viernes, 31 de marzo de 2023

Del sofá a la cama en volandas

No he vuelto al sofá,
sigo en la cama
y a mucha honra,
pero el verano se acerca,
veremos...

Tal y como me hacían de pequeño,
cojo ahora a mi hijo
en volandas
y le llevo del sofá a la cama
completamente dormido,
con una respiración profunda
y la baba cayendo
por su margen izquierda
de la cara.
Sigue sin pesarme nada,
como una hoja al viento
o como el peso de la tinta
en un papel.
Tener grabado cada milímetro
de su cuerpo,
me permite anticipar
las operaciones matemáticas
necesarias
como para que la acción
del recogimiento
no me suponga apenas esfuerzos.

Previamente preparo su cama,
echando el edredón hacia atrás,
los cojines al suelo
y el gato al mueble.
Meto mi brazo
por debajo de la almohada
como si fuera una excavadora precisa,
para amoldar mi extremidad
a su cuello
y que la sensación de vacío
siga permanecieneo ausente.
Con el izquierdo,
le abrazo la cadera
con la fuerza suficiente
como para saber
que jamás le soltaré
en el borde del precipicio.
Sus piernas de cuello de jirafa,
vuelan rígidas sin soporte
como cuando aprietas
la parte del pincho del compás.
Hasta que le poso en la cama
con la inercia de una caída
agradable y planificada,
haciendo mis brazos de palanca
y mi pecho de fuerza centrípeta.
Luego le arropo
hasta las omóplatos,
le retiro el flequillo de la cara
y le beso en la frente
con la actitud más paternalista
que tengo.
Un 'buenas noches hijo,
te quiero muchísimo',
dejar abiertas algunas rendijas
de la persiana
para que tenga algo de luz
por si se despierta
y cerrar la puerta al salir
para que no entre el gato
a ronronearle en sueños.

Todo eso implica el viaje
en volandas del sofá a la cama,
con la consecuencia directa
de perderse el cuento
y el ritual de frases,
la manera en que rezamos
en esta casa.
Creo recordar que yo no vi
tanta tele como ve mi hijo
a su edad,
es algo con lo que estamos luchando.
No es grave pero sí importante.
Se autorregula bastante bien
porque las ganas de jugar le pueden.
Pero el momento de relajarse
en el sofá después de cenar
le gusta mucho.
Y es más cómodo para nosotras
aunque no sea lo más deseable
porque se duerme solo
mientras seguimos avanzando
en las tareas.
Pero nos perdemos cosas transcendentales
como llevarle en posición
de murciélago al baño
para lavarse los dientes;
la elección libre de cuentos
que contarnos
para conciliar el sueño
pensando en aquellos
personajes fantásticos;
la de darnos besos y abrazos
conscientes y recíprocos
deseándonos las buenas noches;
la de encontrarnos en medio
de ese momento donde
la respiración cambia
como señal de que se ha dormido;
la de contarnos nuestro día
a oscuras decidiendo
qué y cómo contarlo.

Como casi siempre,
todo tiene sus pros y sus contras
y tenemos que aprender
a lidiar con ello;
sacándole el máximo rédito
a cada oportunidad que nos brinde
la apertura y la transparencia
de las cosas bien hechas.
La de pedirse perdón,
si hace falta,
para dejar la cuenta a cero
y prepararse inminentemente
para la siguiente equivocación.
La de ponerse el pijama,
si es que no ha dado tiempo antes,
para sentir el tacto que te mereces.
La de preparar alguna cosa
del día siguiente
si es que te llegan las fuerzas
para intentar allanar el madrugón.
Y la de compartir,
ahora sí y a solas,
una conversación adulta
que siempre se acaba 
llenando de infancia.

Mientras,
la otra,
en su cuna,
sin connotación de
lejanía y extrañeza,
yace en sueños
a su ritmo,
con su postura
y su estilo
de abarcar una cuna con barrotes
que no es capaz de aglutinar
todos sus descubrimientos.
Esperando su turno,
dentro de un tiempo,
hasta que también sea ella
la transportada en volandas.
Y vuelta a empezar.

martes, 28 de marzo de 2023

La reina de los autobuses

Ya es primavera
y se nota en las ventanas abiertas
de los autobuses.
También en las chaquetas
desabrochadas de las más valientes
y en algún que otro ombligo
descubierto
que sale de su hibernación.

Tres autobuses diarios
de ida y vuelta 
desde octubre del 22
al comenzar la escuela.
Y claro, en este tiempo
las caras se vuelven conocidas,
como conocido es el crecimiento
y la evolución de Gala entre 
asientos reservados
de color verde 
y espacios para vehículos
no motorizados
y alguno que otros que sí.

Ella va siempre tan simpática
y disponible,
con su lazo en la derecha
para imprimir fuerza
por la izquierda,
levantando su mano
y haciéndola bailar
y mirando con honestidad
a personas que a lo mejor
no se lo merecen,
pero eso nunca lo sabremos.
Busca desesperadamente
un feedback entre los madrugones
de la clase obrera,
todavía no sabe
que la gente no suele
ser feliz a esas horas.
Incluso así lo intenta
y no son pocas las veces
que lo consigue.
Correspondida con una
tierna mirada,
una palabra amable,
un contacto delicado
con una mano extraña.

Es verdad que no tengo carné
y que llevan muchos años
reprochándomelo,
pero también es verdad
que nunca me he quejado
ni me he acomodado
a no llegar a un sitio
por el hecho de no conducir.
Tengo tres años para demostrarlo,
para demostrárselo 
sobre todo a ella.
Nunca dejé de explorar
por la lejanía del destino
o por la complejidad
de su itinerario.
Me armé de libros, cuadernos
y cualquier objeto con tinta
que me permitiese
relatar a aquella persona anónima,
aquella imagen inspiradora
o aquella idea inesperada.

El primero de los autobuses
que cogemos
suele ser el que va más lleno.
Hay veces que tenemos que dejar
pasar varios
para encontrar el hueco reservado.
No pasa nada
porque siempre vamos
con el suficiente tiempo,
pero me jode un poco
que la gente,
no por mala educación,
sino por ignorancia o inconsciencia,
no nos ceda el paso
o no sea copaz de anticipar
que si pasara con el carro primero,
luego no tendría que molestarles
o arrollarles los pies.

Como digo,
el primer autobús
es el del barrio;
una línea que hace tiempo
comunicó el vecindario
con el centro en pocos minutos.
Una especie de tren
de alta velocidad
como el que necesitaría
Extremadura.
Es en el que Gala suele desayunar
cuando me agacho de cunclillas
apoyando la mochila en el suelo.
Ella es capaz de interpretar
cada situación.
Me señala el neceser
que oculta los alimentos
para recibirlos
con sorpresa y satisfacción.
Que si un poco de pavo,
de mandarina, fresa o plátano
en cachitos,
pan con aceite y tomate
o alguna galleta 
que nos permite
salir del paso.
Últimamente hemos añadido
el queso y los yogures.

