viernes, 31 de diciembre de 2021

Chao 2021

Dejamos atrás 
el segundo año post-covid
y aquí
pocas cosas han cambiado
para bien.

En lo personal,
seguimos haciéndonos
hueco casi sin luz,
a tientas,
con las manos
por delante
para sentir
la materia
que no somos
capaces de vislumbrar.
Muy despacito,
como si estuviéramos
aprendiendo a caminar
de nuevo,
avanzamos acompañadas
de penumbra
mientras no conseguimos
zafarnos de la miseria.

Por eso las alegrías
y pequeñas conquistas
siempre vienen
desde mi casa,
de mi familia.
Las únicas dos estrellas
que me animan
a querer poder seguir viviendo.
Porque pese a todo,
2021 es el año
en que nos volvimos
a poner en modo de espera
para recibir
con todas nuestras ganas
a nuestra segunda hija.
Pero es que también
ha sido el año
donde nuestro
primer hijo
ha seguido creciendo,
se ha ido haciendo mayor.
Y no hay nada
por encima de esas
dos cuestiones.
Ni pandemias,
ni desastres naturales,
ni países en quiebra,
ni injusticias sociales.
Quiero decir,
claro que nos importa,
claro que nos afecta,
claro que aportamos
nuestro granito de arena
para combatir
esas cuestiones.
Pero la mayor parte
de nuestros esfuerzos
los ponemos
en la crianza,
en el acompañamiento
de los seres del futuro,
los que algún día,
puede,
consigan lo que no
conseguimos nosotras.

En esencia
eso ha sido 2021.
La prolongación de una era
que pide a gritos
ser amputada.
Resistimos junto
a nuestras amigas
de toda la vida;
junto a la música
que todavía consigue
emocionarnos;
junto a los viajes
que todavía
nos atrevemos a hacer;
junto a las fotografías
que insisten
en construir
una memoria colectiva;
junto a los poquitos planes
que nos alimentan
unas ganas de vernos
que nunca se sacian.

Mi hijo,
con tres años
recién cumplidos,
nunca ha nombrado el virus,
nunca ha dicho la palabra
Covid.
Y me alegro.
No quiere decir
que no esté siendo
consciente de algunas
de las consecuencias.
Pero me tranquiliza
que no tenga miedo.
Que se sienta
lo suficientemente seguro
como para encomendarse
al bienestar 
de lo que le ofrecemos
sus pamadres.
Que se tome su vida
como una existencia
sin límites ajenos
que le dañen su salud mental.
Me colma el saber
que es capaz
de encontrar la felicidad
en cualquier rincón,
porque si no,
querría decir
que no es capaz de ser niño,
y no hay nada
más grave que eso.

En mi casa
seguimos siendo referentes
de un montón de cosas
aunque todavía se nos escapen
otras tantas.
Lo seguimos intentando
a través de la convicción,
el compromiso
y la humildad.
Insistimos en la
provocación y el reto
de todo lo que no nos gusta.
Les miramos a los ojos
para confrontar y combatir
lo que nos duele.
Porque claro que estamos dolidas.
Pero no lamemos 
las heridas en manada
y esperamos a que sea
nuestro momento,
el preciso instante
que iniciamos la carrera
para sentir todo
lo que nos ofrece el recorrido.
Para sonreír
cada vez que 
llegamos a la meta
aunque hayamos 
sido las últimas.
Y cuándo no somos
las últimas,
miramos atrás
para decirles
a nuestras compañeras
que también pueden,
que se puede joder.

El último texto del año
no es un canto
a la desesperanza,
ni siquiera es un aliento
a lo nostálgico.
El último texto del año
va de la mano
con el que publique
al día siguiente,
como si fuera una
revolución que nunca se acaba
porque siempre hay cosas
que pueden ser mejoradas.
El último texto del año
no es ninguma vía de escape,
es la carta oficial que escribo
para contaros
que aquí me quedo,
que os necesito,
que quiero que 
contéis conmigo,
que sois importantísim@s
para mi,
que os amo,
que os quiero cuidar,
que quiero que estéis
a salvo.

Quiero que me leas 
en 2021 y en 2022;
en todos los años venideros
que pueda y quiera
seguir escribiendo.
Porque si te escribo
y tú me lees,
quiere decir
que seguimos juntas,
que seguimos existiendo
aunque no podamos tocarnos.
Que creo en ti
y lucho con furia
para que creas en mi.
Que confío
en nuestro valor 
añadido.
Que no sé cuándo,
pero lo conseguiremos.
No sé qué conseguiremos,
pero lo haremos.
Y lo haremos de la mano.
Porque las manos
se levantan y se cierran.
Se cierran con fuerza
para decir que 
aquí estamos.
Y si estamos en este planeta
es que merecemos seguir estando.
Como el círculo infinito
que parece cerrado
pero que si se abriese
no terminaría nunca.
Porque del principio
de todo nunca
nos acordaremos.
Porque no tenemos 
la certeza del final.
Así que te invito
a que nos quedemos
en medio
y hagamos del tránsito
algo divertido.

Te quiero lector, lectora.
Y a tí, 2021,
también te he querido,
a mi manera.

Chao 2021.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Maestro de ceremonia. Parte II

Sucedió que se casaron
encima de una piscina
con suelo de cristal,
porque claro,
ellas no tienen techo.
Lo hicieron
tan deslumbrantes
como naturales.
Jamás había visto
a dos seres
tan inocentes, bellos
y complacientes.

Así que yo
también lo hice.
Hice lo que
se me pidió,
no por compromiso
sino por aprovechar
la tesitura
para intentar 
devolver pizcas
de todo lo que 
se me había dado.
Y lo hice
con maestría
porque no sé hacerlo
de otra manera.

Cuando se espera
algo de ti,
pasa a veces,
que no se cumplen
las expectativas.
Pero ellas nunca
esperaron nada
concreto de mi,
sólo que estuviera
y tuviera un guión
a punto.
Las cosas 
resultan muy fáciles
cuando quieres
a la gente.

Un relato inclusivo
con retales
de un idioma
de diosas.
Unas intervenciones
tan honestas
como desenfadadas.
Un cielo encapotado
porque sus 
dos ángeles
estaban mirando.

En tirantes,
pajarita
y con zapatillas,
impoluto en malversaciones
y cruzadas conversaciones.
El aprendiz
que se hizo maestro
gracias a sus maestras.
Joder cómo os quiero
Joseba y Ana.
Me reviento por dentro
cada vez que os pienso
y me corro del gusto
cada vez que rememoro
el abrazo de '1932'.

Lo vuestro
no fue una ceremonia,
fue la noticia de 2021.
Y yo no hice de maestro,
sólo me colé 
en vuestras vidas,
con todo mi egoísmo,
para poseeros 
hasta el final
de los tiempos.

_A Joseba y Ana_

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Y vino la Pepa

Hacía tres años
que no veíamos 
a la Pepa.
Y nos regañó
como se debería
regañar a l@s niñ@s,
con voz suave y competente.

Pepa es la matrona
que debería tener
cualquier mujer embarazada,
de las buenas buenísimas.
Con pelo canoso,
gafas y regordeta,
bajita y graciosa
para que se te vayan
las tristezas,
inteligente y audaz
para que los miedos
sean menos miedos.

