las convenciones sociales.
Lo que se supone de tus
comportamientos y actitudes,
y además todo lo que te afecta
sobre lo que piensen de ti.
No es fácil, joder.
Caemos en las trampa,
pasamos por el aro
y sacrificamos demasiado
que no nos sale a cuenta.
Cuanta hombría de mierda
y que palabra tan mierda
la de hombre,
pero es que se lo
ha ganado a pulso,
opresor de opresores,
machismo en vena
y patriarcado latente.
Seres con pene
que se dejaron el cerebro
en el útero de su madres
y ahí siguen,
esperando a ser encontrados
antes de que se los
lleven a la tumba.
Ya ni siquiera
se pueden tener
detalle bonitos
por el qué dirán
y el cómo te juzgarán.
Menudo asedio
que no deja en paz
a la salud mental.
Y claro que nos condiciona;
lo hace para mal
y casi siempre
para conducirnos a lugares
en los que no nos sentimos
nada cómodas.
Qué presión
la que aguantas
sobre tu espalda
desde que sales
hasta que vuelves a entrar en casa.
Y para desgraciadas,
las que ni siquiera
encuentran alivio
entre las cuatro paredes
de su hogar.
Cuando sientes
la imperiosa necesidad social
de solventar una duda
por lo que pensará el resto,
es que algo no va bien.
Está bien identificarlo
para mandar a toda la peñita
a la mierda,
quizá,
a nosotras las primeras.
Ya está bien de postureo,
maquillajes y escaparates.
Que lo que hagas,
te salga del mismísimo coño
haciendo caso omiso
a las polla mentales,
rancias y sudadas.
Por tanto,
la próxima vez
que quieras preguntarme,
haz primero caso a tu instinto
y desecha todo lo ajeno.
Con que el título sirva
para eliminar
a un solo machista criminal,
me conformo.
Y no, no es broma.
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