viernes, 12 de noviembre de 2021

Papá

La forma en que dice
la palabra 'papá'.
El cómo la pronuncia
con una entonación
todavía incorrupta.
Esa especie de reclamo
donde sólo solicita
un acompañamiento
desinteresado.
Una ecolalia
sin trastorno
que sólo ocurrirá
en esta primera etapa.

Cuando me llama
y entiendo
que es la única cosa
que haría en el mundo:
atenderle.
La demanda continua
que me interpone
para que no cese
la mirada.
El gancho que hace de clave.
La coletilla que hace
que me derrita.
La palabra que se repite
como su mejor arma.

La inocencia
que todavía
no espera nada a cambio.
Altruismo en estado puro,
para que luego digan
de los voluntariados.
La llamada al orden
para que no me despiste.
La estructura para
que no me disperse.

Cuando salen de su boca
esa dos sílabas
no hay tiempo que perder.
Insisto en que nunca
volverá a llamarme
de la misma manera,
con esa intención
tan pormenorizada
de los cuidados,
con esa actitud tan firme
de lealtad y complicidad.

Cada vez que me dice 'papá',
me la trago sin gota de agua
para restarle infierno
a todo lo que llevo
por dentro.
Me la coso
sin anestesia
para hacer el camino
más auténtico.
Me la aprendo
como si algún día,
quizá,
yo la hubiera
reproducido de la misma manera
(espero que si
por el bien de mi papá).
Y me la inserto
en el disco duro
de mi memoria
con un acierto
de encriptación
imposible de descifrar.

Cuando de noche,
en la lejanía,
mi interpela,
toca hacer un esfuerzo
sobrehumano
con el que me contradigo
no pocas veces.
Entonces pienso
en la dureza
de cuando 
no me necesite
para tantas cosas
y deje de nombrarme.
Porque la autonomía
también es una pérdida
en sí misma,
la de la resistencia adulta
para seguir sintiéndonos
competentes.
Pero también es
el equilibrio
y la satisfacción
de las cosas bien hechas.
Tal y como son.
Tal y como se merecen.
Dando un paso atrás
y proporcionando
el espacio
que nos solicitan,
el protagonismo
que necesitan
para seguir siendo
de la mejor manera
que sepan,
a su modo,
sin interferencias,
con sus zapatos.

Habrá un día
en que deje
de decirme
"Papá cuéntame otra vez",
y cuando eso pase,
la palabra papá
no volverá a sonar
de la misma manera.
Entonces,
haré balance
no del tiempo
que nos ha durado,
sino de la calidad
de todas las veces
que me ha nombrado.

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