lunes, 18 de abril de 2022

Nos vemos a partir de las 17.00 menos los martes

Me separo de ti
como me separé 
de tu hermano
en su día.
Y como en su día
te quedas
con la mejor
de las compañías.
Una mamá resorte
que te servirá para todo
y que tendrá sus momentos,
buenos y menos buenos,
y estará en su derecho,
pero vuestro es el privilegio.

Me voy con pena,
triste y disgustado,
pero con el conocimiento
de haberlo pasado antes
(espero que ayude).
Pensaré en ti
y en tus costillas,
en tu boca
con forma de chupete
y en cómo encajas
en toda la estructura
de tu madre.
Miraré el reloj varias veces, 
revisaré el móvil
por si las moscas
y maldeciré el curro
en mis ratos de descanso.

Porque una vez
que eres padre o madre,
la culpa es de las más infieles
de tus compañeras
y casi nada consuela
hasta que abres
la cerradura
de la puerta de casa.
Trabajo,
ganar dinero
y demás obligaciones
que te alejan
de lo que realmente
te pide el cuerpo,
y no solo eso,
sino que su cuerpo
es el que más sufre 
por la ausencia
de sus referencias.
Pero así está
montando el tinglado.
Más derechos,
todos los que se puedan
es lo que exigimos,
sobre todo aquellas
que nos metemos 
de lleno en la crianza.
A mi padre a lo mejor
le dio igual tener
solo dos días
de permiso
con mi nacimiento,
pero a mi no me la suda,
yo quiero más y más,
todo lo que me acerque
y me integre al
acompañamiento
de mis hij@s.

Sé que el drama
se suavizará
con el tiempo,
ya lo he experimentado,
pero no deja de ser
una mierda ausentarte
para dar cobijo
a otras cosas
que hace mucho
que no son tu prioridad.
Esto no quiere decir
que vaya a hacer 
mal mi trabajo,
todo lo contrario,
precisamente
por sentir en mis propias carnes
las consecuencias,
intentaré compensar,
lo mejor que sepa,
lo que les falta
al resto de niños y niñas.

Me gustaría no perderme
ni un solo quejido,
ni una sola mueca nueva,
ningún cambio de color
en sus cacas,
sus distintos tipos de llantos,
su cambio de peso
cada día que pasa,
su carita dormida 
a media mañana,
sus vigilias a deshora,
su nueva mancha,
sus descubrimientos,
sus conquistas,
sus primeras enfermedades.

Por eso desde hace más
de tres años
apuro la puntualidad,
nunca llego tarde
pero tampoco media hora antes.
Tampoco me voy antes
de mi trabajo,
pero por lo general
tampoco regalo
ni un solo minuto.
Porque te debes
a quien te debes,
y eso no lo va a cambiar
nada ni nadie
pese a las decepciones,
los enfados
y las justificaciones.

Claro que todo pasa
y que volveremos
a dormir de corrido
y que iremos
a nuevos conciertos
y que habrá
más y mejor tiempo
para l@s amig@s,
pero ahora estamos
en lo que estamos.
Os seguiré pensando
dentro mis posibilidades,
pero los cuidados,
la crianza y la presencia
tienen su preferencia.

Así que tendré
que volver a escribirte
desde trenes y autobuses.
Tendré que recopilar
en papel
lo que en casa
hacía con mis
propias manos.
Habrá que jugar con los deseos
a través de la imaginación
y el relato
para poder publicarlo
al día siguiente.
Ojalá que estos cachitos
de mapa desordenados
te ayuden en un futuro
a entender cómo nos sentíamos,
como lo intentábamos.

Te prometo unas tardes
de ensueño,
de amortización
de las mañanas perdidas,
de colectividad con tu hermano,
tu madre, tus animales
y tu padre.
Te prometo exprimir
la naranja
y construir nuevos parques,
de ponerte el sol en bandeja
y de baños con jarra 
de agua templada
cayendo sobre tu barriga.
Te prometo cogerte en brazos
(más que nunca),
de tirarme al suelo a tu lado,
de mirarte incesante cuando mamas
esperando mi turno
para que cagues.
Te prometo hacerlo
lo mejor que pueda,
de intentarlo hasta el
desfallecimiento,
de recomponer todos mis cachos
que durante la jornada
se han ido deshaciendo.

Prometo hacerlo menos los martes,
cuando llegaré tan tarde
que no me quedará tiempo
para el sosiego
y la armónica que te debo.
Incluso así,
te iré dejando retales
para que poco a poco
los cosas con aguja e hilo,
aunque la aguja pinche,
aunque el hilo se rompa.
Y lo haré colmado,
tranquilo de saberte
con tu madre,
la única lideresa y estrella
que guía mi ausencia
y tu conciencia.

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