por fuera en mil añicos
alguna vez?
Si esto es así,
imaginaos por dentro.
Cuando se nos resbala
el vaso de las manos,
comienza un tiempo
donde la caída libre
es inevitable.
Ahí suceden
el descontrol de las emociones,
la excitación más primitiva
y las creencias equivocadas.
Con el impacto,
todo lo que somos
y ven desde fuera
se rompe sin remedio alguno
esparciendo cada parte
hasta los lugares más inhóspitos.
Pero ¿qué pasa con el contenido?
¿qué pasa con lo más
profundo de nuestro ser?
¿dónde y cuánto queda?
¿podremos recuperarnos?
Hay muchas posibilidades
de que sí,
pero jamás seremos
las mismas,
y eso no es malo.
A lo mejor
es justo
lo que necesitábamos.
En todo caso,
lo que más importancia
cobra de cara al resto,
son todos esos trozos de cristal
de distintos tamaños
repartidos
entre cerca y lejos
hasta el punto
de que algunos
no sean visibles
y por tanto encontrados.
Una vez mas
queriendo robar protagonismo.
Otra vez que se hacen las cosas
sin el debido respeto.
No es sólo cuestión
de voluntad,
es primordial la empatía
y dar un paso atrás
cuando sea necesario,
cuando así te lo han pedido.
El contenido derramado
va mucho más allá
del ruido de la caída
y de los cachitos que
se difuminan.
Pero solo somos capaces
de ver cristales.
La cultura de tender la mano
por propios intereses.
No, hay ocasiones
que solo nos toca esperar.
Porque no es
nuestro proceso.
Porque nos gustaría ser parte,
pero la decisión
no nos compete.
Así que siempre disponible,
pero desde la distancia física,
desde la posición emocional
secundaria
que se te demanda.
Porque no sabemos nada
aunque creamos saberlo todo.
Porque se nos da muy bien
hacer de jueces
cuando ni siquiera
tenemos la escucha cultivada.
Porque claro que también nos duele,
pero no somos dueños
de dichas emociones
y debemos comprender
que replegarnos
no es desentenderse,
sino proporcionar
los espacios y tiempos
que demandan l@s afectad@s.
Porque claro que tienes
una opinión,
pero hay que guardársela
para cuando te la soliciten.
Es más, cuando te den
el permiso,
hazlo de puntillas
y con un volumen bajito,
porque se encuentran
tan vulnerables
que puedes convertirte
en cómplice de
la rotura crítica del vaso.
Ponerse de ejemplo
es el peor de los pegamentos.
Y dar consejos de feria
son tiritas caducadas.
Hacer de psicolog@s
es intrusismo.
Esto no es voluntariado.
Para ser amig@
también se requiere de profesionalidad.
No es cualquier cosa
participar de una conversación
que hace polvo
los sentimientos,
así que si no sabes qué decir
o te sugieren que no hace
falta que digas nada,
cállate,
conten las ganas
de beneficencia
hasta que no estés
formado como experto
en habilidades sociales.
Cuando alguien se rompe,
lo primero es preguntar
si puedes meterte
entre los añicos
y no quedarte solo
con lo explícito,
sino ser una maestro
que espera
aquellas respuestas implícitas,
para si te dejan,
acompañar con palabras
que no aseguran nada
pero que por lo menos
tienen el permiso
y son deseadas
por la parte afectada.
Vasos vacíos
canta La M.O.D.A;
lo malo no es
que se rompa el vaso,
sino que no haya nada dentro
ni nadie cerca
para acoger
todo lo que ha sucedido.
_A la Tita Gala_
Nota de autor: Un texto de cuyo título no puedo apropiarme XXVI
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