con Atosibán
para inhibir en seco
las hormonas
de la oxitoxina
y la vasopresina.
Tecnicismos
que no se nos
olvidarán nunca.
Un comodín
de última hora
para frenar
la precocidad
de un parto
que insiste
en no llegar
a término.
La monitorización
de unas constantes
bajo la placenta.
Pulsaciones revolucionarias
que se cuentan por centenas
y una tensión continua
entre dos mujeres.
Nadie lo dijo,
pero se parecían mucho
a los pródromos,
otra señal
de que sigues los pasos
de los que te precedieron.
Unas contracciones
del útero a deshora,
todavía soportables,
en las que mamá
cerraba los ojos
y apretaba la mandíbula.
Con un saber estar
encomiable
y unos pitidos anodinos
para las expertas.
Nosotras, muertas de miedo,
convertimos
nuestro centro de interés
en un refugio
con cerrojos
y hermético
a cualquier ajeno.
Surtió efecto
el medicamento
que se trasladaba
rudimentario
y artesano
de la cama al baño
y vuelta a la cama.
Finalmente,
más de 48 decisivas
en las que imaginas
todo tipo de escenarios,
generalmente
los más contraproducentes
por encima de los deseables.
Porque así funciona
la incertidumbre,
dibujando la silueta
de todo lo que te asusta,
de todo lo que te pone al revés.
No hay otra manera posible
si el motor de lo que te mueve
se conjuga
con razón y corazón.
Demasiado tiempo
para pensar en silencio
mientras eliges
las palabras adecuadas
que hagan mella
en lo emocional.
Están en juego
demasiadas cosas
como para abogar
por la simplificación.
Así que te haces
consciente
y consecuente
de las implicaciones
de cada detalle,
de la significancia
de cada minuto que pasa,
de cada gesto
que busca con vergüenza
resultar disimulado.
El Atosibán
te inhibe de la realidad
en ocasiones
para hacerla más
transitable
al volver.
Porque de eso se trata
la mayoría de veces,
de reducir daños
en la medida de lo posible
sabiendo que hay restos
que se filtran,
que calan,
que se posan
para no desparecer nunca.
Aprendimos en equipo
todo eso
sin que nadie
nos lo contara.
Un diálogo
desenfrenado
donde sacábamos
conclusiones
a nivel humano.
Pactos y caricias
de vida
para promover
la resolución del efecto
de algo muy importante
que no se nombra
en los hospitales:
el amor y respeto
que nos profesamos.
Por tanto,
el tratamiento
fuimos nosotras,
y el Atosibán
nos ayudó un poquito.
Gala dejó
de ser marea
para convertirse
en el faro
que nos alumbraba
mientras nos recogíamos
las lágrimas
y los deseos
de que todo saliera bien.
Gracias hija
por la metamorfosis
y ten claro
que cuando vengas,
estarás por encima
de todo y de todos,
seas oruga o mariposa.
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