viernes, 2 de abril de 2021

16 años ilustrados

 Éramos menores
cuando nos conocimos,
pero por entonces
no nos criminalizaban
por el hecho de serlo.

Aquel día
yo tenia diecisiete
y ella dieciocho
recién cumplidos.
Llevábamos menos
de un año
siendo amigas
y así seguimos
después de toda
una vida.

Nos mirábamos de frente
sin imaginar todo
lo que vendría después.
Un susurro a la oreja
y los pelos rizados;
la barba
y el tono político
llegarían más tarde.

El caso es que
elegimos la pizarra
como elemento tradicional
para escribir 
con tizas de colores
y sin apenas borrones
algo que nunca
había sido contado.
Ahora las pizarras
son digitales,
de aquello
solo quedan
la memoria y los besos.

Nos descubrimos
en un contexto
para el que ahora trabajamos,
por eso lo educativo
es personal y sangre.
El campo donde 
desarrollamos nuestras
acciones de acompañamiento
y nuestra intención
de respetar
a todo el que se incluya
en el hogar.
Avioncitos de papel
que se impulsan
de atrás hacia adelante
para que la figura
de la maestra
no esté ni un poquito
por encima
de la infancia.
Las tarimas 
de arriba a abajo
para las iglesias,
somos más 
de asambleas
y vecindarios.
Viajes que se fueron
pegando
como el color a la piel
con el sol.
Encajar el paisaje
como quien amortigua
un golpe inesperado
nos hizo posicionarnos
fuera de los márgenes
del poder;
como aquellas
notas musicales
que se precipitan lejos
de la partitura
como los saltos
para tocar el cielo
durante un concierto.
Primero está
toda la música
y luego está la canción
que no une
con esclavas de plata,
abreviaturas tatuadas
y una pedida de matrimonio
pública y transparente.

Mirarse sin sonreírse
debería estar prohibido,
por eso metemos las manos
en los bolsillos,
para sentir el tacto de la tela
que más tarde sólo será un anhelo.
Sin contrapicados
ni prepotencia,
nos despojamos de todo
lo que arrastrábamos
para ser patente liberada
de todo el que quiera
acercarse 
con buenos propósitos.

Y luego está
el flashback,
aquel que surgió
de adolescentes
y nos marcó 
un camino sin metas
que sólo acabará
con el último aliento,
con el último suspiro,
con el último latido,
con la muerte,
la única capaz
de poner fin
a esta historia.

Una camada 
de cachorras
con diversas inteligencias
hechas a sí mismas
sin semejanzas al prójimo,
sólo la posibilidad
de los cuidados, el amor y los sueños.

Dieciséis años ilustrados
que se conmemoran
en el salón de La Mariana,
la casa que nos dio
independencia,
libertad y personalidad
alejadas de las expectativas
del resto.
Pusimos el foco en dos.
Ahora somos cinco.
Y como dice Estopa:
"Suma y sigue".
Y como dice Dani Martín:
la conocí con "16 añitos".

Mis pamadres
nunca me dieron 
una hermana,
pero la vida
sí que me ha dado.


_A Noe_
(Gracias Joly)

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