toda la noche,
una más,
como casi todas.
Perdido en mi poco
margen de acción
y reacción
y cansado y dolorido
de ser un mero
observador internacional,
cojo a la cachorra
recién alimentada
y nos exiliamos al salón
para que la madre
de todas las madres
logre descansar
sin interferencias.
La arrullo
con mis brazos
y mantas
que han arropado
a otras muchas antes.
Las madrugadas
ya no me dan miedo,
ya no me hacen pequeño
ante la segunda experiencia
de las veladas sin sueño.
Las afronto sin resignación
y con el rabillo del ojo
puesto en el cachorro
emancipado,
porque aquí la actitud
no es de dividirse,
sino la de multiplicarse,
me lo dijo una amiga muy Galán;
es como ver el vaso
medio vacío
o por el contrario
medio lleno,
lo mismo
pero con distintas implicaciones.
Hace tiempo que dimos en la clave.
Suenan los muelles de la cama
a las 06.04
con las primeras toses
que indican
que la conciliación
ya no es posible.
También lo he aprendido
a base de palos,
palos simbólicos
que no son más que repeticiones
que te ponen en tu sitio.
Así que para allá que voy
sin pensármelo dos veces,
porque aunque ahora sean dos,
hay veces
que con un mismo pensamiento
crees que puedes
abarcarlo todo.
Entramos en su habitación
y llora,
se queja,
se revuelve
enredado entre la sábana
y el edredón.
- Ya estoy aquí hijo ¿qué te pasa?
+ Estoy enfadado contigo+ Me espeta.
Se tambalean
todos tus cimientos
mientras haces malabares
imposibles y equilibrios
que mantengan dormida
a la cría que tienes
recogida
en tu pecho.
En ese momento
lo dejaría todo
para atenderle solo a él,
pero a partir de ahora
tenemos que aprender,
todas,
que no siempre lo vamos a lograr.
Así que haces lo que puedes
sumido en la penumbra
y voces que te rechazan.
Me siento en noventa grados
entre la pared y la cama
robándole un cachito
de almohada
mientras intentas
que dos mundos
que necesitan ser exclusivos
no choquen y se desmoronen.
Sin ápice de victimismo
lo hacemos lo mejor
que sabemos y podemos,
siendo conscientes
que nos queda mucho
por aprender.
Le toco su espalda rígida
con mi mano derecha
pidiéndole perdón
sin mediar palabra.
Intuyes a qué responden
las causas,
pero no sabes responder
a las consecuencias.
Y duele.
Duele tanto como
todas las veces
que te has equivocado.
Pero intentas salir
de tu cuerpo
y ver la imagen
desde arriba,
con perspectiva
y despojado de perjuicios.
La frase 'estoy enfadado contigo'
significa tantas cosas
que resultan inabarcables
en procedimientos.
La única certeza
es que no sólo
se explica en su sentido literal.
No es un juicio definitivo.
Ni siquiera una emoción absoluta.
Por eso aquí
sí que tengo margen de acción.
El de comprender
por otras vías
que su enfado
no es un bloqueo
que corrompe
la relaciones,
ni un quiste crónico
que no pueda ser estirpado
por el orgullo adulto.
Así que le tocas
con dulzura
y le hablas con el respeto
que se merece
por ser otro ser vivo.
Templas el ambiente
para que la situación
no se te vaya de las manos.
Les deseas como
lo único que te importa
en la vida.
Y esperas paciente
a que todo vaya bien,
a que no te equivoques
lo suficiente
como para que no haya
marcha atrás.
Empiezas tu día
sin ni siquiera
haber acabado el anterior.
Con una proclama
que no hace justicia
a tus intentos de ser mejor,
pero comprendiendo
que es su forma
de afrontar algunas cosas,
y que la responsabilidad
está en ti,
no en él,
así que finalmente asumes
que lleva razón,
que sus motivos tendrá,
y que es momento
de que lo abraces
en silencio
mientras acoges y recoges
lo único que siempre
tendrá que ser acogido
y recogido,
tus hij@s,
especialmente
cuando la consciencia
puede ser correspondida.
Puedes estar enfadado hijo,
pero que eso
nunca te impida
darme un beso
antes de irte a la cama
o de levantarte.
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