ésta vez
en Sierra Oeste
en un pueblo
con nombre
de milicia.
Nos comemos
entre piscinas,
aspersores,
y bañadores,
la carne bien hecha,
los vientres
albergan
nuev@s Maquis.
Nos bebemos
los jugos
que ahorra
la del al lado
para no
deshidratarnos,
el hielo
derretido,
los vasos
medio vacíos,
quizá por eso
bebemos tanto.
Nos jugamos
la tarde
entre risas
y pericias,
roles ocultos,
estrategias
que te conducen
a la victoria,
miedos que
cosechan derrotas.
Saboteadoras
del mundo
y de lo que nos
parece injusto,
la manada,
recientemente
absuelta,
sale a la calle
impune:
pùblicaremos
sus nombres
y sus rostros
para que
no se oculten
sus intenciones.
Todo ello
confluye
en la coincidencia
del día más largo
del año,
en la noche
más corta
del curso.
Con el ocaso
se prende
la hoguera
de las guerreras
para que
"las nietas
de las brujas
que no pudísteis
quemar"
salten sin temor
desprendiendo
sus miradas,
deseando
en silencio.
Censurado
el conjuro
machista
de siglos
pasados,
el brujo urbano
hace arder
el líquido
profano
entre sapos,
limones
y café en grano.
El fuego azulado
nos deja prendadas
cambiando
las miradas
de respiraciones
conmocionadas.
Nos pedimos
entre nosotras
deseos delegados
de una amistad
distinta,
certera,
acompañada.
Y lloramos
ahogando
las palabras,
el abrazo retorna,
estamos salvadas
por la aguja
que se posa
en el fondo
del recipiente
con agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario