y seguimos siendo más antiguas
que la mayoría de cosas
y acontecimientos
que conocemos.
Se dice pronto,
dieciocho años,
pero todo lo que hemos construido
no puede ser recogido
en un solo texto,
por eso llevo tanto tiempo
dejando pistas,
publicando retales,
coleccionando detalles
y estudiando los matices.
Ahora ya puedo decir
que llevo más tiempo con ella
del que estuve sin conocerla,
porque cuando lo hice,
yo todavía no había
alcanzado la mayoría de edad.
Y me hace ilusión contarlo,
me dignifica como cuando
elijo la ropa que ponerme
cada sábado,
me significa con cada paso que doy,
con cada mota de poder que ejerzo,
con cada decisión que tomo.
Seguimos viendo cada mañana
el sitio en el que nos conocimos
desde la ventana de casa.
Eso no lo puede decir
mucha gente, eso y que
nuestro alquiler
está por debajo del precio del mercado.
Desde el primer día
de estos dieciocho años,
solo mantenemos vivas dos relaciones,
las de Álvaro y Susana.
Mi homenaje más adolescente
para aquel bachillerato concertado
tan lleno de pesares y niñat@s mediocres,
incluidas nosotras.
Nuestra relación
ya podría salir de fiesta
y echarse unas copillas.
Me la imagino,
mientras nosotras dormimos,
poniéndose cuqui,
abrochándose los zapatos
y abrigándose hasta
el cuello perfumado
para salir de noche
cuando la gran mayoría duerme.
Son muchos años ya, joder.
No lo digo con desidia,
sino con orgullo y premeditación
de llevar casi toda la vida juntas.
También son tres discos externos
los que tenemos para almacenar
todos los archivos
que demuestran nuestro crecimiento.
Si nada nace con vocación de eterno,
nosotras, nacimos para vencer
y romperlo,
madrugando cada vez
un poquito más
para no perdérnoslo.
Son tantos años ya,
que es inevitable repetir
ciudades, lugares y enclaves.
No porque haya poca oferta,
sino porque nuestras demandas
nos obligan a volver
a sitos que nos hicieron gigantes;
con otras ropas,
con otras actitudes,
con otr@s acompañantes.
A veces,
nos paramos a pensar
y rememorar
algunos de los acontecimientos pasados.
Deliberadamente y con cautela,
manifestamos lo que allí
creímos sentir,
lo que allí recordamos
haber experimentando.
Y si bien pocas cosas
nos alejan de la realidad,
reconocemos humildes
haber olvidado algunos recuerdos.
Desaprender para aprender de nuevo,
el espacio es limitado.
El otro día
nos contó una amiga
que somos la generación
que más Papas ha tenido,
como si ese fuera un dato relevante
que nos identifica
como algo distinto al resto.
Yo solo puedo acordarme
que aquel dos de abril de dos mil cinco,
murió el Papa polaco
y nació nuestra historia
entre futbolines,
humo de cigarrillos dentro de bares
y el despliegue de alas
de un Albatros
en medio de un barrio
de pelotazos urbanísticos.
Claro, imaginaros cuántas cosas
han cambiado y cuánta gente
ha pasado por nuestras manos.
La lista de cambios es interminable,
lo dicen nuestros cuadernos cerrados
y guardados en el armario.
Maduramos juntas
a las puerta del mundo adulto,
iniciando nuestros estudios superiores
en ámbitos bien diferenciados.
Porque apenas tuvimos
dos años para compartir aula
y convivir en pupitres desgastados.
Pero allí nos forjamos,
a doscientos metros
de la que iba a ser nuestra casa
en varios años
durante varios años.
Todavía recuerdo cuando
me quité el cinturón
en la casa de aquel facha
y me dijiste que no
estábamos preparadas.
Qué risas nos echamos,
a mí solo me apretaba la barriga,
o quizá fuera el advenimiento
de mi ira y mi rabia
por el conservadurismo rancio.
El viaje monumental a Salamanca,
donde dormimos por primera vez juntas
con la ventana abierta del hotel
en mayo.
O ese puente que me quedé
solo en casa
y dispusimos velas,
un pijama de verano
y música instrumental
con flauta de cáñamo,
para dar rienda suelta
a lo que previamente
nos habíamos imaginado.
Todos los sucesos de este párrafo
están íntimamente relacionados.
Yo tenía diecisiete
y tú, dieciocho recién cumplidos.
Así comenzaba mi último
homenaje de aquel 3 de marzo
hace cinco años.
Porque si algo nos ha marcado,
es la trayectoria del tiempo
y todos y cada uno de los besos
que nos hemos dado.
Desde el primero que nos dimos,
llevo dieciocoho años
adejetivándolos.
Aquel susurro al oído,
a solas, en la barra del Albatros,
subidas a unas banquetas altas,
en sábado y mangas de verano,
mientras nos servía Antonio
las primeras cervezas,
sangrando las heridas
de mi afeitado,
sufriendo tus muelas,
nerviosa los párpados,
latían salvajes los corazones
ante el primer beso
de fumata blanca.
Quedó reflejado en el texto
'Aquel beso adolescente',
el primero y más fuerte
de los adjetivos
que se me ocurrieron
dadas las circunstancias,
porque lo éramos,
solo éramos niñ@s
buscando su sitio
y algunas respuestas
ante un mundo ambiguo,
poco amable y desalentador.
Pero todavía no lo sabíamos
porque estábamos centradas
en encontrarnos,
en tocarnos,
en conocernos,
en desearnos.
Si aquel día
hubiéramos imaginado
dónde estaríamos
en dieciocho años,
nos hubiéramos muerto de risa
al recrearlo.
Si hubiéramos hecho
ese ejercicio de reflexión,
no sé cuántas cosas
hubiésemos acertado.
Pero no lo hicimos
y aquí hemos llegado.
El vértigo que me da pensarlo
y las pocas ganas
de cerrar este texto.
Porque desde entonces,
también nacieron mis ganas
de expresarlo,
de escribirte en cartas,
de dejarte notas,
de encuadernarlo todo.
Seguramente escriba tanto
porque me diste los motivos.
Fuiste la causa
y ahora eres la consecuencia.
Eres parte del proceso
de todos los años
que llevo publicando,
teniendo el privilegio
de ser la sujeto
que susceptiblemente
puede ser descrita
en cualquier momento.
Solo has sido superada
con la llegada de nuestr@s hij@s,
seguramente el último paso
que nos faltaba por dar
después de tantos años.
Acabaré este texto
con puntos suspensivos
no por las dudas que emergen,
sino por la imperiosa necesidad
de seguir relatando,
hasta que me muera,
todo lo que te quiero,
todo lo que me has dado
y todo lo que me sigo imaginando.
La única certeza de aquí en adelante,
son todas las palabras
que me quedan,
que no serán pocas,
ni equidistantes,
ni mediocres.
Fúmate este texto
como si fuera tu último cigarro.
Tranquila, yo seré tu estanco,
tu almacén, tu fábrica
y el que distribuya
todos tus cigarros.
Puedes fumar todo lo que quieras
y si algún día
lo quieres dejar,
el tabaco,
tengo tantas palabras
en los bolsillos
que la ansiedad de tus días
será como una broma
de las que imaginaste
hace dieciocoho años.
Fuma, besa, quiere...
_A nuestra mayoría de edad juntas_
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