En él podemos coincidir
con Valentín,
el vecino paseador de perros,
con aquella vecina que me dejó
de saludar y todavía
no he descubierto el motivo
pero que me lo tomo a juego
porque sé que la pone
nerviosa tenerme cerca,
con la madre tímida y religiosa,
con las 5 mujeres que no paran
de hablar dirección al Marañón,
con abuelitos que siempre
tienen alguna cita, 
con el papá de Thiago,
aquel venezolano tan educado
que siempre pregunta
por nuestra familia,
con el señor invidente
que guía sus pasos
por el ruido de los coches
porque el último semáforo
al que se enfrenta
no tiene señales acústicas
y con much@s más.

Una vez llegamos a O'Donnell,
suelo reclinarle el carro
porque suele levantarse a las 06.00
y porque suele necesitar dormirse.
Pero cuando eso no ocurre,
esperamos el segundo autobús
con la señora del pelo amarillo
que siempre nos cede el paso
porque le gusta intercambiar
alguna sonrisa con la niña.
Es entonces cuando
incumplo la norma,
movilizo el carro
y cojo a Gala para elegir un asiento.
Un asiento que parecería
el de una montaña rusa,
siempre dispuesto para los baches,
los frenazos sin empatía
y todo lo que pueda servir
como agarre.

En el 156
también suele estar
el hombre que por edad
podría estar jubilado,
Miguel,
pero que ha preferido esperar
a que su mujer también
lo esté.
Y lo entiendo;
afrontar una soledad repentina
y diaria de ocho horas
no debe ser fácil.
Ese mismo hombre
que tiene familia en Mallorca
y se conmueve
por mi bandera republicana
y mi parche de las Brigadas
soñando con nostalgia
en tiempos mejores.

Antes del siguiente transbordo,
solemos encontrarnos
con Abril, Olivia y su madre
que no sé cómo se llama,
pero hoy mismo se lo pregunto.
Una familia adorable
que se alegra cuando ve que Gala
está despierta
y la pueden regalar
algún papelito
que se han encontrado 
por la calle.
Ellas también vienen
de lejos porque antes
cogen un autobús verde,
y los lunes suelen contarnos
sus planes de fin de semana.

Bajamos del penúltimo bus,
el cuál, no suele
situarse cerca y en paralelo
de la acera para facilitar
el acceso
y nos dirigimos a por el último
de ellos,
quizás el más impersonal de todos
porque podemos elegir
entre 6 opciones
que nos suba
la calle Avenida Ciudad de Barcelona.
Allí nos juntamos
con mucha adolescencia
que va a lo suyo,
con algún que otro carrito
y con gente elegantemente vestida.
Porque según avanzamos
por los barrios,
también vemos
la evolución de la clase social
por mucho que utilicen
el autobús público.

Depende el bus que cojamos,
en una o dos paradas
llegamos a nuestro destino
y Gala,
despierta o dormida,
ha cumplido con su itinerario
adecuadamente,
con paciencia
pese a solo tener un año,
con buen ánimo
pese a las horas intempestivas,
con solidaridad
pese al mar de gente
donde es infeliz cualquiera.
Empieza su jornada de casi
ocho horas
donde suelo advertir,
incrédulo,
que tenga que soportar
una jornada laboral
igual que la mía.
Incluso así,
he de conformarme
por poder llevarla y recogerla
y por saber que está
en la mejor escuela.

Como veis,
lectoras,
tenemos mucho más transporte
que cualquiera de vosotras,
y eso no nos hace mejores,
pero sí que nos sitúa
mejor en el mundo
para descubrir
todo lo que nos ofrece el entorno.
Tú, a solas con tu coche
y una emisora de radio
equidistantes,
sumida en tus pensamientos prófugos
e intentando practicar
en el espejo del coche
tu mejor sonrisa.

Efectivamente,
cada una como puede
y con sus posibilidades,
pero mi hija,
mi hija es la reina de los autobuses,
una reina sin corona ni collares,
con una braga que le tape el cuello,
un abrigo heredado
y restos de comida por todas partes.
Cuando por el motivo que sea,
ella se queda en casa,
puedo escuchar música,
leer o escribir en el trayecto,
pero siempreanhelaré
la presencia de una de mis
mejores referentes.
Podré hacer el camino
de ida y vuelta más deprisa,
pero con un poco menos de sonrisa,
porque la sonrisa
también es cuantificable,
eso me lo enseñó ella.

lunes, 27 de marzo de 2023

La balada de San Saturio

Dejamos plantado a Madrid
para irnos a celebrar el cumple
a los Campos de Castilla
de Machado, Soria.
El Día del Padre,
lo utilizamos para atajar
los preparativos,
tenemos claras nuestras preferencias.
Cuatro días y un cambio
de turno después,
partíamos medio voladas
con la ilusión desbordada
del bolsillo del macuto.
Comentamos la jugada
mientras l@s cachorr@s dormían,
recogiendo humildes
todos los acontecimientos
de la semana
y repasando la lista de enseres.
Esta vez solo se nos
olvidó el café.

Botella y media de pis más tarde,
atravesamos Soria por el centro
porque lo de las circunvalaciones
son cosas del futuro
y preferimos seguir siendo
transversales.
El apartamento, en la Calle Postas,
a medio camino del río
y a medio camino del Casco.
Nuestro reencuentro
con el Palacio de la Audiencia
donde nos hicimos esa foto
con Mario Carnero,
para nada un personaje ilustre
de la ciudad,
y donde volvimos a saludar
a Leonor Izquierdo
tras una decena de años,
en pijama,
rompiendo con el contraste
románico del centro.
El Olmo centenario,
el poema a la enfermedad,
la tumba del cementerio.

La ciudad amable
donde estuvo 5 años el Profesor
y ahora fueron l@s cachorr@s
l@s que se metieron
en el instituto al que da nombre
y donde impartió clase,
para saborear un poquito
de la Generación del 98.
Aquella noche,
sopló las velas
en una tarta de manzana,
con el 36 a la espalda
y una cuna de viaje
por la que han pasado 
varias generaciones.
Bebés anónimos que,
quién sabe
si son o serán poetas ilustres
que también pasaron o pasarán por Soria.

