o por desgracia,
según como se mire,
he llorado más
en un veterinario
que en un
entierro humano.
La posibilidad
de acariciar
a un ser vivo
con cuanto
más vello mejor,
me tranquiliza
profundamente.
Los días dorados
están por encima
de las marchas
sin retorno,
eso,
no me lo quita nadie,
eso,
no está pagado.
Da igual la pena
y el sufrimiento
que conlleve,
el acompañamiento
que les proporciono
y el aprendizaje
que me suponen,
justifica
tomar la decisión
de tenerlos
y cuidarlos.
_A mis animales,
estén a mi nombre
o no_
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