y tú,
dieciocho recién cumplidos.
Ese fue el primer hecho
objetivo y auténtico
del comienzo de nuestra historia.
Te lo repetí
trece años después
en el día de nuestra boda
conmemorando
la muerte del Papa,
Los héroes del sábado
y El secreto de Neruda
Así que hoy
cumplimos los años
que yo tenía
cuando cambió mi mundo.
Un mundo que luchaba
a muerte por salir
de la adolescencia
y de todo lo que
me causaba rechazo.
No me canso de repetir
que somos más antiguas
que casi todas las cosas
y personas que conozco.
Me enorgullece
coleccionar años y fechas
sin intenciones especulativas,
sino por la revaloración
espontánea de nuestro amor
y nuestras conquistas,
también de nuestras derrotas,
sin ellas no hubiéramos
llegado hasta aquí.
Ha sido gracias a
las maneras y formas
en que nos hemos comunicado,
las nuestras,
instransferibles e inequívocas
como las de cualquier
otra pareja,
pero con nuestro
código y nuestra ética.
Precisamente el otro día
me recordaba
cómo nos cogíamos
las manos e imprimía
una secuencia de fuerza
a modo de lenguaje oculto.
También somos
nuestros errores
y nuestros secretos.
Todo el mundo
se construye
en base a ellos.
La única diferencia
es reconocerse en ellos
o darles de lado con prepotencia.
No somos mejores,
pero sí que marcamos
la diferencia
en situaciones especiales
para llegar a lugares más amables.
No es egoísmo,
es un ejercicio desde la humildad
que nos gusta compartir
con nuestros círculos.
Porque estamos rodeadas
de ellos y de ellas
sin la obligación de
levantar las manos y dar la espalda
para ser cacheadas.
Tampoco es falsa modestia,
no gastamos ese calzado
postureta por fuera
y desgastado por dentro.
Estamos hechas
de café y patatas fritas.
De las cosas que nos gustan
y de las que nos dan miedo.
Porque el temor
es justo y necesario,
pero si le confrontamos juntas,
se convierte en palabras
de las que nos nutrimos
con sus nuevos significados.
Así hemos crecido siempre
y así seguimos creciendo.
Un plan premeditado.
Una decisión deliberada.
Un pacto de consensos.
A partir de ahora
cumpliré años
sabiendo que hasta
que me muera,
siempre la mitad de mi vida
habrá sido con ella,
y si no, echad las cuentas.
Diecisiete más diecisiete
dan los treinta y cuatro
años que tengo.
Cómo me gustan
los números y las fechas
a pesar de que
siempre fui de letras,
o eso se suele decir,
pero en realidad
siempre me esforcé
en conjugar los dígitos
con las palabras,
lo avala este blog
en el que llevo tantos años
depositando mis sueños.
Diecisiete tacos
tenían mis botas de fútbol
o diecisiete pares de zapatos
de tacón guardaba su armario.
Ahora ya no gastamos
ni una cosa ni la otra.
Los diecisiete ya no volverán
hasta que nuestr@s hij@s
lleguen a esa edad
con el deseo
de que encuentren ese amor
que sintieron sus pamadres
por otras personas,
cosas o ideas,
incluso por alguna palabra.
_A nuestros diecisiete años_
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