comida familiar
a una cadena
de restaurantes
americana.
Y lo hago
convencido
de mi proletariado
con unas camiseta negra
con una estrella roja.
La estrella roja
de cinco picos
que simbolizan
los cinco dedos
de la mano,
los cinco continentes
habitados.
La de los cinco sentidos
y sangre viva.
La que denota
humanismo
pese a su magnitud
de universal:
¡Uníos! grita el marxismo.
El caso es que
con toda mi
insignificancia,
con mi derroche
de ideología
y con todas
las caras
de postureo
posibles,
una señora
de la mesa
de al lado
me llama la atención
para que le apunte
su pedido.
La gracia es que
confundió
la estrella roja
del Foster
con la que llevaba
yo en mi camiseta.
Le dije resignado
que no trabajaba allí
y se rió para dentro
sin pedir perdón.
Me pareció
de coña
y estuve apunto
de mandarla
a tomar por culo,
pero en lugar
de eso,
me fui avergonzado
y menos proletario
que nunca.
Eso me pasa por ir al Foster.
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