ni las persianas bajadas
a cal y canto
impiden que se muevan
las cortinas dentro de casa.
La imagen es preciosa,
pero la realidad
es que pagas un alquiler
por encima de tus posibilidades
para que la vivienda
no esté en condiciones
y reine la humedad y el moho
por los rincones.
Pobreza energética
y estafa inmobiliaria
lo llaman.
El choque de la persiana
con la ventana
pareciera el repicar
de unas campanas
de una iglesia desfasada.
El silbido chirriante
por el eco del callejón
me recuerda al del cazador
atrayendo a su presa.
El frio moral
que puedo sentir
al pensar lo que hay ahí fuera,
me hace empatizar
con las personas que
transitan las calles,
sean cuales sean
sus causas y sus motivos.
Podríamos soñar
que la fuerza del viento
nos transporta a lugares deseados
como si fuéramos semillas
emigradas por los pájaros.
Ir enganchada con hilos
invisibles al aire
como marionetas
que son inducidas
con buenas voluntades
El viento de noche aterra,
pero de día sigue siendo
igual de transparente.
La fuerza del viento
lo mismo da vida que la quita.
Despertares huracanados
por pesadillas
de las que intentamos
salir airosas.
Todo se conecta en lo mismo,
en una preocupación metereológica
que hace que la llama
se desvanezca.
Pero si aprendemos a confluir,
en vez de desvanecerse,
la llama se avivará
con tal fuerza
que ni la montaña
más alta e inhóspita
conseguiría dejarnos a oscuras.
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