se fue de excursión
a la granja con el cole,
con sus amigos y amigas,
remarca siempre.
La maestra les preparó
y estuvieron dos semanas
aplacándose los nervios
mientras tachaban en colectivo
los días en el calendario.
¿Hoy vamos a la granja?
preguntaba todos los días
al despertarse.
Llegó el esperado viernes,
con un cielo despejado
y un frío raso y polar.
Se levantó nervioso
y con un actitud atemorizada
dijo que no quería
ir a la granja.
Los momentos previos
de un acontecimiento significativo
siempre te hacen dudar;
recordé la sensación
de cuando me enfrenté
a la selectividad.
Superado el vértigo,
toda la familia nos preparamos
y fuimos juntas
a despedirle.
Besos por doquier
y sobre estimulado
se despidió contento
y sin mirar atrás.
Su mamá, su papá
y su hermana porteada
y en pijama
fuimos a por unos cafés
take awey
para despedirle
cuando subiera
al autocar.
Mamá había apostado
que el autocar sería negro,
Enzo que sería amarillo
y papá que sería azul.
Todas perdimos la apuesta
ya que el autocar era morado.
Nos juntamos con
otras mamás
que estuvieron disponibles
y comprometidas
con la despedida
de sus hij@s,
solo mujeres,
en la puerta verde del cole.
De esto quería escribir.
De la conciliación
y sus implicaciones.
De sentir que es un
privilegio llevar
y recoger a tu hijo del cole,
sin prisas
que aceleren el paso
o el momento de la despedida,
sin ese estrés laboral
que no te permite
estar al cien por cien
para con tus cachorr@s.
Es curioso como
cuando buscamos un Centro
para nuestr@s hij@s,
de las primeras cosas
en que nos fijamos
es en si cubren
nuestras jornada laboral.
Y no solo eso,
sino que además
respiramos aliviadas
si existe horario ampliado
de mañana y tarde.
Flaco favor
el que nos hacemos
beneficiando a nuestras
propias empresas
cuando deberían de ser estas
las que facilitasen
la conciliación.
Un sistema en tendencia
privatizadora,
de fachadas con carteles
bilingües y una oferta
de extraescolares sin fondo
ni contenido
que utilizan sus centros educativos
como herramientas y medios de
de conciliación.
Cuando debería
ser justo al contrario,
que las empresas fuesen
las que apostasen
por sus trabajadoras
facilitándoles
la conciliación familiar.
Estamos equivocadas
por mucho que no queramos verlo.
Y seguimos votando mal
y sin respeto a la infancia.
Y continuamos justificando
el neoliberalismo empresarial,
su ánimo de lucro
y su coste humano,
abandonando a los niños y niñas
a una suerte de acompañamiento
con falta de recursos y de formación.
Pero como nos habilitan un espacio
de 07.00 a 18.00,
nos vale.
Durante mes y medio
he podido llevar
y recoger a mi hijo
del cole.
Y hemos pactado
no dejarle al comedor
algunos días.
Incluso nos hemos
saltado las clases
por unos motivos
u otros.
Y ha sido feliz.
Iba contento, cantando, corriendo,
charlando, saltando, volando.
Iba tranquilo, colmado, seguro.
El bienestar que ha reinado
nuestros días.
Y no me arrepiento
ni me arrepentiré jamás,
y si puedo repetir,
lo haré.
Y si puedo boicotear
el sistema, lo haré
sin perjuicios morales.
Y si tengo que hablarte
con dureza
y decirte que no
te reiré las gracias,
lo haré expeditivamente
para no blanquear
tu mediocridad.
A las 09.35 vimos salir
al grupo de la clase de Enzo,
en fila de dos,
dadas las manos
y con caras ilusionadas.
Él iba el último
con su abrigo naranja
desabrochado,
es una de las últimas luchas
que tenemos con él,
y ahora que lo pienso,
yo he ido toda la puta vida
en manga corta.
Nos miró orgulloso
como quien recibe
un título más que merecido
y gritaba nuestros nombres
como si se estuviera
despidiendo para siempre.
Sintió lo que yo nunca
pude sentir.
En un día súper significativo
para él,
allí estaba su familia
al completo despidiéndole
en aquella aventura.
Mis pamadres nunca
lo hicieron
por su horario comercial,
ni siquiera estuvieron
en las fiestas de fin de curso.
De esto quería escribir,
de la importancia que tiene
y de la suerte que tuve
de estar
en unos de los días
más importantes
para mi hijo;
como dije antes,
dan igual los motivos,
lo determinante es estar.
Y no siempre podremos.
De hecho, generalmente,
casi nunca podremos.
Y eso se lo debemos
al sistema y a nuestras empresas.
Así que basta ya de aplaudirlas
como si fueran
una de las patas de nuestra vida,
yo, si pudiera,
y esta es sólo mi opinión,
y mi opción,
no trabajaba
para buscar el desarrollo
como persona,
sino que me desarrollaría
acompañando a mis hij@s
unilateralmente,
al menos en sus
primero años de existencia.
Salió el autocar del cole
y su madre a un lado
y yo al otro
teníamos un 50%
de posibilidades
de verle
en un pasillo o al otro.
Le descubrí
en el lado izquierdo,
en el único lado bueno de la historia,
con una sonrisa tan grande
como el ventanal con reflejo
que apenas nos dejó
intuirle,
y con la mano levantada
diciéndonos
hasta luego,
porque más tarde,
volveríamos a recogerle,
todas, juntas,
a su vuelta del día de la granja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario