se decidió
ese mismo día.
Por cundas
subimos
a la sierra
para ejecutar
el ataque
sorpresa.
Todo estaba
dispuesto
tras una
reflexión colectiva.
Llegamos
y dispusimos
el terreno
con más
ilusión
que elegancia
¿A quién
le importa
el cómo
mientras
nos mantengamos
unidas?
Dio comiezo
el combate
cuando
la arquera
cayó
desprevenida
al suelo.
Se nos dibujó
en todas
una sonrisa
en la cara
mientras
desembarcábamos
desde el
Puerto de Indias.
Comimos,
bebimos,
fumamos
y follamos
en un espacio
donde solo
cabían
héroes.
Armadas
hasta los dientes,
la retaguardia
nos quedaba
lejos.
Ya nadie
podía
rendirse.
La épica
expedici´çon
salió a
reconocer
el pueblo
dejando
a las bestias
en la base,
todas hembras,
todas sabias.
Avanzamos
posiciones
hasta conquistar
el corazón
de la tierra
mientras
llegaba
el ocaso.
Como siempre,
los estatutos
kuadrilleros
se iban
cumpliendo
pormenorizadamente.
Las pasiones
desatadas
al perder
la conciencia
de todo
aquello
que nos podía
hacer daño.
Amor,
mucho amor,
y risas,
tantas
como para
dejarte
el cuerpo
hecho polvo
más allá
del maletero.
La cojera
de los heridos
no impidió
que la fiesta
siguiera,
que el ritual
que acostumbramos,
se celebrara.
Baños,
lagunas
y trajines.
Aquel día que no vimos a los Berri,
ganamos la guerra.
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