Pepa te recoge
del infierno
más absoluto
y te pone en el sitio
que corresponde,
un lugar consciente
no exento de preocupaciones,
pero con la firmeza e ilusión
necesarias como para
que seas capaz
de disfrutar la gestación
en caso de que esté
siendo compleja.

Recuerdo las clases
de preparación al parto
con Pepa.
Una especie de monólogo
participacitvo
con mucha comedia,
justamente el factor
más precario de las sociedades.
Pues ella 
lo compensaba todo
con su pedagogía activa.
Y yo me preguntaba
qué cojones
hacia una profesional
como la copa de un pino
en un ambulatorio
cada vez
venido a menos.
La suerte que tienes,
a veces,
en lugares
de los que no esperas nada.

Pues la Pepa
cogió el reposo
mal diagnosticado
y le puso escaleras
para que no se acomodara.
Con una conversación
de unos minutos
como si fuera 
una psicóloga gratuita y pública,
levantó su ánimo
y sus ganas
de querer estar bien,
de buscar el bienestar
que el tiempo
y el avance de las semanas
le habían robado.

Pepa es esa especie
de revulsivo sanitario
que tanto nos cuesta
encontrar,
porque no, 
no nos confundamos,
los sanitari@s públicos
no sólo luchan contra el virus,
sino contra su propia mediocridad,
exactamente igual
que l@s docentes.
No es suficiente
con gritar
"¡Sanidad pública!",
hay que ejercerla
y además ejercerla bien,
suave y competente
como la voz de Pepa.

Ese ratito que echó
con Pepa
le cambió la perspectiva.
Darse de bruces
con ella
es como el Atosibán
que te para el parto,
es como el hierro
que combate la anemia,
es el yodo que evita
las malformaciones.

Si la vacuna,
famosa mundialmente,
se llamara Pepa,
a todas nos iría
mucho mejor.
Y si aquella Constitución
de 1812
se hubiera llamado
en honor a ella,
estaríamos ahora
en lugares
mucho más amables.

_A la Pepa_

domingo, 26 de diciembre de 2021

Semana 31. Parte II.

Otra semana más
que emocionante
incluyendo todos
y cada uno 
de los riesgos
que se nos pasan 
por la cabeza.
Pero como queremos
poder seguir viviendo,
hacemos todos 
los esfuerzos
que se merece
el hecho de celebrar
las cosas
en tiempos
poco festivos.

Se reducen los daños
bajando y subiendo
las escaleras
sólo una vez al día.
La aventura
de cocinar algo
y poner 
una lavadora.
Organizar cajones
y armarios
son señales indirectas
que queremos evitar
porque sabemos lo que pasa,
sabemos lo que te pasó
la última vez.

Parecen nimiedades
que forman parte
de las rutinas
de un hogar,
cuando en realidad
se han convertido
en voluntades
y pequeños retos
para sentirnos
un poquito más válidas.
Esa presión
y autoexigencia
que cada una
se interpone
para cuidar
la salud mental.
Aquí tampoco
hay reglas
ni fórmulas;
ni mascarillas
ni distancias
que eviten 
el riesgo.

Hemos celebrado
un cumpleaños
que ha durado
cuatro días,
una noche
que ha sido buena
y tranquila,
y una comida navideña
con chubascos
y algo más de molestias.
Otro aviso nocturno
en salas de espera
desesperantes
por la cantidad ingente
de gente
y la ridícula cifra
de sanitarias.
Así no se puede
ni se va a poder nunca.

Unas pulsaciones
extraordinariamente
sonoras,
un movimiento volcánico
y una presión como
la de las fosas
de las Marianas.
Ahora bien,
un planeta por tripa
con agua potable
y sitios todavía
por fotografiar.
Qué circunferencia
tan imponente
y salvaje,
tan aparentemente accesible
como implacable.
La piel se estira y se rompe
y salen estrías
y desaparece el ombligo
y pesa muchísimo
y pica un rato
y se la sujeta otro
y se coloca como puede
y la viste de algodón.
Se sube la camiseta
para que la de el fresco
como cuando hacemos
lo mismo en verano
buscando algo de tregua.

El hilo cada vez
está más tensionado
y las emociones
ya no se conducen
con facilidad.
Es especialmente complicado
desenvolverse en situaciones
de cal y arena,
de cal y arena,
de cal y arena.
Si yo tengo miedo
todo el rato,
de verdad, 
todo el rato,
es inimaginable
tu torrente de sensaciones,
joder.

En la semana 31
sigue resistiendo
la presa,
cada vez con más grietas,
cada vez con más fauna
en busca de corriente.
Darse un paseo
por su estructura
es tambalearse,
perder el equilibrio
y meter el pie en el agua.
Pero también
es pasear por 
su perímetro
arbolado, 
con pequeños observatorios
para meterte un momento,
el tiempo necesites,
y mirar para encontrar
lo que estás buscando.
Y si no buscas nada
da igual,
párate a mirar
para ocupar espacio,
tiempo y posiciones.

A la semana 40
no llegamos,
no somos tan ambiciosas,
pero tranquila hija,
busca tu mar en calma,
te lo pido por favor
como un ruego y una súplica
del que se arrodilla
ante una imagen superior,
solo que yo no 
tengo imágenes,
sino la tarea diaria
de dibujarte la cara.

viernes, 24 de diciembre de 2021

Quiero poder seguir viviendo

La sexta ola.
La puta sexta ola.
Como en un mar
en que las olas
no se acaban.
Si a principios de año
íbamos por la segunda,
lo acabamos
previsiblemente
sin haber llegado al final.
Y no hay atisbos
de lo contrario.

Siguen poniendo el foco
en que somos
los máximos responsables.
La gente de a pie.
Los que todos 
los putos días
salimos a la calle
para trabajar 
un país defectuoso.
Aquí no hay 
buenas soluciones
porque de momento
no hay solución posible.
Y mientras,
nos echamos la culpa
los unos a los otros,
nos confrontamos
como si fuéramos expertos
en la verdad.
Qué bien les ha venido
a algunos para
no tener que disimular
su miseria humana.

Pues yo quiero poder
seguir viviendo.
Y eso no quiere decir
que niegue nada
de lo que está sucediendo.
Quiere decir que,
con todas las precauciones
que estén en mi mano,
claro que voy a ver 
a quien quiera
dejar verse,
a quien me de
el permiso necesario
para tocarle,
con mascarilla y distancia
por descontado,
pero juntas,
para no perdernos nunca.

Ya está bien
de restricciones populistas
para luego echar balones fuera.
Ya está bien de restricciones
descafeinadas
por miedo a las
consecuencias sociales,
para que luego
nos utilicéis
como chivos expiatorios.
Me cago en los putos
negacionistas,
pero también me cago
en los que apelan
al sentido común
después de ver
el telediario.
Que me tenéis 
hasta los cojones
mientras no hacéis
nada por la salud
mental de vuestras sociedades.
Que sólo exigís
para luego dejarnos
en cunetas.
Que el fascismo
se extiende tan rápido
como el virus
y aquí nadie
trabaja en esa vacuna.

