jueves, 9 de junio de 2022

Cuando se acaba

Cuando se acaba,
porque nada nace
con la vocación de eterno.
En el día
en que mi suegro
cogió el COVID
e hice croquetas caseras
por primera vez,
no tengo nada de
comedia que añadir,
sólo recursos estilísticos
tramposos
que reduzcan un poco los daños.

Nadie se imagina
muriendo en un accidente de tráfico,
ni en la posible traición
de tu mejor amigo,
ni en el fin de una relación
en la que se han sostenido
gran parte de tus años.

Aquí no hay culpables.
Aquí sólo hay responsabilidad
distribuida entre dos partes;
entre dos partes
que no pueden darle
más continuidad
a la chispa,
por la sencilla razón
de que los restos de mecha
ya no les conducen
a ninguna parte.

Toca reinventarse,
reiniciarse,
poner el contador a cero
y lidiar con los recuerdos
y la nostalgia,
sin anestesia,
con un tiempo
que por lo menos la principio
no correrá a favor.
Y el resto
sólo lo saben ellas,
las partes implicadas,
los padecimientos,
las posibles certezas
y los miedos,
el pavor a la soledad
y a las nuevas rutinas
que ya no serán compartidas.
Una nueva realidad
casi insultante,
con la que no contabas.
Una especia de travesía
por el desierto
donde te cruzarás
con quien quieras cruzarte,
pero la poca agua
no colmará la sed
y la poca sombra
no te proporcionará consuelo.

Cuando se acaba,
da la sensación
que el mundo se para,
o por el contrario
correrá tan deprisa
que con un solo pestañeo
habrás perdido
decenas de nuevas oportunidades.
Sentirás tanta presión
bienintencionada
pero malavenida,
que te entrarán ganas
de chapar la puerta
y tirar la llave por el retrete.
Y a veces,
ojalá me equivoque,
puede que sientas
tal vacío existencial,
que el resto de dolencias
te parecerán una broma.

A partir de ahora
los desayunos serán
tan distintos a los anteriores
que la hostia
que te vas a llevar
por la noche
al calentar un solo plato
en el microondas,
se quedará en poca cosa.

Dicen que cuando algo se acaba,
algo nuevo está
por comenzar.
Y pienso que es cierto,
procuro no perder
el optimismo
entre tanto nubarrón
y exceso de fango.
La cuestión es cuánto
nos dejamos en el camino,
y cuánto de lo que perdemos
nos acabará determinando
a cosas
que un día
juramos no probar.

Cuando se acaba
por los motivos que sean
y con la consecuencias
que devengan,
toca pasar página,
cuando puedas,
tómate tu tiempo,
rodéate de lo que te pida el cuerpo
y protege la mente y el corazón
como si fuera
el último estandarte
de un reinado que está abocado
a reencarnarse en otras carnes.

Os acompaño.

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