había sido una mierda
por diferentes motivos,
pero el principal fue
el empeoramiento de tu salud,
ahora lo entiendo.
Te bajé antes de irme
al concierto sin saber
que ése iba a ser
tu último paseo,
pero fue dónde me di cuenta,
ahora sí,
que estaba cerca el final.
Nuestra ventana
de la Mariana, que da al sur,
lleva desde la pandemia
con mensajes explícitos
hacia la calle,
por si alguien despega
la mirada de su móvil
y se sorprende con el descubrimiento.
Tú me has visto madurar
hasta límites insospechados.
Por eso utilizaré
párrafos cortos,
porque la distancia de tu
cuerpo al suelo
era la misma, que proporcionalmente
medían tus orejas.
Ahora también sé,
que no tengo miedo
a escribirte
mezclando el pasado
con el presente.
De lo que ya no podré
escribir es del futuro,
solo de la colección
de recuerdos
que nos aglutinan
como dos amigas
que crecieron juntas
al abrigo de una verdadera
historia de amor.
En ese último paseo
no hubo paseo ni nada;
permanecistes inmóvil
agachando tu cadera,
como un pastor alemán,
solo para hacer pis
y tu última caca.
Porque de la mierda
también soy capaz
de sacar poesía.
Comprendí entonces
lo que mamá
ya había comprendido
varios días atrás.
Que te ibas a morir,
que efectivamente la frase
en el pueblo de "no nos llega al verano",
tenía un valor absoluto.
Te envolví con mi mano
para coger tu kilo y medio de peso,
quizá menos,
te besé en la cabeza
y te dije "ya está".
En todos estos años
no sé si te he contado yo más cosas
o me has ladrado tú más cosas.
Lo que está claro es que no
nos hemos dejado nada
por decir ni ladrar.
Subimos juntas
las sesenta y siete escaleras
de la Mariana,
moralmente minadas
y emocionalmente desechas.
Fue la última vez que las subiste
conmigo
después de siete años
de subidas y bajadas
varias veces al día.
Esta vez fue en volandas,
pero reconocería
el sonido de tus patitas al caminar
entre miles de perros.
Te acababa de acompañar
en tu último paseo
y ahora me preguntó
¿cuántos paseo te habré dado?
¿cientos, miles?
Me moriría por volver
a pasearte, amiga mía,
Aisha.
Hablarte por la calle
y que me mires
como si hablásemos
el mismo idioma.
Te echo de menos
y tengo partido el corazón,
pero allí donde te veo
y allí donde te siento,
lo dejaré para el relato
que cierre esta trilogía.
El cielo de los perros, dicen;
estoy seguro que al llegar
te has meado y cagado
en la alfombra,
hija de perra,
y quien lo entienda mal,
hijo de la gran puta.
Te llevo dentro, pequeña.
_A Aisha_
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