que los aparatos afines
se levanten a defender
la existencia
de la normalidad
democrática.
El problema es el
simple hecho
de tener que denunciarlo.
Porque los nazis
también cogen el metro.
Porque las agresiones
son invisibles
en el epicentro
de un mar ingente
de gente.
Porque tus Pamadres
también firmarían
la reforma laboral
mientras te atiborras
a ansiolíticos.
Porque tú también
miras por encima
del hombro
a las personas migrantes.
Porque te consideras
igual de corrupto que ellos
cuando coges
una chincheta
de tu centro de trabajo
para pincharla
en el corcho de tu casa.
¡Iros a tomar por culo!
Las horas extra
que te las pague
la Asociación de Vecinas
del barrio.
Porque Pablo Hasél
canta fatal,
pero no debería
estar en la cárcel.
Porque los rótulos
de la televisiones públicas
te hacen perder el trabajo.
Porque condenan
a una asesora
y a una maestra
y la "pájara pícara"
sale camino
de El Corte Inglés
para sisar cremas.
Porque hay jueces
anticomunistas
que ejercen
con la mano puesta
en la Constitución.
Porque las pelotas de goma
solamente
las utilicen
l@s niñ@s
sin miedo
a perder un ojo.
Porque los fascistas
deberían vivir y morir
en el cementerio.
Porque en las cloacas
no sólo hay ratas.
Porque la ETA
romántica
antifranquista
ya no se puede
incluir en el discurso.
Porque cambiar la fachada
no quiere decir
necesariamente reformas.
Porque el capitalismo sigue
matando personas
aunque ya nadie
se sorprenda.
Porque el Covid
no es mentira,
pero tampoco es el final.
Porque el rey emérito
es legalmente
borracho e infiel,
pero ilegales son
sus transacciones económicas.
Porque todos, todas y todes
somos unes hijes de pute.
Cabrones,
lo que precisamente
nos hace falta
es normalidad democrática,
y gente que denuncie,
por tanto,
la ausencia de ella.
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