y no te
acuerdas
de nada.
Cuando duermes,
sueñas
y despiertas.
Cuando despiertas
y se congela
el tiempo
y la memoria.
Una decena
de segundos
en blanco,
puros,
recién nacidos,
donde generalmente
nada te
hace daño.
Cuánto daríamos
por volver atrás
algunas veces.
Pagaba por
mantener
la inocencia
del despertar.
Ya son cinco
noches expatriado
"de la cama
al sofá"
por méritos propios.
Aquel amanecer,
cuando daban las 6.20 a.m.
volví a mi tierra,
de donde vengo
y quiero morir,
para abrazar
sin remordimientos
a mi mujer,
sus alas
y su curva.
Yo nunca pido nada
pero ésta vez
haré una excepción.
NADA NUNCA MÁS ME HABÍA
MERECIDO LA PENA TANTO ANTES
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