Para no cambiar rutinas,
a las 06.00 arriba,
no hay tiempo que perder
en nuestro paseo monumental.
Aquí ya camina todo el mundo,
por lo que el proceso
coge velocidad y algo más de diversión.
El dinosaurio,
los torreznos,
la camiseta del Numancia a 60 pavos y
el mapa que dibujamos con rotuladores.
De abajo a arriba
el Parque de la Alameda,
donde el mayor
ya intuye las letras gigantes.
Y de arriba a abajo,
para llegar la Museo Numantino,
un recorrido arqueológico,
rápido y gratuito
porque de esto,
no es que entendamos mucho.

Aparece la tos,
los dolores de garganta y barriga,
y la fiebre, la maldita fiebre
que me revuelve todo el cuerpo.
Aperitivo en el Círculo de la Amistad
del que no somos socias
pero sí militantes,
así que no tenemos derecho
a los sofás de cuero
pero podemos verlos
a través de la cristalera.
Un lugar de encuentro, cultura y poesía.
Subimos en ascensor
a la Casa de los Poetas
para seguir engordando la memoria
y la democracia.
Gerardo Diego,
de la Generación del 27
desde fuera,
mientras tomaba un café
nos lo dijo.
Él murió
y nació ella,
en el ochenta y siete.

Había que coger fuerzas
para el río.
Fue el viaje en el
que el objetivo se me desenfocó,
en el que no supimos
cogerle el truco
a la cámara instantánea,
en el que utilizamos
los mierdas de píxeles de
nuestros móviles
aplazando la calidad audiovisual
para otros menesteres.
Así que bajamos 
la Calle Postas y Cruzamos
por el Puente Medieval;
a mano izquierda
el Monasterio de San Juan de Duero,
Bécquer y un gato negro,
ambas esculturas.
Les hizo mucha gracia
y led contamos algunos secretos
que todavía nos faltaban por contar.
La arconada del Siglo XII,
el seguraya que nos regañó
por tirar piedras
y el muro de piedra
que saltaron de la mano
sin pensárselo dos veces.

Nos esperaba el Paseo de San Saturio,
el de l@s enamorad@s,
del mismo que se enamoraron
mamá y papá años atrás.
Con su pasarela de madera,
los juncos de la orilla,
los árboles caídos
formando isletas,
el agua amarillenta
de las embestidas del sol
y el piar de los pájaros escondidos.
La de veces que te cogimos
en brazos,
no por los kilómetros,
sino por la puta fiebre.
Pero llegamos a la ermita
construida en la mismísima cueva
y nos adentramos sin carro 
para dejar su primera reseña
en un libro de visitas.

Volvemos a cruzar un puente,
esta vez metálico y con candados,
para emprender el camino de regreso
entre parques de hierba,
tirolinas, rocódromos 
y monstruos marinos.
Las hazañas infantiles lo son,
precisamente,
porque siempre tienen
la suficiente importancia
como para ser reconocidas
abiertamente.
Es verdad
que cada un@
a su ritmo
y con sus procesos,
pero el relato, la descripción
y la posterior celebración
siempre presentes, Comandantes.

Llegamos al pisito 
de la Calle Postas
para no darnos el baño colectivo
que nos prometimos.
Que si persecuciones por allí,
que sí esconderse debajo
de la cama por allá,
que sí mamá y papá recogiendo
y organizando como pueden...
...mientras se desarrolla la convivencia
compleja y ociosa al mismo tiempo
a la que estamos acostumbradas.
Tanta tralla y tanto tute
tienen sus consecuencias:
fiebres altas, legañas en los ojos,
toses que duelen,
estreñimientos varios,
mamá experta en adaptarse
y papá experto en preocuparse.
Te debemos un montón Soria,
pero ya te hemos regalado 
a nuestr@s hij@s,
en paz y hasta la próxima.

De vuelta al Madrid
de mis mil odios
y mis 500 amores,
renunciamos al pueblo de Almazán
y la baza de Sigüenza nos salió rana,
pero había que intentarlo,
aunque fuera por el pincho de tortilla.
Otro viaje para la colección
de los viajes con los que
no contábamos,
precisamente
porque nos dimos el permiso
de dejarnos sorprender.
Ya llegará,
pero ahora no me imagino
ningún viaje si no es
con todas las integrantes a cuestas,
porque tenemos mucho que contaros,
porque tenéis mucho que enseñarnos,
demasiado, todavia,
como para que nadie piense
en emanciparse.
Sé que esto es pasajero,
pero en lo que dure el trayecto,
pienso proporcionaros
lo más bello,
aquellos recuerdos perennes
que aunque se difuminen,
nunca dejarán de existir.

Ojalá encontréis a una
o varias personas
una décima parte
de lo que implica vuestra madre,
tendríais la vida hecha.
Gracias Soria,
gracias familia,
gracias viajes.


viernes, 24 de marzo de 2023

Fuera de Madrid también se cumplen años

Todo se ha organizado
para que el soplado de velas
esté en el epicentro.
Porque hacía mucho tiempo
que no se compilaban
tantos detalles juntos,
en asamblea y a la hoguera
de todo lo deseable.
No es el dinero,
son las ganas, las intenciones
y la necesidad imperiosa
de seguir demostrándote
lo que te quiero;
no porque no lo sepas
o porque no lo sientas,
sino por justicia
de todo lo que tiene
que ser celebrado,
en este caso,
la vida, el amor y el crecimiento.

Llevo nueve años con este,
escribiéndote en el día
de tu aniversario
aunque sepa que el de los 30
jamás podrá ser superado.
Esto también va de ligas
y de categorías,
y ya toqué techo hace tiempo.
Incluso así,
no desisto, no me canso,
me niego a no defender
lo público y a hacer público
todos tus significados.
Las madres de día
tendrían que estudiarte
como te estudié yo
en la adolescencia,
concentrado y completamente emocionado
por el descubrimiento
de un nuevo mundo,
quizá mi último y único mundo
meritorio de ser explorado
con esa mirada 
que nos conduce 
hacia lo salvaje.
De ahí que Amaral
sea referente,
tirando por la borda
a Colón, Magalles y Elcano.

El caso es que esta vez
soplarás las velas 
lejos de tu ciudad.
Puedo preveer algunas
de las cosas que ocurrirán
poniendo la mano en el fuego,
echándole un pulso al futuro,
embistiendo con las mejores
de mis atacantes
y volver a ganar,
volver a ganar en salud mental,
acertar con los modelos
y fotografiar justo lo que nadie
consigue ver.

