De madrugada,
a pocas horas
de la vuelta al cole,
se levantaron
vientos huracanados
mientras el
cielo oscuro
se encendía
sin aviso
con un ruido
atronador.
El advenimiento
de lo que vuelve
a empezar,
de lo que hay
que retomar,
la costumbre
de volverse
a acostumbrar.
En un abrir
y cerrar de ojos
el paisaje cambia
y el contexto también.
Ya tocaba.
La tormenta
llegó a los hogares
colándose
con fuerza
por las ventanas
abiertas.
Un respiro.
Un descanso.
Una oportunidad.
Quitamos la ropa
de la cuerda
conmocionadas
por el brusco
despertar,
cruzamos
alguna palabra,
nos recojemos
con la mirada
y vuelta
al letargo,
separadas,
sabiendo que será
la última noche
que el calor
no nos permita
dormir juntas.
La tormenta perfecta
puso el broche
al final de nuestras
vacaciones.
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