también llegó ella.
Lo típico
de que dos noticias juntas
se entienden mucho mejor.
Y encima buenas,
pese a la guerra,
otra guerra
que no es la primera
ni será la última,
ni siquiera es la más importante
ni la que más nos afecta.
Es otra maldita guerra
diría Anguita,
y eso da mucho miedo.
El caso es que
llegaron juntas
como dos hermanas
que serán inseparables,
pero con la suficiente autonomía
como para actuar por su cuenta.
Mi hija y la lluvia
son elementos vivos
del invierno.
Una cosa no podía
suceder sin la otra
igual que un "vientre" alquilado
no debería suceder nunca.
Como si estuviéramos hablando
de un piso con un valor
de mercado injusto.
Tenemos que parar
y dejar de deshumanizar
a las mujeres,
por favor,
claman desesperadas
al cielo.
El agua que ha traído mi hija
es de justicia social y climática,
es de derechos humanos
tratar bien a la infancia
y al planeta.
Que además se convertirán
en lo mismo,
en futuro.
Precipitarse como
se precipitó la niña
con nombre de Tita,
precipitarse la lluvia
como se está precipitando,
me consolida la mirada
de atender a quien
pide ser atendido.
Y no sólo eso,
sino también
a visibilizarlo y darle voz
como si de un manifiesto ultra
se tratase,
pero sin elementos violentos
y desiguales,
es decir,
sin machismo.
Regar nuestro entorno
con la lluvia
y regarnos a nosotras mismas
con todos los niños y niñas
que existen,
es la única salida,
la posible solución
de todos los portazos
que nos dieron,
la última arenga
antes de la batalla
que nos queda por explorar.
Queda poco tiempo,
pero todavía queda,
me lo dijeron
los ojos de Gala
regados con la lluvia
de invierno.
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