El séptimo arte
de mi atrevida
insolencia
a la hora
de escribir
lo que siento.
Desde Tailandia
me lo trajo
mi hermano:
"El Testigo".
¿Sabíais que fue
el único no-familiar
que pasó
el día entero
en el hospital
cuando nació
mi hijo?
No, no lo sabe nadie,
solo yo
porque él
no presume
de sus hazañas.
Pero esto
lo dejamos
para otro día.
Tengo el hueco
preparado en
el estante.
Cierro otro capítulo
en el que he cantado
más al resto
(de carne y hueso)
que al humo
contaminado
de los dioses.
Mi hijo de nuevo
el protagonista
de estas páginas
amarillentas;
no sé cómo
lo voy a hacer
cuando
"esté en camino
la segunda"
(con nombre de jefa).
Ha habido nacimientos,
varias muertes,
aniversarios,
virus,
fechas,
una boda (5 de Octubre),
críticas,
algún reproche
y muchos homenajes
que, al fin y al cabo,
es de lo que se trata,
de homenajear
la vida y sus seres,
al menos,
los que me llaman la atención.
Sigo coleccionando
palabras y disparos.
Escribo sobre todo
a primera hora
de la mañana
cuando todavía
es de noche
y solo me he tomado
un café.
Podría resumir
mi historia
con este Cuaderno
como un roto
para un descosido;
no sé cuántas veces
he ordenado
las páginas rotas
que mi retoño
descolocaba,
a sabiendas,
o eso creo yo,
del impulso
que necesitaba
para seguir mojando
la pluma en tinta.
Ya van siete
desde 2013.
A por el octavo pasajero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario