideros
que pueda y quiera
seguir escribiendo.
Porque si te escribo
y tú me lees,
quiere decir
que seguimos juntas,
que seguimos existiendo
aunque no podamos tocarnos.
Que creo en ti
y lucho con furia
para que creas en mi.
Que confío
en nuestro valor
añadido.
Que no sé cuándo,
pero lo conseguiremos.
No sé qué conseguiremos,
pero lo haremos.
Y lo haremos de la mano.
Porque las manos
se levantan y se cierran.
Se cierran con fuerza
para decir que
aquí estamos.
Y si estamos en este planeta
es que merecemos seguir estando.
Como el círculo infinito
que parece cerrado
pero que si se abriese
no terminaría nunca.
Porque del principio
de todo nunca
nos acordaremos.
Porque no tenemos
la certeza del final.
Así que te invito
a que nos quedemos
en medio
y hagamos del tránsito
algo divertido.
Te quiero lector, lectora.
Y a tí, 2021,
también te he querido,
a mi manera.
Chao 2021.