Quiero poder seguir viviendo
adaptándome a las nuevas
circunstancias
que ya no son tan nuevas.
Casi dos años se dice pronto.
Que quienes decían
que íbamos a salir mejores
deberían salir por la tele
pidiendo perdón.
Que quién decida
aislarse no me juzgue
por sacar a mi perra,
por ir al parque con mi hijo,
por ver a mi familia
aunque tenga que ser
con mascarilla.
Que yo no soy
tu enemigo
ni estoy haciendo
las cosas peor que tú.
Pero como quieras serlo,
te meto una hostia
que te reviento,
que tengo ganas
de jarana
por todo lo que 
estamos soportando.

No te utilices
como ejemplo de nada
ni me utilices a mi
como mal ejemplo.
Hago cosas parecidas
a las tuyas
para que el posible 
impacto siga reduciéndose.
Me vuelvo a cagar encima
de los putos negacionistas
para que entiendas
que el temita
me preocupa exactamente
igual que a ti.
Pero que tengo
que seguir cuidando
y quiero que me sigan
cuidando.
No sólo las de mi casa.
No sólo a las de mi casa.
Sino a todo un entorno
que llevo construyendo
desde hace más
de treinta años.

A ti no te afecta
la pandemia más
que a mi.
A ti no te importa
la pandemia
más que a mi.
Las posibles consecuencias
no son distintas
en lo que pueda 
pasarte a ti
y en lo que pueda 
pasarme a mi.
Sigo con la máxima de ser
inmensamente respetuoso
en todos los sentidos
y con todas las personas,
menos con los fachas,
pero eso ya es sabido.

Voy a ir a cenar
con mi familia
y seremos nosotras
quiénes pactemos
en qué condiciones
lo haremos.
Voy a ir al cine
a celebrar el cumpleaños
de mi hijo
porque resulta
que el cine está abierto.
Voy a ir a un bar
a tomarme una cerveza,
si puede ser en exteriores
y tras cada trago
con mascarilla.
Voy a seguir
viendo a mis amigas
que quieran seguir
siendo vistas
y voy a seguir respetando
a mis amigas 
que quieran 
extremar las precauciones
y que tengan un miedo
insoportable.
Las voy a seguir viendo por igual.

Quiero poder seguir viviendo,
y si alguien
que me conozca, 
que sabe que suelo
hacer las cosas
medianamente bien,
se le ocurre juzgarme,
le voy a mandar tan lejos
que le va a resultar imposible
encontrar el camino
de vuelta.
Seas quien seas.
Te llames como te llames.
Nos una lo que nos una.

Cuñados,
fachas
y negacionistas,
o las tres lacras
a la vez, 
os prohíbo
opinar sobre
este texto.

No os deseo una feliz
Nochebuena,
os deseo que la noche
sea buena
y que todas
estéis y os sintáis
a salvo.

jueves, 23 de diciembre de 2021

Año 3 Después De Enzo

Le escribo
a tus tres años
en el día
en el que aparecieron
los pródromos
haciendo el tercero
de los aniversarios.

Han pasado tantas cosas
en tan poco tiempo...
Qué intensidad
la del aprendizaje
y el descubrimiento.
Qué pesar cuando
te sube la fiebre.
Qué culpabilidad
cuando no estoy contigo.

Le escribo
a tus tres años
mientras escucho
en bucle 'Miraflores',
la canción de tu hermana
por herencia de
tu grupo favorito.
¿Cómo queréis que os quiera?
Se me ocurren
miles de maneras
con las que amaros.

Le escribo
a tus tres años
y a tu ilusión
por hacerte mayor,
aunque tú nunca
fuiste un bebé.
No naciste vacío
de expectativas.
Cuando leas esto
a los treinta,
podrás hacer balance
de lo que te aportamos,
por descontado:
"Te quiero muchísimo,
siento los errores,
gracias por todo
y antifascistas siempre".

El año en el que
empezaste el cole
y lo cambiaste todo
con tus pequeñas
revoluciones,
algunas más grandes
de las que cualquier
octogenario
llevó a cabo jamás.
Tu ritmo de las cosas,
la de hacer música
mientras caminas.
Tu estilo con todas
tus imperfecciones
y por tanto
único e intransferible.
Tu compás coherente
y transparente
con todo el
que te topas.

No sabemos para
lo que te estás preparando,
porque tú estás preparado
para tantas cosas
que nos abrumas
constantemente
con tu expansiva explosión.
Incluso al dormir,
un maremoto
de emociones
desbordadas
y sin arropar.

He crecido tanto 
como persona
a tu lado,
que no puedo evitar
sentir algo de vergüenza
por el privilegio de tenerte.
También cuando
me equivoco.
También cuando te fallo
aunque tú
no lo interpretes
de tal modo.
Estás tan por encima
de aquellas cosas
que me importan,
que no tengo miedo
a perderlo todo.
Pero sigo esforzándome
en cuidarlo todo
y a todas,
porque también necesito
esa especie de cobertura.
Tú y yo sabemos
que la niebla es preciosa.
Lo sabemos 
porque naciste de ella
y desde entonces
volamos
en lugares pactados
sin dar demasiadas
explicaciones.

Le escribo
a tus tres años
con la fuerza
con la que se escribe
una carta de despedida
que impacta profunda
en cada vena
que recorre tu cuerpo.
Soy tu papá,
el que te escribe
desde antes
de que existieras,
incluso ya desde
la adolescencia.
Me queda tanto
por decirte
que no tengo vida
para tal tarea
aunque me regalasen
alguna extra.
Pero el camino
que nos quede
lo haremos
pisando fuerte,
sobrepasando los márgenes
y deconstruyendo
lo mediocre.

Que los cumplas feliz, hijo.
Le escribo a tus tres años.

_Os deseo un Enzo
en vuestras vidas,
le deis el nombre
que le deis y la valentía
y el orgullo de escribirle
como yo lo hago_

martes, 21 de diciembre de 2021

Querer correr y no poder

¿Quién no ha soñado
alguna vez
querer correr
y no poder hacerlo?
Imaginarte en movimiento
y por alguna razón
que desconocemos,
no poder mover
un músculo.
La angustia física
de cada articulación
y el estrés mental
del sobreesfuerzo.
La puta parálisis
justo cuando
quieres escapar
de algo o de alguien.

De las peores sensaciones
que tienen que ver
con el querer y no poder.
Un mensaje que lanzamos
a nuestro cerebro
de completa incompetencia.
La inutilidad hecha realidad.
La inservibilidad de las cosas
que podían ser atajadas
de otra manera.

¿Quién no ha soñado
esta puta mierda
alguna vez?
¿Cuánt@s viven 
en estas condiciones
en el mundo consciente?

lunes, 20 de diciembre de 2021

Cuando el cielo está tan azul

La Oveja Negra
es una excusa de barrio
para que no
se nos olvide 
de dónde venimos.
No estuvimos todas
dadas las circunstancias,
por eso la conjura y los brindis
hicieron de homenaje
y propósito
para que pronto
si que podamos estar.
La manada de cachorr@s
se tuteló
por pamadres
más antiguas
que nosotras,
mientras que a nosotras
se nos saltaban
las lágrimas
por haber encontrado,
de nuevo,
la hermandad
que tanto nos hace falta.