En tu maleta llevarás
camisetas que no sabías
que existían,
música en el coche
que nunca ha sonado,
un objetivo retro y nuevo
al mismo tiempo,
pese a la contradicción,
para la colección,
y eventos en directos
tanto a solas
como acompañadas.
Por eso precisamos
cambiar el turno,
para hacer las mismas horas
entrando antes y saliendo
también antes.
Porque tenemos prisa por vernos,
porque jamás hemos llegado tarde,
porque no nos aguantamos las ganas
y porque lo haremos
con nuestr@s cachorr@s al lado,
que aunque desconozcan
todas las implicaciones
que de aquí subyacen,
son expertas en absorberlo
todo con pajita
y sin apenas respirar.

Haremos el camino
a la ermita,
en blanco y negro
junto al río,
con árboles primaverales
y pájaros migrantes.
Les contaremos
a nuestr@s más pequeñ@s 
cada año juntas,
cada viaje bien planificado,
cada sorpresa con que nos topamos.
Así celebraremos
tus treinta y seis años,
con la posibilidad abierta
de pararnos y mirar hacia atrás
para recordar
cómo dimos los mismos pasos,
ahora acompañadas,
con similares actitudes
y sueños entre latitudes.

Porque Madrid
y su egocentrismo
no lo son todo;
contamos en nuestro haber
con ciudades pequeñas,
pueblos mágicos
y paisajes inhóspitos.
Ahí es donde realmente
nos reencontramos.
Te acuerdas cuándo nos decíamos
¿quedamos en sueños?
Pues lo hemos conseguido.
La autorealización
de superar los miedos de antaño
y comprobar que la vida sigue
aunque en la ESO te dijeran
que no ibas a llegar
a ningún sitio.
¿En qué sitio pensabas,
monja del infierno?
me pregunto.

Todavía me acuerdo
del frío gélido
de los 30 años,
también en marzo
y también celebrando
la narración oral
de lo que no se había contado.
Otros tiempos,
cuando gobernaba gente decente
aunque siempre insuficiente.
Pero sigues soplando velas
y cumpliendo sueños;
lo de abrir regalos
para cuando se puede,
eso no es lo importante.
Lo importante han sido
las dos veces 
que has abierto
todo tu cuerpo y todo tu gesto
para traer al mundo
a nuestr@s dos hij@s.

Si no he visto mujer como tú,
tampoco he visto madre como tú,
ni siquiera la mía.
Quizá no te lo digo
todo lo que debiera,
pero tampoco se me olvida
decírtelo de vez en cuando.
Te quiero.
Te quiero con todas sus letras,
implicaciones y significados.
Te quiero en Soria
y te quiero de noche.
Te quiero cuando te miro
porque cuando te veo
te quiero más.
Te quiero al hablarte
pero te quiero más
al pensarte.
Te quiero en vida
y te querré después
de las muertes,
por encima de cualquier
ley sagrada que se interponga.
Te quiero a través
de nuestr@s hij@s
y como cada texto que escribo,
porque aunque no vaya de ti la cosa,
siempre hay algo de ti
que transciende.
Pero eso no lo sabe nadie
más que tú,
que eres la destinataria
de mis inspiraciones,
mis complicaciones
y mis embestidas
a través de palabras
que solo conoces tú.
Si hay alguien que ha coleccionado
mensajes, detalles, matices,
metáforas y analogías,
eres tú.
Guárdalas a buen recaudo
es lo máximo que puedo ofrecerte.

Este cumple
será comunero,
a solas y lejos
de la indecencia;
sin presiones ni compromisos,
sin tesoros ni alijos.
Solo con tu familia
y sin contaminación lumínica,
con la única luz
de las velas
que llevamos en la maleta,
para desearte y contarte
que somos porque tú eres
y por eso seremos.

_A tus 36_

jueves, 23 de marzo de 2023

De un cuentista a un cuentero

No me malinterpretéis,
no utilizo la palabra cuentista
en un sentido peyorativo,
sino como una denominación
de quien narra o utiliza la narración
para contar un cuento o historia.
Nunca se me dio bien
inventar historias ni contarlas,
ahora bien,
contar un cuento te lo cuento
como quien lleva cosiendo toda la vida
o como quien sabe cocinar
para cien personas 
al mismo tiempo.

Pero yo no venía aquí
para engordar mi ego,
sino para hablaros de él,
otra vez,
una vez más,
en su nueva faceta de cuentero
como sinónimo
de mi torpe introducción.
Interesado enormemente
en las letras y su composición,
ha empezado a unirlas
para formas sus primeras sílabas.
De repente, escoge una palabra,
y como si tartamudease,
la descompone en partes
que a él le suenan bien.

Imagino que esto es universal,
que así empezamos tod@s,
y no lo juzgaré por eso
de no resultar un intruso
en una etapa que no me corresponde
a nivel curricular,
pero se me ocurren
formas más bonitas y ociosas
de acercarnos por primera vez
a las palabras.
El caso es que ya se fija
en los carteles de las marquesinas,
en los números de las matrículas,
en la numeración de los portales.
Y en voz alta lanza su primera
e intuitiva conclusión.
Ensaya sin miedo al error
o a ser reprendido.
Lo intenta sin esperar nada a cambio.

Reconoce algunas letras
por el nombre propio de sus amig@s:
'esa es la letra de Carmen'
'con esa letra se escribe la 
de mi amigo Jorge'.
Una cosa es interés
e identificar algo como cercano
y otra cosa es amor por ese algo,
en este caso por las palabras y sus letras.
Tendríais que ver cómo
le acompaña su madre
en esa clase magistral improvisada
surgida de una necesidad primaria
por su parte.
A lo lejos, le dibujo una sonrisa
mientras él la rellena
con los colores del orgullo
y la satisfacción,
no con una actitud monárquica,
sino con una mirada lorquiana.

Al cuentero se le dispone
un mundo nuevo por descubrir,
ansiado de ser preguntado
o referenciado.
Son tantas las preguntas explícitas
que me gustaría saber
si estamos preparadas para las implícitas.
Su madre sí,
estudió para ello
aunque injustamente no ejerza
por no tener el carné de Inglés.
Pero se vuelca en casa,
durante el acompañamiento diario
y desde la crianza consciente.
Tenemos la casa llena de letras
como si de un alfabeto se tratara,
ya le gustarían a los sillones
minúsculos y mayúsculos
de la Real Academia de la Lengua.
Y sin ápice de facherío
en su tapicería desgastada.

En casa, La Mariana,
cada una cuenta a su manera
la forma que escoge de contar las cosas,
para llegar a lugares de confluencia
que arremeten con fuerza
el estímulo de seguir avanzando
con la suficiente independencia
de nuestros deseos.
Papá lo hace con cuentos,
mama lo hace con folios y lienzos,
la hermana con su voz proyectada
y el protagonista de esta historia,
cocina a fuego lento
todos esos ingredientes
para emplatarlos como le corresponde.
Para saber el significado de las cosas,
primero hay que aprender
por qué letra empiezan.
Es sumamente importante
conocer la raíz y el origen
de lo que nos marca el pensamiento
para posteriormente ser expresado.

