el volcán de La Palma
parecería
un pequeño hormiguero,
pero no vengo
a hablar sobre
accidentes geográficos
ni eventos insólitos
del Siglo XXI.
Sino que vengo
a desabrochar
algunos botones
para hacer justicia
a un bronceado
que debería ser reivindicado.
Un juego de luces
desde un jardín
que sigue en alza,
para dejar Al descubierto,
como ese digital de izquierdas
que tanto me gusta,
lo que me parece
imprescindible homenajear.
Es esa persona,
compañera y amiga
por orden cronológico,
pero inversamente proporcional
en lo emocional.
Empezaré por pedirte perdón,
en primera persona
del singular,
por los acercamientos
torpes del pasado,
para que todo
el hilo conductor
tenga concordancia.
Y empiezo así,
porque me pareces
una de las personas
más honorables
que he conocido.
Si, el honor,
un concepto medieval
casi de tierras mágicas
y películas de ficción
que hoy día seguís
albergando algunas.
Así que me gustaría
partir de aquí,
de tu honor
y fragancia impoluta.
Te miro como creo
que no te gusta
que te miren,
escudriñándote,
desengranándote,
deshaciéndote
en mil partes
para intervenirlas
individualmente.
Pero lo hago desde
el respeto y la admiración
de figuras que resultan
inalcanzables,
sin idealizarre demasiado,
pero racionalizándote
como poc@s habrán hecho.
La entusiasta por bandera
y el ojo clínico por delante.
Con tantas cosas en común
como puntos y aparte
que nos diferencian.
Una investigación sin parangón
de aquellas cosas
que jamás pensaste
que pudieran ser estudiadas.
Otra que echa tierra por aire
para adueñarse
de todos los mares.
Y me alegro de
las causalidades,
me colmo con
las coincidencias
y exprimo al máximo
cada una de las oportunidades.
Por tanto
queda Al descubierto
otro de mis descubrimientos
más significativos
de los últimos años;
he perdido la cuenta
de todo lo que me llevo.
Qué suerte...
y qué privilegio
el de vivir creciendo
profesionalmente
sin notar el denivel
de todas las adversidades.
Si pudiera elegir
una ponente
que me formara
en 'observación',
te elegiría a ti
para subir a la palestra
con los ojos cerrados.
Sería incluso capaz
de organizar mis apuntes
y esforzarme en no
dejarlo todo
para el último momento.
Como ya me ha
pasado otras veces,
debo rectificar públicamente;
creyendo que había
alcanzado el techo,
he tenido que destruir
los cimientos
para seguir aupándome
en tus brazos,
desde donde ahora veo
cosas inimaginables.
Por eso no me centro
en tus cualidades,
aptitudes y peculiaridades,
sino desde un enfoque
un poco egoísta,
en todo lo que
me has aportado,
que al final,
viene a decir lo mismo.
Sé que no te gusta
el protagonismo
ni ser el foco
por las posibles consecuencias,
pero es de una obligatoriedad
categórica
sacar a relucir
tu lista de méritos,
reconocimientos,
conquistas y éxitos.
Cuántas veces
nos habremos salido
del terreno de lo profesional
para atajar el reto
desde la más estricta
intimidad de lo personal
y viceversa.
Un nuevo enfoque
pedagógico
para seguir vaciando
"la mochila"
y abastecer
mucho y mejor
los tirantes
y los cinturones.
Un año fugaz
con sus idas y venidas,
con sus partidas y llegadas,
con unas reflexiones
más que profesionalizadas
y unas ejecuciones dignas
para marcar la diferencia
entre las cosas bien hechas
y la mediocridad del conformismo.
Porque sentadas
nos hemos quedado bien poco,
¿cómo vas a alcanzar
los objetivos
mirando desde la distancia?
No te digo nada nuevo
de todo lo que
te he contado ya.
El matiz
es hacerlo público
y vitalicio
en mi refugio.
Porque esconderme
nunca ha sido mi estilo,
tampoco el tuyo,
y quizá,
ese haya sido el motivo
que nos ha unido tanto.
Así lo siento
y así lo transmito,
sin equidistancias
ni blanqueamiento
del pasado.
Como dije antes,
te reconozco en todos tus cachos.
En cada cambio de turno
para conciliar
con nuestr@s hij@s;
en cada martes
que me llevas a casa
y curamos un
poquito el mundo;
en cada sofá
que compartamos
con las persianas bajadas
y sigamos rellenando
informes verbales;
en cada devolución
escrupulosamente
bien hecha;
en cada comunicación
que resalte
algo significativo
como excusa
para iniciar
la necesaria conversación;
en cada maquillaje
que utilices para verte
más guapa y reforzada;
en cada arreglo
que haces del contexto;
en cada risa tuya
que inunda el espacio
de esperanza;
en cada movimiento
bien planificado
para llegar después
a lo analítico y reflexivo;
en cada pregunta
que busca incesante
una o varias respuestas;
en cada merienda
con sus correspondientes
vítores;
en cada detalle, énfasis
o pormenorización
susceptible de ser atendida;
en definitiva,
en cada uno de los días
y momentos de este curso
que nos han conformado
como algo más que una
pareja educativa.
Tú puedes seguir
llamándome compi,
pero conmigo no te
hacen falta mecanismos de defensa.
Espero haber estado a la altura,
y si no,
por suerte,
todavía estoy a tiempo.
Gracias por el acompañamiento,
la guía y el modelo.
Y gracias por los cuidados
que trascienden a Pikler,
porque si no nos cuidamos
entre nosotras,
¿quién nos va a salvar?
- A Marta V.
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