Dentro del pan
había fabada,
pero también estuvo
la temperatura suave
de Canarias.
Hablamos de la
compra de viviendas,
el Brexit
y de que la Justicia
es lo más injusto que existe.
De las diferencias
entre demostrar la inocencia
o demostrar la culpabilidad.
Del respeto
en última instancia
de las voluntades
de las personas mayores,
porque los cuidados
deberían estar garantizados
desde el sistema.
Pero el sistema 
no es suficiente
ni tiene suficiente calidad.
Ejemplos que cada una
se lleva a su terreno
para elaborar
un argumentario.
De la serie de
'La asistenta'
y del 'Shikillo Festival.
Dentro del pacharán
estaban los bonitos
recuerdos de la jefa
de Campaña de frío.
Estaba también
el feminismo más liberal
y el empoderamiento negativo.
Hablamos de las escuelas,
los coles
y de una oposición
que cada vez se torna
más cuesta arriba.
Destapamos
al amigo invisible.
Nos encachopamos
con carne cruda
y por supuesto
que hablamos
de los quesos pasteurizados.
Del embarazo y sus procesos,
de las embarazadas
y su estafa,
y de cooperativas
que a veces se olvidan
del punto de vista más social.
Los profiteroles
y el diagnóstico de la abuela.
Las restauraciones
y el grupo de Ikea.
Del puto Covid
y de que necesitamos
seguir viviendo.
Los conciertos pendientes
y de meriendas
al aire libre.
Con el licor de mora
descubrimos
que hay casas 
que todavía no conocemos.
Cuál es la mejor opción
para ver animales
y que el circo nos mola.
La bici roja para reyes,
la feto alcohólica
y chuches y frutos secos
para el momento del café.
Tres jarras de agua
y un retraso de cinco días.
A efectos prácticos no,
pero a esfectos
de cómo se sentía,
estuvo embarazada.
Ni dios se quitó
la mascarilla,
pero las copas
hacían mella,
y el deseo de encurtidos
también.
Inspecciones laborales
que mejorarán
las condiciones.
Curros en los que
te juegas
la integridad física
y moral.
Y señoras con cofia
ejerciendo 
el acompañamiento
más puro.
Echamos cuentas
de lo que dormimos
y de la genética,
y de la actividad imparable
del niño.
Si hubiera estado Pikler
con nosotras,
se hubiera emborrachado
la primera.
Marca el Rayo.
Ha ganado el Rayo 2-0.
La comida buenísima oye,
los contagios se disparan.
Salíamos a fumar
para ventilar
las emociones
mientras otras
se morían
por dar una calada.
Dar el pecho,
una mixta
y un piti.
No nacimos
para juzgar
ni para ser 
juzgadas.
Una lección
como tarea pendiente.
La foto de rigor.
El ISO del móvil.
Décimos que serán
frotados en tripas
que albergan futuro.
¿En qué mundo
van a crecer 
nuestr@s hij@s?
Los muertos ahora
se convenian
con Uber,
vamos no me jodas.
Un gato asesino,
la Galga
y un padre con arnettes
que se va a media tarde
para recoger a su hija.
Menús compartidos,
jarrotes vil
y birras de las verdes
que pegan más fuerte
¿A qué hemos venido si no?
Pues a por
la crema de orujo,
con lana sintética
y con ecografías
en varias dimensiones.
Anhelos sin trazas
de nostalgia
porque somos antifranquistas,
y precisamente
porque lo somos,
también somos antifascistas.

Me dijeron que hiciera
un texto sobre ése día
y que ya me darían
un título.
Todavía me falta
el título,
pero no importa,
el eje transversal
fue la risa,
como siempre,
qué más da el resto.
Hasta la próxima amigas.

_A "Mi" Kuadrilla_

Nota de autor: Título escogido por el kuadrillero Javi.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Semana 30. Parte II

Ya has llegado
donde previsiblemente
nadie daba un duro
porque llegases.
Es lo que tiene
desprenderse
de ciertas expectativas
a las que renuncias
por no tener 
ninguna posibilidad
de tomar el control.

Para eso servía
quedarse en casa
maniatada
simbólicamente.
Para eso
y para compartir
el sufrimiento
de manera colectiva.
Porque tú 
la llevas dentro,
pero el resto
nos vaciamos
para allanar el camino.
Y de momento funciona.
Insistimos en el poder
de la resistencia
de lo que nos parece
más adecuado.
Pese a las crisis,
pese a los episodios,
pese a los brotes
de los que se infiere
que podría llegar
me cualquier momento.

Contagios al alza,
constipados consolidados
y una paranoia transversal
que incomoda
lo suficiente
como para no tener
nada claro.
Sea como sea,
opino firmemente
que no nos equivocamos
en intentarlo,
en ir con un brazo
por delante
y otro por detrás.
Hacemos lo que podemos
con el conocimiento
que tenemos
y con la cobertura
de unas estrategias
cada vez más
infravaloradas.
Porque aquí no hay
un seguimiento profesional,
aquí solo hay intuición,
deseos y azar.

Nunca estuvimos
más solas
sanitariamente hablando.
Estar a salvo 
pasa por asumir
que no tenemos respuestas
para tantas preguntas;
pasa por priorizar
la reducción de daños
sabiendo que vamos
a estar siempre
en números negativos;
pasa por hablar
lo suficiente
y no gritar nunca.

No es un canto 
al desaliento,
todo lo contrario,
es una celebración
por todas las conquistas
del recorrido.
Es un arrebato
de glorificación
de la familia
porque es lo único
que te mantiene 
a flote.
Si buscas fuera
lo que te falta dentro,
quiere decir
que llevas tiempo
perdido, vacío.

Yo lo encuentro todo
tras cruzar
el umbral de mi puerta
y mataría a cualquiera
que se interpusiese
entre el exterior
y las personas 
que me están
esperando dentro.
Personas y cosas
que nos hemos
construido
comunitariamente
para marginar
cualquier ápice
de aislamiento.

La semana 30
es redescubrir la calle
sumando todos los centímetros
de cada escalón
tanto al subir
como al bajar.
Es el alivio
de pensar
que un día más
es un día menos.
Es la adaptación continua
de los ritmos y las dinámicas
que más nos benefician.
Son las bragas
que ya no resultan cómodas.
La postura que
nunca encuentras.
La tripa deliciosa
en crecimiento.
El movimiento incesante.
La preocupación
por los cuatro costados.
El tiempo que no sabe
ser ocupado, 
hasta que llegamos,
porque cuando llegamos,
se desbordan
los segundos y los minutos.

La semana 30
es una cifra redonda,
como el relieve
de una montaña
que está sufriendo
un ascenso
por unas intrépidas
personas
que se mueren por ver
lo que hay arriba.
La semana 30,
por segunda vez,
es como el advenimiento
de la República
con la diferencia
y la certeza
de que llega para quedarse.

viernes, 17 de diciembre de 2021

Habitación 532

Después de las hazañas
de una noche
con gente urbana
venida del infierno rural,
vuelve a casa
satisfecho
por haberse ganado
el derecho a descansar.

Su 'fiesta' más esperada
ya le esperaba
en la cama,
dormida,
abstraída en el mundo
en el que la fisicidad
de las cosas
no valen nada.

Como un sábado más,
sube las escaleras
chirriantes
de madera vieja
y abombada
hasta el último piso,
un tercero.
Nunca fue tan difícil
acertar a meter la llave
para girarala
y entrar justo,
donde necesitaba estar
desde hace tiempo.
Pero había
otra llave por dentro
que lo impedía.
Tuvo que cambiar
de sueños y expectativas
de repente.
No lo vio venir
como tampoco
lo vio su 'fiesta',
que yacía arropada
con gatos y mantas.