Y él está en esas,
en manejar los lenguajes
del mundo real,
porque en los del simbólico
es experto de todo 
en lo que yo no conseguí.
Que te atraviesen las distintas lenguas
y lenguajes,
tanto por los morreos
como por el empacho de palabras.
No dudes en preguntar.

miércoles, 22 de marzo de 2023

Para escribir un libro

La gente dice que le da
para escribir un libro,
pero yo creo que no es cierto
o que es una frase hecha.
Ojalá más libros de barrio,
de vecinas extraordinarias,
con historias anónimas
y fantásticas,
aunque fueran sin ánimo de lucro.

Pero para eso se empieza
por escribir, es sus distintas formas,
pero al fin y al cabo escribir.
Y a eso no estamos acostumbradas.
Cuántas abuelas hubieran dado
su brazo por aprender a escribir
para que ahora nos conformemos
solo con hablar.
Hablamos demasiado
y escuchamos poco,
porque el ombligo
siempre pica y huele fuerte.
Pues yo, pues yo y pues yo.
No lo puedo soportar 
aunque se me dé bien disimularlo.

Escribir nos hace más libres.
Nos emancipa de conversaciones
en las que nada tenemos que aportar.
Y lo hace de frente,
con la fuerza impresa
en los movimientos 
de la mano junto al mensaje,
solo de ida, por parte del cerebro.
Escribir también es terapéutico
aunque los de de derechas
también sepan hacerlo.
Es liberador dar rienda
suelta al pensamiento
a través de la grafía
de todas las cosas que sentimos.

No se trata de escribir un libro,
se trata de saber resumir
cómo te ha ido el día.
Describirlo con detalles
grandes y pequeños,
con coherencia y elocuencia,
con estilo y compromiso.
Me sorprendo cuando se sorprende
porque ha leído a alguien
que ha conseguido transmitirle algo.
Me sorprende que no dé el paso
de intentarlo y devolverle 
lo mismo a otra persona.
Toda la puta vida escribiendo
en el colegio
para que salgamos de él
y no invirtamos esfuerzos,
aunque fueran interesados,
en escribir a nuestro favor.
Quizá ahí esté el fallo,
en el método de aprendizaje.

No lo sé,
pero yo no creo que escriba
nunca un libro.
Ahora bien,
te voy a disparar mis dos 
o tres textos por semana
para mostrarte
que también es posible
decirte cosas sin mi voz,
solo con mi escritura
y sus mil caras.
Para sorprenderte,
para quererte,
para criticarte,
para sentenciarte,
en todo caso
para tenernete presente
sin que tengas que escuchar
mi tono y timbres desagradables.

En las contadas ocasiones
que alguien me ha escrito
en los últimos años,
fuera el contenido que fuera,
se me erizaba la sonrisa
y se me abría la piel
mientras desplegaba
el papel con un puñado
de palabras escritas
que casi me aprendería
de memoria posteriormente.
¡Escríbeme!
¡Escribirme!
Lo que sea pero escribe.

viernes, 17 de marzo de 2023

Un par de horas y sin abrigo

Otro jodido martes
disfrazado de lunes.
Menos mal que hemos aprendido
que ya estamos
las suficientes horas
fuera de casa
como para seguir invirtiendo
los minutos extras
en productividad,
en lugar de hacer
el camino de vuelta.
Eso no nos hace peores,
nos hace más justas
con nuestras circunstancias personales,
cada una las suyas,
igual de importantes
las unas y las otras.

Aquel martes
intrusivo del lunes,
vi al cachorro mayor
una hora por la mañana.
Y todo gracias
a sus madrugones
empeñado en levantarse
cuando no asoma
ni un ápice de claridad.
Sí, otro texto sobre
conciliación y crianza,
sobre el amor
y el tipo de acompañamiento,
sobre la culpa, la impotencia
y el sistema.
Si te saturo, cambia de blogger.

Vuelvo doce horas después
con la sensación
de haber hecho
un buen trabajo,
de haberme implicado
lo suficiente,
como para darle mil vueltas
a la gran mayoría.
No pasa nada, es mi elección
y no es reprochable.
Ahora bien,
al girar la llave de la cerradura
surge mi mundo auténtico,
el mismo en el que
he pensado
en varias ocasiones
durante la jornada.
Faltaría más ¿No?
No soy de los que mira el reloj,
pero ya tampoco soy
el que permanecerá
quince minutos de más
por el qué dirán
o por la puta culpa, otra vez.

Suelo procurar,
al salir de casa cada día,
tirar una mochila
llena de culpa y de prejuicios
al contenedor naranja,
porque ni siquiera
tengo la esperanza
de que puedan ser recicladas.
Depojarme de toda miseria
que me haga sentir mediocre
y buscar el equilibrio
entre mis obligaciones laborales
y mis ideas conciliadoras.
Lo dicho, giro la llave
y emerge mi mundo
verdadero
con todas sus novedades,
contando las alegrías y las penas,
los éxitos y las decepciones,
las sorpresas y los desencuentros.
Y me mete una hostia frontal
que recibo
sin atisbos de esquivas,
con la mirada puesta en ell@s
y el gesto tan abierto
como me permite el universo.

Ya habían cenado l@s dos,
ya habían sido acompañad@s
adecuadamente por la tarde
por otras personas
a las que aman
pero que no eran yo.
Incluso así, está bien,
tener una red que te apoye,
un sostén de confianza
en el que poder delegar
y respirar tranquilo,
menos mal,
somos unas privilegiadas.
Muchos besos,
un puñado de abrazos
y preguntas rápidas
que no obtienen respuesta
porque ell@s están
a otra vaina.
Pero el día empezó
muy temprano
y hay que empezar a cerrarlo,
aunque no quieran,
aunque yo verdaderamente
tampoco quiera,
por salud mental para tod@s.

Últimamente es mamá
quién duerme al cachorro
y yo a la cachorra,
pero esr día
pude acompañarle yo.
Le conté el cuento de
'El gigante más elegante',
nos echamos unas risas
y ritual de frases
que solo él y yo manejamos.
Le conté mi día
y él me contó el suyo.
Lo más significativo para él
es que obtuvo el permiso
en el cole,
de salir al patio sin abrigo.
Una especie de victoria
sin resistencias
que para él significó
muchísimo.
Porque está en esas,
en la de no querer 
ponerse nunca el abrigo,
y aunque yo se lo planteo
como una línea roja
que no puede cruzar,
le entiendo,
muerte a los abrigos,
no por el hecho del frío,
sino por ser una capa más
que oculta nuestra autenticidad.

