solo existe uno.
Fue en 2018
y mi vida
ha pegado un respingo
de 180 grados.
Ha pasado de todo,
tanto bueno como malo.
Mantengo más o menos
a las mismas personas.
Unas pocas se fueron
para no volver,
han entrado otras
para quedarse.
Respecto a las que se fueron,
agradecimiento y memoria;
en relación a las que han venido,
acogida y refugio;
y las que se han mantenido,
fidelidad, compromiso y cuidados.
Cinco años de aquel día
lluvioso que me enamoró
hasta las trancas.
Nadie le dijo al Sol
que saliera,
pero lo hizo
para que la luz
de las fotografías
tuvieran otros matices.
También fue la última vez
que pasé por una peluquería.
Me casé en vaqueros,
tirantes y pajaritas,
esto ya lo he contado
en varias ocasiones,
pero en un sentido estético
y antiprotocilario,
no viene mal recordarlo.
Llevaba mis pendientes,
mi barba arreglada
y un desgarro felino.
Y estuvieron
pues quienes tenían
que estar,
ni más ni menos.
Un guiño a mis 42 heroínas.
En retrospectiva,
me doy cuenta
que lo más importante
es el inmediato presente,
pero que dicho presente,
cuando pasa un segundo,
ya pasa a ser pasado,
por lo que lo mejor siempre
estará en los distintos presentes
que asumamos en el futuro.
Así que un guiño para el futuro.
Por tanto,
no fue aquel 3 de marzo,
sino que son l@s dos hij@s
que tengo ahora,
no sé si me explico.
El 3 de marzo de 2018
fue el cruce del umbral
de una puerta
que yo creía inmejorable,
hasta que llegaron ell@s
y me desmontaron entero,
a partir de lo cual,
mi futuro queda
totalmente determinado
en expectativas, intenciones y prioridades.
Siempre habrá lugar
para la sorpresa, el descubrimiento
y el ensayo,
pero mi columna vertebral,
irrompible,
está configurada de tal manera
que ya solo podrá ser matizable,
en ningún caso sustituida.
Me flipa sacar ramificaciones
de mi árbol temático.
Llegar a lugares
que nada tienen
que ver con el título,
porque de eso se trata
cuando uno toma la decisión política
de expresarse,
de fluir, de seguir avanzando,
de resultar mínimamente
revolucionaria
en detrimento de todo
el estancamiento diario.
Y los 3 de marzo
son de mis mejores armas simbólicas.
Allí ocurrieron tantas cosas,
hubo tantos prismas
desde ángulos inverosímiles
que, año a año,
mi tarea consiste
en relatarlo todo
para que quede reflejado
con la fuerza de un epitafio.
Desde el tradicionalismo
de las cosas,
por ejemplo,
dormimos en casas distintas
y nos encontramos
al día siguiente
en la plaza del barrio
a través de tu camino de bajada
y de mi camino de subida.
Me levanté el primero,
acosté al penúltimo
y me volví a levantar el primero.
Por aquel entonces,
fui el campeón
en pasármelo bien,
nadie sabía hacerlo mejor que yo.
Siempre acompañado, eso sí,
excepto cuando tenía que escribir.
Me dirigí al evento
de la mano de mi madre
y con mi padre y mi hermano
de escoltas.
Aquella mañana
creía que me cagaba encima,
no por el hecho de ser
una de las coprotagonistas,
sino por desear que el guión
que escribí meses atrás,
no fallase en nada.
Y nada falló
excepto mi voz,
dando el sí quiero
y unos puñados de homenajes necesarios
con una afonía
que me reventaba la garganta
con cada trago que daba.
Todo el mundo se acuerda
del 3 de marzo
como un acontecimiento colectivo
y comunitario
de sonrisas y lágrimas.
No fueron los besos
que nos dimos,
sino cómo y con quiénes
nos los dimos.
A nosotras nos casó
un comunista convencido,
y en la ceremonia
solo participaron
brujas y antifascistas
al calor de la hoguera,
la arena fina de playa
y una canción a capela.
Si tuviera que celebrar la vida,
empezaría por ese día,
y si tuviera que reescribir las historia,
le reescribiría del mismo modo
en que ocurrió,
sin quitar ni una coma
ni ningún momento de extenuación.
El 3 de marzo es una forma
de entender la vida
y aquel día
nosotras estuvimos a la altura.
El tiempo no vuela,
el tiempo es para nosotras.
¡Larga vida a los 3 de marzo!
Y desde entonces soy,
porque tú eres.
Y desde entonces eres,
soy y somos.
Y desde entonces serás,
seré, seremos.
No lo dije yo,
lo dijo el chileno consecuente.
_A Noe_
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