Habiendo descartado
que hubiera pasado
algo malo,
le tocó reinventarse
en intentar desenvolverse
en un situación
que le era
completamente desconocida.
¿Llamar a alguien
para buscar cobijo?
¿El coche como opción?
¿Pensiones de poca monta
en horas intempestivas?

Finalmente
fue la habitación 532
de un hotel
con calle abarrotadas
de libertad
porque a Madrid
siempre le mola
ser la abanderada
del desfase máximo.
Ochenta lereles
por un puñado de horas
donde no sabía muy bien
qué pensar o qué sentir.
La dualidad
de sentirse a salvo
a la vez que no concilia
el sueño
por no saber
cómo está la otra parte.
Un momento
en el que todo el mundo
es ajeno
a lo que te pasa
y quizá,
querrías compartirlo
aunque fuera
con algún anónimo.

Nada grave
más allá del susto
y de la posterior
gestión colectiva
tras el reencuentro
por la mañana.
Una anécdota
para toda la vida.
Una broma 
que suena a chiste.
Y una buena historia
para contar a l@s amig@s.
La pregunta es:
¿Hubo churros esa mañana?

_a P y G_

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Últimamente sueña mucho

Le tengo dicho
que antes de
que se despierte,
papá lleva levantado
un rato, siempre.

Me reprocha 
que le cierre
la puerta.
Le explico
que es para
que no le llegue
el ruido
de un tiempo
que necesito,
que es solo mío.
Le cuento
que cuando él
me llama,
yo tardo escasos segundos
en recibirle,
que nunca le he fallado
en ese sentido.

El caso es que
últimamente sueña mucho,
o al menos
lo saca fuera
con más asiduidad.
Sin hora prefijada
y dependiendo de la noche,
grita,
gruñe,
relata,
ríe
o llora.
Entonces vas
y te haces cargo,
pero él sigue
en el mundo inconsciente
mientras te preocupas
por motivos
que resultan inaccesibles.
Le acompañas
con la mano
en su pecho
para que se tumbe
y encuentre
la tranquilidad
que merece.
Suele voltearse
de lado
para continuar
rumiando sus historias.

Ahí suceden todas las cosas
que todavía no es capaz
de contarnos despierto.
Porque él también
lo sufre,
el también
lo lleva por dentro.
Cada noche
aprendemos
un poquito más
cómo funciona
su pensamiento,
los sentimientos que esconde,
los miedos que disimula.

Últimamente sueña mucho,
tanto como 
para no darse cuenta
que pasa algo,
que es demasiado
para lo que le corresponde
pero que aún así,
lo intenta.
Tiene su forma
y utiliza sus modos.
Nosotras solo miramos
y nos mantenemos de pie,
atentas,
guardesas,
complejas
y bastante cansadas.
Nunca te diremos
que todo va a ir bien,
 caminaremos
de tu mano
para hacerlo a tu lado.
Pronto seremos
un cuadrado.
Sigue soñando.

lunes, 13 de diciembre de 2021

Últimamente sufro ansiedad

De la mala.
Sufro ansiedad
de la que no me permite
reparar cosas
que antes eran
más que asequibles.
Me escondo para fumar
y fumo para no esconderme.
De pronto camino
más rápido
de lo que
estaba acostumbrado.
Si nunca he llegado 
tarde a los sitios,
ahora siento
que me muero
con la posibilidad
de que pueda suceder.
Apago fuegos
como puedo
y utilizo tiritas
caducadas.
Al final del día
ya no hago balance
porque estoy
metido de lleno
en el siguiente.
Me equivoco
más de la cuenta
en la construcción
de frases
y a la hora
de pronunciarlas.
Ya no me siento
tan satisfecho
cuando cuento cuentos,
los que sean,
los de calidad
o los que se me exijan.
Duermo como siempre, 
mal y poco,
pero es que ya
ni siquiera
me seduce la idea
del descanso.
Escribo como nunca
por la necesidad
imperiosa
de una imprenta
de sacar el periódico
del día siguiente
con todas sus precariedades
y todas sus superficialidades.
Es lo que tiene trabajar
con "plazos",
pero es que tengo
la sensación
de que tengo
que sacarlo
cuanto antes.
La de que no
puedo guardarme nada
porque no tengo
la certeza
de que en futuro
pueda sacarlo.
La de que si
lo hago todo de golpe,
quizá,
y sólo quizá,
eso ayude en algo.
Sufro de ansiedad
autodiagnosticada
y no profesionalizada.
La que me impongo
con la obsesión
de ciertos trastornos
que acojonan a cualquiera.
Compro a diario 
productos de primera necesidad
para sentir que no
nos falta de nada.
Y consumo azúcar,
la misma a la que
mi cuerpo nunca se habituó.
Es tanto y es así,
que escribo
sin puntos y apartes.
Estopa decía:
"Lo reconozco,
fumo porros
a diario".
Y yo digo:
"Lo reconozco,
tengo miedo
a diario ".
Ojalá me sentasen
bien los porros
si consiguieran
quitarme un poco
de ansiedad.

Tranquilas,
es un texto,
con su estilo,
matices y dramas,
pero al fin y al cabo,
es solo un texto.
Podéis comprobarlo.
que todavía soy capaz
de poner un punto y aparte.
No estoy en peligro,
sólo intento explicarme
las cosas a mí mismo.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Semana 29

Cuando estéis leyendo esto,
estaremos a las puertas
de la treintena.
Nunca nos hizo
tanta ilusión
cambiar de decena.

Sigue aguantando imparable
la guerrera de nuestros días.
Una lucha, en prural,
en la que las dos
han decidido,
con un lenguaje exclusivo
e inclusivo,
cuál es la manera
de seguir avanzando.
Una semana sin cole
entre fiebres y festivos
en las que también
ha participado
en el simposio
un niño que se sabe
hermano mayor.

Me acuerdo de nuestros
sendos cumpleaños sorpresa
de los treinta.
Sucedieron tantas cosas
como están ocurriendo ahora.
Me recuerda a aquel aroma
donde nada podía
salir mal;
donde estuvimos acompañadas
por la meritocracia
de l@s que fueron capaces
de amarnos sin condiciones;
donde nos aprendimos
las fechas
como un hito histórico
de nuestra vida,
ahora en singular.

Tender la ropa,
agacharse a por un juguete,
cocinar algo sencillo,
cogerle en última instancia
para ofrecerle consuelo,
son hazañas 
para los tiempos que vivimos.
Un esfuerzo sobrenatural
que en otras condiciones
no dejarían de ser rutina.
Ahí reside la voluntad
y las ganas de seguir
aportando,
a su manera,
para sentir la validez
y la ansiedad necesaria
como para conseguir
levantarse de la cama.

Cada una con sus estrategias,
tan lícitas como las
de cualquier otra
pese a sentir
que te erupciona
un volcán por dentro;
pese a la presión
similar a las profundidades
del océano;
pese a la tensión metálica
de una cuerda
que procura
que puedas pasar
la otro lado
de la montaña.

Una tarea
que sin duda
traerá sus consecuencias,
pero ahora nos instalamos
en el corto plazo
del día a día
de hora en hora,
lo que venga después
lo procrastinamos
a cuando estemos todas,
a cuando estemos juntas,
a cuando estemos.

