De polvo
de estrellas,
al final,
somos eso,
polvo
sin barrer
deambulando
arbitrariamente
por el aire
que nos empuja.
Vinimos de
más lejos
que el cielo
visible
y hemos tocado
suelo,
porque el techo
nos resulta
inalcanzable.
Motas de polvo
de estrellas
diminutas
e insignificantes
en el contexto
donde se
nos influye,
el que nos
determina.
Pelusa
sin peso
ni fuerza
que se ve
arrastrada
por pulsiones
de la naturaleza.
Origen confuso
el nuestro
no con un final
más certero.
No es adónde
vamos
sino cómo
vamos.
Polvo
que forma
materia
y se alimenta
de emociones
para ser un pelín
más concluyentes.
¡Polvo,
polvo,
polvo!
del que no
me da alergia,
del astral,
del de las
preguntas
sin respuestas,
de la expansión,
del desconocimiento,
de la infinidad
eterna.
No hay nada que pueda abarcar más.
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