- Es como tener un bicho dentro- dice.
Me acoplo
en su
curva perfecta
posando
el oído
en su piel
y espero
sin esperar
nada
a cambio.
Pese a la
contradicción
me mantengo
en silencio,
respetuoso,
melodía
de guitarra.
Y nada
depende
de mi
dependiendo
todo de él
porque su
tamaño de
"regla escolar"
impone más
que una ballena
en mar abierto.
Por eso espero
paciente
a que responda
mis preguntas,
no como imperativo,
sino con un
inmenso cariño.
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