Últimamente nos obsesionan
los números,
soñamos con cifras,
nos miramos las manos
para contarnos los dedos
para que no falte ninguno.
Por eso fuimos
a la biblioteca
en busca de ensayos científicos
con forma de cuento,
para cubrir esa necesidad
de seguir llenándonos
con ilustraciones, historias
y contenido que hasta el momento
nos era desconocido.

Cada noche,
con el ritual de irse a dormir,
cada una escoge sus cuentos
para compartirlos en comunidad
y prepararse 
para lo que devengan
las próximas horas.
En La Mariana,
toda residente
duerme alerta
por el advenimiento
de ciertos acontecimientos
que escapan al control humano
de decidir 
cuándo empiezan
y cuándo concluyen.
Por eso nos besamos
siempre
pase lo que pase,
nos sintamos como nos sintamos,
porque no sabemos
hacerlo de otra manera,
porque besar
reconstruye la piel
que anteriormente
ha quedado al descubierto,
con todo su dolor,
con toda su fragilidad,
con todo lo que nos falta.

Pero es que
ya no nos queda
casi nada,
y el "casi" y el "nada",
son palabras
con las que nunca
hemos comulgado
y a las que siempre
hemos trascendido.
Os recuerdo
que nacimos para vencer,
no para ser vencidas.

sábado, 11 de diciembre de 2021

Otro confinamiento

Por si no hubiera
tenido suficiente
con el confinamiento
nacional más restrictivo
y con los absudarmente
perimetrales de la comunidad,
ahora sufre uno nuevo
de tipo gestcional.
Imagino que las escaleras
sin ascensor
de La Mariana
hacen mucho,
pero es lo que elegimos
y toca hacerse cargo,
porque es mucho más
lo que ganamos
de lo que no tenemos.

Haya veces que,
para explicar las cosas,
lo hacemos desde el 
punto de vista
de la peor de las situaciones.
Como si eso
restase dolor
y sufrimiento
y ofreciese algún
derivado de consuelo.
Pero es la conjugación
de un cerebro complejo
con la equidistancia
y mediocridad humana
lo que nos define.
No sabemos hacerlo mejor,
pero podríamos
aprender a hacerlo.

El cuento de nunca acabar,
porque sí,
hay veces que
ni los cuentos nos valen.
Pero intentamos ejecutar
un planteamiento en positivo
sin quitarle un ápice
de realidad 
a la gravedad del suceso.

Favorecer un ambiente
acorde a lo que
necesitamos
es algo para lo
que nos preparamos
de bien pequeñ@s.
Soy veterano
en este tipo de misiones
y pese a la ausencia de medallas,
sé que cumplo
todos los objetivos
Pero claro,
mi posición es la fácil,
la dinámica y activa
que procura
que la rueda no pare.
Tendría que verme
ahí postrado,
viendo como
todo ocurre
mientras no puedo
ejercer mi física,
viéndolo todo
al alcance de mi mano
y aguantarme
la posibilidad de hacerlo
porque mi misión es otra,
la más compleja
e intuitiva
para la que los hombres 
no estamos preparados
ni biológica 
ni emocionalmente.
La de albergar
la ciencia en desarrollo
para que luego
se convierta en vida.

Y por mucho
que resulte limitante
y mine la moral,
esa es su única tarea.
Sacrificar el movimiento
y la calle
para construir 
un barrio amable
dentro del útero,
sin las hostilidades
a las que estamos
acostumbradas
y que hemos normalizado.
La de que te asistan
por precaución y prevención
sin la necesidad
de habitar un palacio.
La del ejercicio psicológico
de superar la inutilidad
de lo que crees
en lo que te estás convirtiendo.
Eso solo son
presiones sociales
y costumbrismos oscuros
que siguen esperando
la evolución de las sociedades.

Así que si,
otro confinamiento
por el porvenir
de nuestra familia.
Incluso así,
no depende solo
de nosotras,
de mi o de ti.
Porque favorecer
el ambiente
no es determinante,
solo son las condiciones
que incorporamos
para tener más posibilidades.

En esas estamos.
Y me diréis,
qué tienen que ver
las churras con las merinas
(que por cierto son ovejas),
pues que nosotras
sí que hacemos
confinamientos bien pesados,
no como tú, Ayuso, payasa.
Aprovechando que el Pisuerga
pasa por Valladolid.

jueves, 9 de diciembre de 2021

30/60/90

Mi madre dice
que hablamos
de cosas distintas
según tengamos
treinta, sesenta
o noventa años.
Cuando tienes 30
no te falta casi nadie.
Cuando tienes 60
no son poc@s l@s que te faltan.
Y cuando tienes 90
cuentas l@s poc@s que te quedan.

Y es verdad.
Hace un tiempo
que he cogido carrerilla
en esto de los tanatorios
y posteriores entierros.
Me ha dado por pensar
en los días gélidos
y en el silencio
de los cementerios.
En su solemnidad
y en toda la tierra
que cubren las tumbas.

Pasado el medio día,
despedíamos a Goyo
entre los gritos
desconsolados
de su mujer.
Un hombre que vivía
pegado a una radio,
que veía más bien poco
y que me cuidó
como un abuelo
cuando era pequeño.
Nunca tuvo hij@s,
nació en Lavapiés
y era del Real Madrid.
Por un accidente laboral,
le prejubilaron a mediana edad.

Qué tristeza más profunda
la de estos últimos momentos
donde l@s más afectad@s
no encuentran descanso con nada.
El final de los finales
sin lugar a dudas,
porque creas en lo que creas,
nadie ha venido
todavía
a contarnos
lo que hay detrás
de la muerte.

Así que pienso
en la ausencia del latido,
en los cuerpos inertes
y en un barrio de muert@s
con sus calles,
sus filas,
sus números,
sus cuarteles,
sus árboles
y sus papeleras.

Maldito el sufrimiento
que nos arrastra
al último aliento lúcido.
Si nos tenemos 
que ir de aquí,
deberíamos hacerlo
con nuestras condiciones.

"Moniiiiiiiiiiiiiiiiiii
abre la puerta"

_A la Moni y su marido, 
Gregorio Vivo Salcedo_

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Cuando bajábamos al portal

Me vino a la cabeza
de repente.
Aquellos días herméticos
y distanciados
en los que bajábamos
los 67 escalones
para ver al abuelo.

Tenías 15 meses.
El abuelo picaba
el telefonillo
y a ti
te cambiaba la cara.
Venía de ver a su mamá,
la bisa Lola,
y nos traía la barra de pan
y algún tupper
de la abuela 'gggggghhhhhh'.
Todavia no había
mascarilla obligatoria
en exteriores,
en Egggghhhpaña
vamos más lentos,
pero el miedo
y el desconocimiento
nos impedían
tocarnos.
Fue el único aire directo
que recibiste
en aquella maratón
de días de encierro.
Mirabas al abuelo
con una sonrisa 
y le echabas las manos.
Pero no podía ser.
El abuelo es comerciante
y autónomo
con todas sus desventajas
y tenía contacto
con gente.
Así que él,
lloraba por dentro
por no poder tocar
a su nieto,
a su más preciado
tesoro desde finales
de 2018.
Hablábamos brevemente
mientras mirábamos
con el rabillo del ojo
que no hubiera
un coche patrulla
para denunciarnos.
Así estaban las cosas
aunque ahora
no han cambiado tanto.