Salí al patio sin abrigo, papá.

Me alegro que pudieras, hijo.
Estoy tan contento como tú.

Inmediatamente se me olvidaron
todas las cosas buenas y malas
que sucedieron ese día
y me quedé navegando
en esa frase
que implicó un suceso
que para Enzo
fue muy llamativo.
Nada más importaba.
Y me volví a reconocer en él
cuando por las mañanas,
pese al frío,
me empeño en salir sin abrigo
porque me molesta.

Supe que no era
una cosa de niñ@s,
sino que iba a ser otro
detalle en el que nos pareceríamos
para siempre,
una actitud que compartiríamos
para siempre
aunque su día y el mío
no estuvieran conectados.
Una forma de coincidir
sin vernos,
de expresar lo mismo
cada uno con su lenguaje,
de encontrarnos
en conceptos, ideas y decisiones
que nos aportan bienestar.

Se durmió enseguida.
Estuve con él
una hora por la mañana
y apenas una hora por la tarde noche,
pero me regaló
un día sin abrigo,
su sonrisa de orgullo
entre la penumbra,
y un tono de voz lleno de dignidad.
Dejé de pensar en los lunes
y en los martes
y en los miércoles...
...para solo volcarme en él,
en él y en todo ese tiempo
que pasan cosas
y no estamos juntos.
Encontré el alivio que necesitaba,
aunque irremediablemente
cuando esto pasa,
el siguiente paso
es desgranarse en pensar y sufrir
por todos los momentos
en los que me equivoco,
en los que le resulto injusto,
feo o desagradable.
Y vuelve la culpa.
Y me acuesto con ella.
Y la rumio durante toda la noche
llena de despertares y legañas.
Hasta que a la mañana siguiente,
cojo esa mochila con fuerza
para bajarla al contenedor naranja
y tirarla con rabia
sabiendo que nadie va a ayudarme,
que no va a ser reciclada.
Y empezamos de nuevo.
Y pase lo que pase,
a partir de ahora,
lo haremos sin abrigo,
los dos,
de la misma manera.



jueves, 16 de marzo de 2023

Para cuándo un día del hombre

¿Para cuándo una mani del hombre?
escuché el otro día
a 8M vencido
mientras le compraba una tarta de queso
a mi compañera y amiga de curro.

Una mani para qué, si no has ido
en tu puta vida a una mani.
¿Una mani para conseguir más impunidad?
¿Una mani para equiparar tus derechos
a quién? ¿a dios? ¿a la luna? 
¿a las leyes físicas?
Madre del amor hermoso.
Quien ose reproducir esa frase
se merece un guantazo
con la mano abierta,
a ver si así consigue
la apertura mental
más allá del medievo.

¿Una mani para que te rasques
los huevos en público
y te lleves tu mano maltratadora
a la napia?
Qué puto asco de hombría
sobrevalorada
por los años de los años,
¡Ímen!
¿De verdad os imagináis
una puta manifestación de hombres?
Rajas de culo asomando,
barrigas desbordantes
y olores nauseabundos
con vítores futbolísticos.
La mayor de las mediocridades,
el machismo,
sacando pecho
para salir a las calles
y ser el fenómeno social
más televisado.
Saldrían del color rojo sangre,
no por el de la regla,
sino por el de las heridas abiertas,
físicas y simbólicas,
con las que conviven las mujeres.

Qué hartazgo y qué locura
la cordura imperante del patriarcado.
Si a mi me duele,
no puedo ni imaginarme
las implicaciones, significados
y matices que tiene 
en las mujeres.
De verdad que es insoportable.
Menos mal que sois
insobornables.
Que nadie os diga
que debéis ser adorables.
El bochorno de que os digan
lo que tenéis que ser, hacer o decir.
Lamentable hasta unos límites
insopechables.
Execrable sin medias tintas.
Perdurable generación
tras generación,
con agravantes de todo
lo que ya se sabe.
No me lo puedo creer.

¿Para cuándo una guillotina para el hombre?
¡Subnormales! A ver si os enteráis
que son ingobernables.


miércoles, 15 de marzo de 2023

Bluey

Descubrimos estos dibujos
australianos,
a la sombra de los Picos de Europa
en medio de una ola de calor
el verano pasado;
igual que descubrimos
Ladybug el verano anterior,
ante la brisa cántabra
y olor a establo.
No todo iban a ser
plataformas streaming,
sino que a través de la antena
de toda la vida,
también encontramos entretenimiento.

Seguramente, el entretenimiento
televisivo
más sano y pedagógico
que podíamos encontrar
si es que esos dos adjetivos
tienen cabida dentro
de la caja que atonta.
No solo descubrimos
un modelo de familia,
sino que nos sentamos juntas,
con cada capítulo de 7 minutos,
para aprender cosas útiles
den la vida cotidiana.
Defiendo con capa y espada
valerosas,
este tipo de ejemplos
donde dar rienda suelta
a la imaginación,
a la simbolización
y al juego intrínseco
de acompañar a l@s cachorr@s.

Cachorr@s más que nunca,
porque escribo
sobre una analogía de familia
compuesta de pastoras alemanas:
Blue, Bingo, Bandit y Chilly.
Jamás pensé que escribiría
sobre unos dibujos,
pero he escrito sobre tantas cosas
que jamás pensé que escribiría...
Un reflejo de la educación en positivo
en el canal Disney, pero no 
solo es eso;
es la visibilización, es la concienciación,
es el de demostrar que otras formas
son posibles.

El capítulo de la tormenta
en el que Bluey hace de presa
con su propio cuerpo,
el de Bingo con su objeto de apego
y su miedo a dormir sola,
el del papa y las dos cachorras
esperando en la calle
a que les den su comida a domicilio,
el de recrear unas comunidad
de vecin@s en si propia casa,
el de pobre bicho de la pared
chin chin,
nadie le llega a querer
chin chin,
ni le hacen cosquillas en los pies
chin chin,
ni le suenan la nariz
chin chin.

Un sentido de la estética maravilloso,
un trabajo exquisito de los detalles,
una música instrumental
que dialoga sin palabras,
y una cotidianidad en sus sucesos
que asusta a quien 
preste un poquito de atención.
Se ha convertido
en los más visto 
de la Mariana.
Si queremos ver algo, ha de ser Bluey
y es una de las mejores referencias
audiovisuales en las que apoyarse.

