Como cuando
estornudas
y se te
escapa
el alma,
esa que nunca
nadie ha visto.
Como cuando
tienes el corazón
en un puño,
ese mismo
que no sabes
si cabe
dentro
de la mano.
Como cuando
te pitan
los oídos
porque alguien
habla
mal de ti,
esos
que no utilizas
por egocentrismo.
Como cuando
se te ponen
los huevos
de cobarta
como si fueran
los hombres
los que tienen
miedo
o los primeros
y los últimos
que sufren.
Que nos den
por el mismísimo
culo.
Como cuando
te levantas
con el pie izquierdo
o el derecho
y entra en juego
la superstición
de la división
y la diferencia.
Como cuando
se te sale
el corazón
del pecho
por no tener
homologado
el airbag
de las emociones.
Como cuando
tu cerebro
te engaña
y sueñas
con aquello
que deseas
y despiertas
iluso
porque nunca
lo tendrás.
Como cuando
los pezones
se endurecen
saltando
las alarmas
de que algo
no va bien,
de que te afecta.
Como cuando
se eriza la piel
sintiendo
la totalidad
del suceso,
la profundidad
de la ocurrencia.
Como cuando
se te sube
el gemelo
y duele,
duele tanto
como
al volver
a colocar
las cosas
en su sitio.
Como cuando
todas estas cosas
pasan a la vez
y ya no te pasan a ti,
sino a mi,
y me paralizo,
y no sé qué hacer,
y me doy cuenta
que necesito
ayuda.
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