Mi nómina a final de mes.
Mi ventilador de techo
en verano.
Mi vaso de agua
cuando desfallezco.
Mi pincho de tortilla
en el bar de barrio.
Mi pastilla de alergia
en primavera.
Mi mirador de Puerto
de montaña.
Mi parque entre
tanto coche.
Mi abrigo cuando
tirito en invierno
(ya no hay inviernos de esos).
Mi escuela pública
y diversa.
Mi cuento favorito
de otoño.
Mi pastilla para dormir.
Mi café recién hecho
al despertar.
Mi fiesta sorpresa.
Mi viaje pendiente.
Mi poema de
transporte público.
Mi camiseta con mensaje.
Mi cigarro que reduce
la ansiedad.
Mi antiflamatorio
antes de salir.
Mi canción y mis sudores.
Mi antifascismo
exacerbarte.
Mi vecina al subir
las escaleras.
Mi memoria anacrónica.
Mi maternidad inalcanzable.
Mi paternidad consciente.
Mi fotografía histórica.
Mi lectura incesante.
Mi artículo enmarcado.
Mis cordones desabrochados.
Mi copa después de cenar.
Mi magia sin trucos.
Mi huella en
la nieve y el mar.
Mi papel higiénico
para sonarme los mocos.
Mi tatuaje hasta
después de la muerte.
Mis zapatillas de colores
cogidas de un contenedor.
Mi instinto primitivo.
Mi izquierda exclusiva.
Mi coche sin arrancar.
Mi hierba sobre
la que reposo.
Mi mascarilla por dentro.
Mi único titular.
Todas esas cosas eres, hijo.
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