La simbolización a través
de la imaginación,
las interacciones estrechas
entre los canes,
las cosas que creías
que solo te pasaban a ti
pero les pasan a casi
todo el mundo.
Todo eso nos ha regalado Bluey.
Ojalá más perros
y menos humanos
muchas veces.

lunes, 13 de marzo de 2023

Aceras levantadas

Adoquines levantados
de una acera anónima
en un barrio cualquiera
con vecinas extraordinarias.
Aceras por donde 
transitamos a duras penas
porque las buenas calles
no están hechas para
la clase obrera,
sino que se diseñan
para las élites, los pijos
y los vehículos.

Recorrer una acera
que pareciera
una montaña de piedras,
serpenteando los boquetes
y saltando los salientes.
Armada
con mierdas de perro,
gapos y folletos inmobiliarios.
Todo el mundo contribuye
al caos de lo inaccesible.
Árboles torcidos
en macetas cementadas,
vallas oxidadas
y ruidos insoportables.
De los olores me desprendí
hace tiempo,
en este caso para mi suerte.

Ya no es solo 
por la vecina que sube y baja
con su compra,
sino también por la octogenaria
que se abre paso con su bastón,
o por la persona invidente
y todas las trampas que no ve,
o por quien atraviesa
un paraje hostil
con su silla de ruedas,
o por el bebé en su carro
tirado por su padre
sin amotriguaciones,
ni seguro que cubra los daños.

Solo falta que las alcantarillas
fueran un géiser
que despiden con brutalidad
las aguas fecales
de los altos mandos
del Ayuntamiento.
O que pusieran agentes fronterizos
para pasar de una zona arrasada
a otra zona sin alma.
O que directamente
el espacio de la carretera
se comiera lo poco
que nos queda a l@s transeúntes.
Las aceras también son
un reflejo de la clase social
y no hay serie de ficción
que lo demuestre mejor.

Caminar con impotencia,
odio y resentimiento
porque el paso del tiempo
no sirve para arreglar estas cosas.
Todo lo contrario,
se perpetúa el estatus,
se consolida la condición,
se normaliza el Estado.
Da igual que pongan
más papeleras,
las farolas siguen sin dar luz
mientras que los semáforos
dominan el campo de batalla.
Caminar solo o acompañado,
solo cambia el medio
con el que expresamos
toda la mierda que soportamos,
o bien para los adentros,
o bien en conversaciones vanales
de ascensores que no existen
porque no queda espacio
para la reforma de los edificios.

Aceras levantadas
son uno de los tantos lastres
que arrastran nuestros barrios
como señal inequívoca
de origen, pertenencia y defensa
de la precariedad.
Cuando ya no lo estén,
no habremos ganado
ninguna batalla,
pero estaremos más cerca
de la justicia
y de todas las conquistas
que nos merecemos
como barrio humilde.
Si han de servir para algo,
que sea para levantar
sus adoquines,
y lanzarlos con rabia,
en la dirección que quieras,
cómo cuando incrustas tus pies
en alguna de sus aristas.

miércoles, 8 de marzo de 2023

¡A la mierda!

Todavía les tenemos que hartar
porque parece que
no ha sido suficiente,
así que tendremos
que aprovechar
cualquier rendija,
cualquier hueco y grieta,
cualquier resquicio
e incluso cualquier precipicio
para señalar lo que
nos parece justo.
Qué miedos tienen
los que no se posicionan
por la igualdad de derechos
bajo el manto diverso
de cada condición.
Qué hostias padecen
para no ponerse coloraos.
Qué más hace falta
para que algo cambie.

Esto también se lucha en casa,
en la calle y en las primeras escuelas,
y quien diga lo contrario
se equivoca,
se engaña
y por tanto resulta perjudicial.
El contexto hace demasiado tiempo
que dejó de importar.
Ahora solo buscan justificar
lo injustificable
para no dar un paso hacia adelante,
para no tomar partido
de algo que te dicen
es personal.
¡A la mierda!
diría Labordeta desde la palestra.
A la mierda quien se ponga de lado
y no defienda a su compañera;
a la mierda quien 
guarde silencio
ante los atrocidades
que sufren las mujeres;
a la mierda las mujeres
con discursos de hombres.
¡A la mierda!

Y una mierda para quien tenga dudas,
no porque las tenga,
sino porque las utiliza
para crimininalizarte
y obviar toda tu lucha.
Una mierda también
para quien te diga
que esto no debería ser político,
porque no solo es que debe serlo,
sino que debería ser ideológico,
como una manera natural de entender
la convivencia entre los seres vivos.
Quien no quiera atender
a las desigualdades,
quien no quiera intervenirlas,
quien no desee atajarlas
con todas sus fuerzas,
todavía se encuentra
a medio camino
de lo que ofrece
la realidad de las sociedades.

Que sí, que vale,
es una opción
el no querer verlo,
el no aceptarlo,
el no estar de acuerdo.
Una opción perjudicial
como la del negacionista,
como la del que va en contra,
como la de quien ejerce la violencia
y todas las formas
que se conocen de ejercerla,
desde las más explícita
hasta la más sibilina.
Porque también suma,
porque sigue engordando
al monstruo de nuestras vidas,
porque sigue categorizado
niveles, estatutus, privilegios.

¡A la mierda reaccionarios!
cantaría el grupo vallecano.
La lucha sigue
y el camino está marcado;
será cuestión de años,
quizá de siglos,
pero cada vez somos más,
imparabales,
juntas,
aquelarre.
Combate por la igualdad real
entre mujeres y hombres
en todos los ámbitos existentes,
porque hasta que esto no sea,
no podrán ser realmente.

Plantéalo desde el enfoque
que te dé la gana,
pero tómatelo en serio
porque siguen desapareciendo,
porque siguen sufriendo,
porque siguen siendo ninguneadas
por el hecho de ser mujer.
Feminismo o barbarie.

viernes, 3 de marzo de 2023

Un lustro desde aquel 3 de marzo

Porque desde entonces
solo existe uno.
Fue en 2018
y mi vida
ha pegado un respingo
de 180 grados.
Ha pasado de todo,
tanto bueno como malo.
Mantengo más o menos
a las mismas personas.
Unas pocas se fueron
para no volver,
han entrado otras
para quedarse.
Respecto a las que se fueron,
agradecimiento y memoria;
en relación a las que han venido,
acogida y refugio;
y las que se han mantenido,
fidelidad, compromiso y cuidados.

Cinco años de aquel día
lluvioso que me enamoró
hasta las trancas.
Nadie le dijo al Sol
que saliera,
pero lo hizo
para que la luz 
de las fotografías
tuvieran otros matices.
También fue la última vez
que pasé por una peluquería.
Me casé en vaqueros,
tirantes y pajaritas,
esto ya lo he contado
en varias ocasiones,
pero en un sentido estético
y antiprotocilario,
no viene mal recordarlo.
Llevaba mis pendientes,
mi barba arreglada
y un desgarro felino.
Y estuvieron
pues quienes tenían
que estar,
ni más ni menos.
Un guiño a mis 42 heroínas.

