de la fragilidad de mis sentidos,
me recordaron que el del humor
lo tenía intacto.
Para l@s que no me conocen,
no soy una persona graciosa,
más bien correcta, educada
y con un cálculo exquisito
para vislumbrar los límites.
Pero para l@s que me conocen,
quizá sí que han experimentado
conmigo esa risa necesaria
que tanto alivia.
El humor, la alegría, el desenfado,
la sonrisa, el bienestar
bien podrían ser objetivos
de vida.
Yo los ejerzo,
pero no se manera intrínseca,
sino de manera planificada
con quien me da la confianza
y la intimidad de mostrarme así.
Practico la ironía y el sarcasmo
con una temporalización
más bien corta,
no es mi estilo,
pero acepto casi todo
lo que vaya dirigido
hacia o contra mí.
Soy bromista, pícaro
e incluso fullero en ocasiones.
Todo lo que tenga que ver
con posibles carcajadas,
lo cuido y lo protejo
en uno de mis cajones favoritos.
Pero no todo me hace gracia,
y la clave está
en no ser partícipe
de una gracia discriminatoria
por compromiso o convención social.
Conmigo no cuentes
cuando los caminos
marginalizan o excluyen
sin código alguno,
la integridad de la otra parte.
Imagino que cada un@
me vera y sentirá
de una manera muy concreta
en este sentido,
pero si te quiero,
conocerás una parte de mí
que selecciono
con ojos clínico a la hora
de expresarla.
No hay mejor sentido del humor
que la risa incorrupta de la infancia,
contagiosa como pocas
y susceptibles de ser aprendidas
como ninguna.
En un planeta faltó de risas,
yo te prometo la mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario