muy especial,
como un mes de agosto regalado
con todas sus licencias
y todo lo que faltaba
por llover.
Volver a jugar
con normas infantiles
sin miedo a las represalias,
sin ritmos frenéticos
ni conciliaciones imposibles.
Había cole,
pero podíamos decidir no ir;
necesitaba su siesta,
pero a lo mejor no se la echaba;
ver a gente
que en otras circunstancias
te habría costado mucho ver.
Eso ha sido marzo,
con su bajada de temperatura
correspondiente
y parques encharcados.
Te llevo,
te recojo
y si quieres los viernes
no te quedas a comedor
para que el finde
sea más largo.
O si por alguna
causalidad bonita
te levantaras tarde,
haríamos pellas
para jugar a construir un salón,
pintar su techo
y hacer de ello
una película de Pixar.
Cada día nuevo de marzo
los espectros mediáticos
lanzaban una noticia
para que el resto
nos batiéramos en duelo
por una posición o la otra.
Una sensación asfixiante
en la que se espera de ti
que opines y discutas,
y cuanto mayor agresividad mejor.
Algunos ejemplos son
la invasión de Rusia a Ucrania,
las tarifas eléctricas,
el precio de los carburantes,
las reivindicaciones de l@s transportistas,
la traición al Sáhara,
el desabastecimiento de los mercados,
la actitud de Will Smith,
los contratos ilegales de Ayuso,
los 20.000 millones
del ministerio de igualdad,
que si paga o no paga
Espinosa de los Monteros,
la subida del IPC y la infracción,
la filosofía,
mascarillas o no mascarillas
en interiores...
Y así todo,
así con todo.
Por eso,
tengamos o no
una opinión clara
de todos estos temas,
este marzo,
nos lo ha sudado el planeta,
porque todo lo que necesitamos
estaba dentro de casa,
en un espacio de escasos
50 metros cuadrados
con cosas materiales
estropeadas y sucias
y 6 seres vivos
que se nutren del aire,
de pienso,
de dos tetas
y de cenas poco elaboradas.
Porque resulta insoportable
convivir con todos
estos elementos de los
que no tienes control alguno.
Claro que nos afectan,
claro que sufrimos las consecuencias,
pero la deriva de sus cambios
no permite acceso
al ciudadano medio.
Por eso este mes de marzo
hemos batido récord de cuentos
y horas sin sueño.
Somos capaces de portear
a octogenarias
que se mueren por ver
a sus bizniet@s
y hasta nos hemos
comprado un coche
para que a nadie le falte su plaza.
Hoy mi hijo me llamó
a las 07.14
y me dijo que
papá es su amigo.
No hay acontecimiento
en el mundo
capaz de eclipsar
el abrazo araña
que me da por la mañana,
aunque todo se vaya a la mierda,
aunque marzo se esté acabado,
aunque ya quede menos
tiempo para el verano,
aunque me haya recortado la barba.
Aviso que en abril
llegaré a los 1000 textos
y eso sí
que tenemos que celebrarlo.