En retrospectiva,
me doy cuenta
que lo más importante
es el inmediato presente,
pero que dicho presente,
cuando pasa un segundo,
ya pasa a ser pasado,
por lo que lo mejor siempre
estará en los distintos presentes
que asumamos en el futuro.
Así que un guiño para el futuro.

Por tanto,
no fue aquel 3 de marzo,
sino que son l@s dos hij@s
que tengo ahora,
no sé si me explico.
El 3 de marzo de 2018
fue el cruce del umbral
de una puerta 
que yo creía inmejorable,
hasta que llegaron ell@s
y me desmontaron entero,
a partir de lo cual,
mi futuro queda 
totalmente determinado
en expectativas, intenciones y prioridades.
Siempre habrá lugar
para la sorpresa, el descubrimiento
y el ensayo,
pero mi columna vertebral,
irrompible,
está configurada de tal manera
que ya solo podrá ser matizable,
en ningún caso sustituida.

Me flipa sacar ramificaciones
de mi árbol temático.
Llegar a lugares
que nada tienen
que ver con el título,
porque de eso se trata
cuando uno toma la decisión política
de expresarse,
de fluir, de seguir avanzando,
de resultar mínimamente
revolucionaria
en detrimento de todo
el estancamiento diario.
Y los 3 de marzo
son de mis mejores armas simbólicas.
Allí ocurrieron tantas cosas,
hubo tantos prismas
desde ángulos inverosímiles
que, año a año,
mi tarea consiste
en relatarlo todo
para que quede reflejado
con la fuerza de un epitafio.

Desde el tradicionalismo
de las cosas,
por ejemplo,
dormimos en casas distintas
y nos encontramos
al día siguiente
en la plaza del barrio
a través de tu camino de bajada
y de mi camino de subida.
Me levanté el primero,
acosté al penúltimo
y me volví a levantar el primero.
Por aquel entonces,
fui el campeón
en pasármelo bien,
nadie sabía hacerlo mejor que yo.
Siempre acompañado, eso sí,
excepto cuando tenía que escribir.

Me dirigí al evento
de la mano de mi madre
y con mi padre y mi hermano
de escoltas.
Aquella mañana
creía que me cagaba encima,
no por el hecho de ser 
una de las coprotagonistas,
sino por desear que el guión
que escribí meses atrás,
no fallase en nada.
Y nada falló
excepto mi voz,
dando el sí quiero
y unos puñados de homenajes necesarios
con una afonía
que me reventaba la garganta
con cada trago que daba.

Todo el mundo se acuerda
del 3 de marzo
como un acontecimiento colectivo
y comunitario
de sonrisas y lágrimas.
No fueron los besos
que nos dimos,
sino cómo y con quiénes
nos los dimos.
A nosotras nos casó
un comunista convencido,
y en la ceremonia
solo participaron
brujas y antifascistas
al calor de la hoguera,
la arena fina de playa
y una canción a capela.
Si tuviera que celebrar la vida,
empezaría por ese día,
y si tuviera que reescribir las historia,
le reescribiría del mismo modo
en que ocurrió,
sin quitar ni una coma
ni ningún momento de extenuación.

El 3 de marzo es una forma
de entender la vida
y aquel día
nosotras estuvimos a la altura.
El tiempo no vuela,
el tiempo es para nosotras.
¡Larga vida a los 3 de marzo!
Y desde entonces soy,
porque tú eres.
Y desde entonces eres,
soy y somos.
Y desde entonces serás,
seré, seremos.
No lo dije yo,
lo dijo el chileno consecuente.

_A Noe_

miércoles, 1 de marzo de 2023

Entera

Pese a verla entera,
ha vuelto a ganar otro machista,
porque un sistema profundamente
machista
ha ejercido su machismo
para seguir haciendo más grande
el patriarcado.
No solo las actitudes
y las leyes,
sino que las interpretaciones
también son machistas.
Poca broma chavales y chavalas.
Hasta que no le vemos
la boca al lobo
o hasta que la manada
no te mete la polla en la boca,
sin consentimiento,
no le vemos la utilidad
a la palabra feminismo,
sin eufemismos ni equidistancias.
Porque claro, a ver
si se va a molestar alguien
mientras ellos,
solo ellos,
matan mujeres
por el hecho de serlo,
o las maltratan,
o utilizan a sus hij@s
para hacerlas daño.
Pero ella sigue entera.
Pues claro, porque es mujer y madre
hijos de puto, y además feminista,
que no os excluye
sino que las iguala.
¿Dónde está la duda?
¿Cuáles son vuestros miedos?
¿Por qué seguís
utilizando vuestra condición
de hombre
para pisotearlas,
discriminarlas,
violarlas y asesinarlas?
No me incluyo
porque verla entera
también es un ejemplo de condición.
Ojalá todas ellas.
Ojalá todas como ellas.
Pero no todas pueden,
o no todas saben
o no todas se han dado cuenta.
Pero yo las sigo viendo enteras,
a cada una de ellas.
Porque lo están,
porque lo son,
porque es de justicia universal.
Pero la Justicia más institucional
es más machista que nadie.
Aunque mientan diciendo
que siempre salen ganando ellas.
¿Ganando el qué?
¿Ganando cómo?
Bajo vuestras normas
rancias de rabos sudados.
¡Qué asco!
Me cago en vuestro puto padre
pese a verla entera.
Porque la habéis matado en vida.
Porque ya no hay vida que valga.
En la crianza,
en la educación,
en la cultura:
FEMINISMO,
con todas sus letras y en mayúsculas.
Porque algunas nos perdemos
en debates que llegan tarde,
pero otras, mientras tanto,
pierden lo que han parido
desde sus adentros
con sangre, sudor y lágrimas.
Entera o en mil añicos,
la fragilidad y vulnerabilidad
a la que se ve sometida
resultaría insoportable
para cualquiera
que portase un pene.
Solo les queda la sororidad
entre ellas
para convencerse del
'yo sí te creo hermana',
del 'sola y borracha'
o del 'lo perdimos todo
incluso el miedo'.

Amiga, entera o desecha,
sepa tu nombre o seas anónima,
sean cuales sean tus condiciones,
cuenta con mi rabia y mis sueños,
con mi lucha y mi grito,
con mi mirada de frente.
Estaremos juntas,
si quieres,
cuando podamos acabar
con ese monstruo.

_El título se lo debo a ella,
el texto se lo debo a todas,
incluso a las que todavía no lo ven_