sin haber suelo
encogido en ovillo
con los ojos cerrados.
Pese a la oscuridad
jamás me inundó
tanta luz.
Un terremoto
de destellos
que cegó de blanco
todos los poros
de mi cuerpo.
Comprendí enseguida
que estaba esperando
mi muerte.
Una única sensación
que recoge todos
los sentidos posibles.
Un miedo indescriptible
conjugado con una
especie de espera
más aterradora
que el propio final.
Adiviné la explosión
y el alcance
de su onda
llegando a desintegrarme
física y emocionalmente.
En los pocos
segundo que tuve
desde ubicar la situación
hasta mi desaparición,
lo peor de todo
fueron las preguntas,
la incertidumbre,
las expectativas del dolor.
No sé si es peor
sufrir o imaginar
cómo será el sufrimiento.
Ahí reconocí
a l@s que alguna vez
supieron que iban
a ser torturad@s.
Esperé el desenlace
con un agobio inaudito,
solo e insignificante.
Fue la primera vez
que supe que iba a morir.
Y puedo escribirlo
porque "sólo"
fue un sueño,
un sueño
de los que te ponen
en tu sitio;
en el sitio
en el que te das cuenta
que un día ya no estarás,
y no hay mayor
sensación de vacío
que esa.
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