No tenía pensadoformalizarte en el Blog
tan pronto;
con tu hermano lo hice a
a las
30 semanas,
pero tú tenías
otros planes muy distintos.
Llevas avisando tímida
desde hacía un tiempo
que tienes ganas de llegar.
Pero casi todo
tiene su tiempo
y el tránsito
en el útero de mamá
es lo que marcará
tu futuro,
porque el presente
lo tienes asegurado
desde el día
en el que nazcas,
sea antes o sea después.
Por eso
lo de los pinchazos,
para que tus pulmones
estén listos
a la hora de cumplir
sus funciones.
Células a contrarreloj
para que cuando
quieras llegarnos,
lo hagas en las
condiciones
más óptimas.
Si algo he aprendido
desde que soy papá,
es a convivir
con el miedo
de cuando algo
no va bien.
Y tú,
queriendo
o sin querer,
me has querido dar
otra lección.
He de decirte
que estoy preparado
desde el día
en que te pusimos nombre,
tu primer derecho legítimo,
hace ya unos cuantos años.
Claro que en ocasiones
corremos sin mirar atrás.
Claro que nos adelantamos
a los acontecimientos
por precaución
o justamente
por lo contrario.
Claro que nos precipitamos,
y es entonces
cuando alguien
que nos quiere
nos tiene que dar
un toque de atención.
Es lógico querer
las cosas para antes de ayer,
pero hay cosas
que saben mejor
cuanto mayor tiempo
las hornees,
cuanto más las reflexiones,
cuantas más vueltas des
para refutar las conclusiones
de la tesis.
En cierta manera
eso es
lo que nos ha pasado,
sólo que tú eres
incontrolable,
no querías
límites ni barreras
para que tu alcance
galopase a su antojo.
Pero hemos levantado
la mano para pedirte
que pares,
que no es el mejor
momento
por tu desarrollo,
que nos quedan decenas de años
para demostrarnos
lo que nos queda
todavía pendiente.
Y parece que has reaccionado.
La gente dirá
que qué tonterías digo,
pero esto tiene que ver
con la humildad congénita
de tus poros.
Dar marcha atrás
siempre tiene
sus consecuencias,
pero en tu caso
sólo favorecen
la existencia.
'Amenaza de parto prematuro'
me dijo mamá
a través de un audio
entre llantos.
No estaba sola
porque tú
estabas con ella.
Y es que la labor
de acompañamiento
que ejerces
debería ser hegemónica
bajo las tripas.
Qué susto me diste
mientras tu hermano
empezaba su noche
a las 18.15 de la tarde.
Y cuánto me dolió
el sufrimiento
de tu madre
volcada en tu integridad
por encima de todas la cosas.
Cuando aquella noche llegué
la hospital,
mamá se deshizo
en lágrimas
pero nunca derrotada.
Nos abrazamos
como nos abrazábamos
de adolescentes
y te pusimos en medio
para que no te escaparas.
Te dije que
ya estábamos juntas
y que nunca íbamos
a dejar de estarlo.
Tu pulsión
incesante
y taquicárdica
de las 26 semanas
no la olvidaremos nunca.
Como nunca
olvidaremos
el mes y medio
que estuvo tu Tate
con unos valores
equivocados.
Desde entonces
y para siempre
nos repetimos a solas
y cada una por su cuenta
que nacimos para vencer
y no para ser vencidas,
y tú
no vas a ser la excepción.
Me pongo serio
y te digo
que no tengo planeado
escribirte hasta la semana 30,
porque es cuando
lo hice con Enzo,
y él,
nos marca el camino.
Tendrías que haberle visto Gala,
afrontar cada ajuste
y desajuste
como un ingeniero de barcos,
preguntando por mami
y colmándose con papi,
haciendo de nieto, hijo
y hermano,
sin haber pronunciado
nunca ninguna
de esas tres palabras.
Ya está,
ya ha pasado.
Podemos respirar tranquilas
los siguientes días.
Pero lo más importante
de todo
es que ya sabemos
lo que nos espera
y creo que nunca
estuvimos tan preparadas
como lo estamos ahora.
Habrá quien lea
este relato
y no entienda nada,
o no comparta alguna cosa,
por eso lo escribo
públicamente y en negrita.
Y porque te quiero,
y porque me bajo del mundo
si no es un mundo contigo.
Y aunque todavía
no hayas nacido,
llevo tu nombre
en mi mochila,
no en la simbólica,
sino en la que utilizo
todos y cada uno
de los días
que me quedan
para conocerte.
Tengo muchísimos motivos
para escribirte,
no me des más
porque no los necesito.
Estamos cubiertas.
Estamos atentas.
Desde ya y por si acaso,
estamos listas
para contarte los dedos.