es lo mejor que le podría
pasar a cualquiera
sean cuales sean sus circunstancias.
Estamos más cerca del frío
que nos merecemos
sin quitar los pies
de las hojas
que tapan el suelo.
Van a hacer 6 años
que diciembre pasó
a la historia
y van a hacer 3 años
que el mes de febrero
me sentenció.
Toca pensar en regalos,
hacer balance
y abrazar unos días
de descanso
que cada curso
se tornan más necesarios.
Diciembre son amigas,
encuentros deseables
y calefacciones impagables.
También son heladas
de noche,
planes sorpresa
y café solo caliente.
A un día de diciembre
todavía nos quedan
muchas cosas por cerrar
y seguramente algunas
que no den tiempo nunca.
Las decepciones, cuando llegan,
vienen para quedarse
a vivir impregnadas
en una piel cada vez más seca
y malherida.
Pero cuando ya sea diciembre,
el vaho nos despierta
la sensibilidad
que teníamos oculta.
Todos los meses anteriores
nos han enseñado lentamente,
a veces intensamente,
cómo afrontar el mes
que cierra el año.
Yo suelo aprovechar
para pedir perdón,
desechar lo que me ha hecho daño
y lanzar nuevas propuestas
con el ánimo de seguir mejorando.
Por si acaso, sigo escribiendo
para comprarme
y confrontarme
si hiciera falta
con lo que escribí en el pasado.
Un ejercicio de
memoria histórica
para no perder el rumbo
ni el plano del horizonte.
A un paso de diciembre
mañana ya lo habremos dado,
y seremos las mismas,
pero a lo mejor surgirán
ganas de cambio,
para que al próximo diciembre
se vuelva a repetir el proceso,
y sigamos juntas, pero aún mejores.
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