Las ganas de cogerle
en brazos
se las guardaba
para las noches
en que consiguiera soñar.
Las de tocarse y besarse
aunque nunca
lo hubiera hecho 
con sus propios hijos.
Pero ahora estaba
preparado para hacerlo
y la situación de emergencia
no lo permitía.
Hacemos como si nada
y para las personas
que nunca nos ha pasado
nada malo,
seguramente fueron
los días más duros
de nuestras vidas
hasta entonces.

Todos los días
venía el abuelo a vernos
entre cristales y barrotes
habiendo caminado
emocionado,
los 1300 metros
que separan
nuestras casas.
Todos los días
te bajaba a cuestas
mientras te relataba
quién te esperaba abajo.
Dos, tres, cuatro,
cinco minutos después,
subíamos los 67escalones
con la adrenalina suficiente
como para no sentir
la derrota de la
ausencia del contacto físico.

Mi padre,
su abuelo,
siendo un hombre tradicional
de los de antes,
con todas sus precariedades
y necesidades,
fue de aquellas personas
que ejercieron
lo comunitario 
atendiendo
a otras personas dependientes
de cuidados.
Por una vez,
no fui yo
sino él
quién dio ejemplo
de solidaridad
y lazos vecinales.
Yo solo salía
a las 20.00
para aplaudir
por las ventana.

No lo recuerdo,
pero estoy seguro
que de niño te vi 
como un héroe
durante buena parte
de mi crecimiento.
Ya de adulto,
puedo reconocer
que volviste a serlo
cuando más te necesitábamos.

Cuando bajábamos al portal
para verte,
es una imagen
que ninguno de los dos
borraremos de nuestras memorias,
porque en aquellos días
tan surrealistas,
tú nos diste
la cordura,
el empuje
y la esperanza
que tantas veces
perdíamos de vista en casa.

_A mi padre, a su abuelo Pedro_

martes, 7 de diciembre de 2021

Cuídense cuidadoras

Esto me lo escribo yo,
pá mi,
para mi mismo.
Se lo escribo
al rol histórico
que ha cumplido
cada mujer
que ha pasado
por el mundo,
y a las que siguen pasando.
De vosotras aprendo,
de mi madre,
de mis abuelas,
de mis bisabuelas,
de mis vecinas.

La muleta que sostiene
al sistema de bienestar.
La parte en B
sin remunerar.
La cultura oculta
que mantiene a flote
los cuidados.
Si conseguís cuidar,
yo quiero ser 
una de vosotras,
quiero estar
a vuestra altura.
Pero sois mucho 
más que eso,
os merecéis tanto
que no tenemos vida
para devolveros
el favor.

Cuídense cuidadoras,
nos toca al resto
ejerecer el regazo,
construir el refugio,
proporcionar el abrigo.
No va en los genes,
depende de una educación
desiquilibrada,
de una crianza estanca
y malograda,
de unas funciones históricas
que os han robado
demasiadas cosas
como para no tenerlas
en cuenta en la memoria.

Ojalá y yo 
fuera una más
para sumar
en fuerza,
para sumar en número.
Pero no puedo.
Es imposible.
Así que hago
todo lo que está
en mi mano
para llegaros 
a la suela de los zapatos.
Hago todo
lo que recuerdo
de la infancia
para intentar equipararme
en los mínimos indispensabled.
Hago lo que mejor
sé hacer
para desbancaros
de lugares en desventaja.

Por el simple hecho
de haber nacido hombre
lo tengo más fácil
en todos los sentidos.
Uno de ellos
y muy importante
es que jamás
me matarán
por el hecho de ser hombre.
Cuidadoras,
quiero ser yo 
quién os cuide
o quien
por lo menos
os guarde las espaldas,
no desde el paternalismo
sino desde la lucha
del feminismo.

Cuídense cuidadoras
porque sois el mayor
de nuestros patrimonios
y cuídense de los malvados
que sólo buscan criminalizaros.
O restaros el valor añadido
que lleváis en la sangre.
O robarnos la plusvalía
de vuestra esencia.
Sois lo mejor que tenemos
y nuestro trabajo pasa
por reconoceros,
cuidaros,
protegeros
y algún día igualaros.

Cuídense mujeres
del mundo,
cuídense,
cuídense,
cuídense
como el grito desesperado
que se esparce
para ser escuchado.

lunes, 6 de diciembre de 2021

Tasa de mediocridad

Lo que más odio
en el mundo
es la mediocridad,
y la tasa está creciendo.

Vayas donde vayas
te encuentras
con cuotas
cada vez más marginales
de calidad.
Calidad humana,
calidad ideológica,
calidad material.
Las excepciones
cada vez son menos
y hacemos como si nada.
Estamos normalizando
la mediocridad,
por lo que ya nadie
pone el grito
en el cielo.
Resulta peligrosamente
arriesgado acomodarse
en estos parámetros
que solo nos 
van a procurar
situaciones de desventaja,
tanto a nosotras
como a las que todavía
no tienen
la suficiente autonomía.

Mediocridad
en los puestos de trabajo,
mediocridad
en las estrechas relaciones,
mediocridad
en nuestro sistema de valores.
Las escalas
cada vez
tienen menos
distancia entre si,
y ser parte
de una mayoría
triste, apática
y carente de solidaridad,
está de moda.
Inducida o no,
nos pone en peligro
subirnos a lomos
de esta tendencia.

Suelen decir
que el primer paso
para empezar a superarlo,
lo que sea,
es identificarlo
y reconocerse
las precariedades,
pero ya nos hemos
saltado tantos pasos
que caminamos
atrapados
en parcelas delimitadas.
Ya no importa tanto
marcar la diferencia,
como alienarte
en el mogollón homogéneo
donde aprendes
a no levantar
la mirada del suelo.

Es verdad que nos empujan
a ser una cifra más
que aumente
la tasa de mediocridad,
pero somos nosotras,
las que en última instancia,
elegimos engrosar las filas.
Por eso cada vez
tengo menos vergüenza
de nada.
Me da pudor expresarlo,
pero no me puedo permitir
ser uno más
en la larga lista
de la decadencia.

Principalmente
lo hago por mi hijo,
por la hija que vendrá,
por mi mujer
y mi mejor amiga,
por mis círculos comunitarios,
por mis personas de sangre,
por mi categoría profesional,
por mi valor como vecina,
por la coherencia 
que tanto me cuesta 
mantener.

Es tan indecente
ser una mala persona
como un mediocre básico
con patas.
Y hay que decirlo,
hay que decírselo:
"¡Mediocre!",
con rabia
e impulso de cambio.
Hay que enfadarse
cada vez
que la mediocridad
quiera seducirte,
porque está a la orden del día,
porque también la llevan
gente muy querida.
Y no es cuestión
de que los deseches,
pero si es obligación
que los combatas.
Por nuestros hijos e hijas,
por todas y todos
l@s que vienen detrás,
por l@s que ya nos llevan
años de ventaja.

Mediocre es el peor
insulto de todos.
El puto lamento
de decir
que tod@s somos iguales.
Una polla como una olla.
Que no te engañen,
lucha justo por lo contrario,
los desencaminados son ellos,
no tú,
no nosotras.
Estamos a tiempo.
Si hay que elegir
entre ellos o nosotras,
posionate,
combate con bate al lastre.

domingo, 5 de diciembre de 2021

Semana 28

Las buenas noticias
hay que acogerlas
con cautela,
porque quien sabe
de esto,
nunca separa
los pies del suelo.

