"El Notas"
le llamamos cariñosamente.
Qué buenos ratos
y qué lugares tan fantásticos
nos ha descubierto.
No ha sido
el primer coche
que ha tenido,
pero si el que más lejos
nos ha llevado.
Sin quejarse ni estropearse,
como esa relación idílica
que por temporadas se busca.
Primero a solas,
si acaso la perra,
luego una silla
y en las últimas semanas
otra silla.
Esas hemos sido sus ocupantes.
Desde Estremera
a Faro de Cabos,
pasando por Alboraya
e Isla Cristina.
Pero para ser justas
su brújula
siempre ha marcado
El Norte,
las mismas siglas
que su nombre.
Nunca durmió en garage
y siempre estuvo expuesto
a las palomas,
al sol infernal del verano
y a la lluvia en decadencia
del invierno.
Desde la ventana de casa
solíamos verle inmóvil,
dispuesto,
con las pegatinas y señas
que le habíamos puesto.
En su maletero
nos cabe toda La Mariana.
En su interior
nos hemos aprendido
discos enteros,
hemos fumado
como si fuese un cenicero
y nos hemos reído
como si fuera un espectáculo.
Lo único que nunca
hemos hecho
ha sido follar,
ni mentirnos,
ni llegar tarde
a ningún sitio.
Ahora le pasamos
el testigo
a un coche más grande,
con más espacio
para que el miedo
no oprima,
con más posibilidades
para que podamos
seguir viajando lejos y bonito:
La Marianeta.
Pero con la memoria
de haber pasado
10 años contigo
y 1000 historias
que rememorar.
Este texto homenaje
no es a un coche,
sino a un medio,
a una herramienta
con la que hemos crecido
y hemos sido felices
cada vez que le
echábamos diésel
y podíamos seguir avanzando
700 kilómetros más.
En cada balada
quedó reflejada
todos los kilómetros
que hicimos
tanto de ida
como de vuelta.
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