Y eso fue lo que pasó.
Entendimos,
no sin volver
a pasar miedo,
que el culo existe
para apoyarlo
y que las escaleras
son un tema delicado,
así que nos 
pusimos a ello
y construimos
una casita acolchada
sumando un puerco más
al cuento de "Los tres cerditos".
No hay nada
como verle
las orejas la lobo,
así que ahora jugamos
a las persecuciones
con el movimiento limitado
y la mirada bien puesta.

La complejidad
de lo estático
casa con un estado
anímico en decadencia,
por eso hacemos
todo lo posible
para que las tardes
sean circo,
sean el espectáculo íntimo
que te levante la moral
cuando estamos juntas.
No es nada fácil
ni lo será.
Cada una se esfuerza
en aportar
lo que está deseando
compartir,
porque sabemos
que aunque sea
en pequeñas dosis,
ayuda,
ayuda a que cada hora pasada
sea una hora de desarrollo,
juego y aprendizaje.

En casa estamos blindadas,
y es fuera de ella
donde sentimos
la ausencia de protección
y nos acabamos
mojando los pantalones.
Por eso es importantísimo
explicarle el contexto
a quiénes nos acompañan
y a quiénes elegimos
que nos cuiden,
para que entiendan
con humildad,
cuáles son nuestras condiciones
y requisitos.
Es justo
lo que necesitamos ahora.
Un despliegue inmenso
de empatía
donde tu función
pasa por ser almohada,
traer sonrisas de sobra
y una escucha bien planificada.

Desde que empezó la pandemia,
insisto,
estamos bien
porque estamos juntas
y estamos fuertes
porque no estamos solas.
Desde hace una semana
construimos un búnker
en el que se cuelan mariposas,
donde la conciliación
es sagrada
y donde el amor
sea tan colectivo
como una jornada
de puertas abiertas.

Como mínimo
serás sietemesina,
y antisistema, espero,
pero si fuera posible
preferimos
desenvolverte
para cuando papá
vaya a cumplir
los treinta y cuatro,
que es cuando te toca,
aunque de ti
ya hemos aprendido
que no hay que
basarse en expectativas,
sino en todas
las señales inequívocas
que nos mandas.


sábado, 4 de diciembre de 2021

A por todas

Los malos gritan
"a por ellos",
nosotras "a por todas
y con todas".

Poner toda la carne
en el asador
y tener una bandeja
en la reserva.
Pese a todo
y pese a nadie,
no estamos solas.
Son las causas,
las circunstancias,
las opciones
y las posibilidades.
Estamos atentas
al detalle
y al decoro del movimiento.
La exactitud del tiempo
es lo mismo
que la ambigüedad
de dos posiciones
en la incertidumbre
de un futuro confuso.
Pero vamos a por todas
y lo pienso repetir
hasta la saciedad,
hasta que la sociedad
entienda
que nosotras marcamos
los tiempos, los ritmos,
las dinámicas.

A por todas
es tenerlo más claro que nunca
y que siempre,
porque tiene un poco
de que es lo que nos toca,
y otro poco de afrontar
lo que nos viene.
Porque pase lo que pase
es nuestra,
es de nosotras,
ya es irrenunciable.
Tan absoluta como el vacío,
tan llena como los océanos.
A por todas es 
la fuerza que no sabías
que existía
y las ganas
que no puedes recogerte.

Es una especie de mantra,
de clave,
de dato pseudo científico
que te repites 
a todas horas
como si haciéndolo
pudieses cambiar algo.
Son las creencias,
las ideas
y las supersticiones
mezcladas en un cóctel
de contradicciones
y callejones sin salida.
¿Pero qué hacemos si no?
Tendremos que hacer algo.
Y aquí cada una
hace lo que puede,
lo que se le ocurre,
tan lícito
como inviable,
pero ayuda a seguir,
efectos de un talismán
en el que nunca creíste.

A por todas
es la convicción férrea
que nadie puede
arrebatarte
porque la llevas 
por dentro,
y precisamente
por llevarla dentro,
aunque te abran en canal,
se mantendrá indemne
de los corruptos.
Algo tan simple
como una frase
y tan complejo
como su significado,
perdurará
en la primera línea de batalla
hasta la última
gota de sangre
que fluya,
hasta el último aliento
que nos haga desfallecer,
hasta que pronunciemos
todo lo que tengamos
que expresar.

A por todas
ya es una forma de vida
que elegimos
en consecuencia
para proteger
todo lo que nos importa,
aquello que nos influye,
eso que no dejaremos
que se desvanezca.
A por todas, con todas y de todas
es lo más bello
que poseemos,
y me lo voy a llevar
a la tumba,
hasta el último día,
dentro de tantos años
que todavía
no puedo hacerme una idea
de cuál y cómo
será mi final.

jueves, 2 de diciembre de 2021

Mis pies

De adolescente
empecé a renegar
de mis pies.

Fue cuando
se me empezaron
a pudrir las uñas,
se decoloraron,
se encarnaron
a la piel
y me salió
el primer papiloma.
Desde entonces
me duelen
con cada paso que doy
aunque ya sea más llevadero.

Las durezas,
los pinchazos,
el agarrotamiento
con cada calzado
que elija.
No hay ergonomía,
no hay transpirabilidad,
no hay alivio 
en ninguna
de las pisadas.
Dan igual
las superficies:
cemento, colchones, charcos.
Siempre duelen,
lo que cambia
es la intensidad.

Son muchos años
llevando la losa.
Son el fascismo
del que no 
me puedo desprender
y al mismo tiempo
el medio
que me ha llevado
tan lejos
como para encontrar
aquellas respuestas
que no están cerca,
las que en su día
me obligaron
a salir de casa
sin nada que perder,
ni siquiera el miedo.

La anatomía perfecta
que nos permite 
caminar erguidos
es la misma que,
por sus precariedades,
me procura un dolor
que no cesa,
como el rayo
de Miguel Hernández.
No es ningún drama
que cada una viva
con sus cargas
y por supuesto
no seré yo
quién las ponga
por encima
de todo lo bello
que tengo.

Ahora sigo
con las uñas encarnadas,
con un dolor punzante
en el dedo gordo
del pie derecho
(no podía ser otro)
y tres papilomas en total.
La podóloga (privada)
me dio tres opciones
de tratamiento
a cada cual más
dolorosamente caro.
Pagué la consulta
y me fui por lo público.
Dos citas anuladas después
porque no les llegaba
el instrumental
que nos hacían falta,
me derivaron
al especialista.
Cuando me llamaron
para darme cita
me emplazaron
para meses lejanos
y justo antes
de poderla confirmar,
la cita, 
la llamada se cortó
y nunca más se supo.

Consecuencias sociales
derivadas del neoliberalismo,
el desmantelamiento
y la mediocridad de lo público
y la indecencia de lo privado.
Cuando el post-covid
nos iba a hacer mejores.
Tengo un conocido
muy querido
al que le tuvieron
que cortar los pies
por una cuestión
de vida o muerte;
no le envidio,
pero carga
con mucho menos fascimo.