de adolescentes
en un bachillerato privado
de niñatas y niñatos
incluidas tú y yo,
sin duda más ellos y ellas
porque si no
nunca hubiéramos sido
tú y yo.
Todas esas guerras
por encajar,
por el autoconocimiento,
por la madurez de un etapa
en la que sientes
que nadie espera nada de ti.
Aquellas guerras
por coincidir en el último
vagón del Metro 🚇,
por verse entre tanto abrigo
y mp3 de 28 canciones.
La guerra entre las modalidades
de humanidades y ciencias,
¿pero qué mierda era esa?
Ni un docente grabado
en mi memoria.
Cuatro loc@s a la interperie
de una carnicería
de notas medias
y relaciones sociales.
La primera guerra sexual
de mayo con flauta india
y pijama de verano.
Borracheras, pellas
y falsificaciones
porque era tiempo
de vivir el momento.
En aquellas nuestras guerras
salimos malheridas en todas,
pero no perdimos ni una.
Ni perdón ni olvido para algunas.
Arroparse con ideología
y follarse con inspiración.
No quedó ningún charco sin pisar.
Empapadas de batallas
sin paraguas,
comenzamos a escribir
el relato de la historia
más épica de las habidas
y por haber.
La guerra de los diecisiete
y dieciocho años,
con ropa de los dos mil
y una barba por definir.
Todas sus guerras
mis guerras,
a la sombra de la sierra,
revolucionariamente históricas
enraizadas como la simiente
que germinó hace 20 años.
Todas mis guerras
sus guerras,
emblemáticas y eternamente
compartidas,
habiendo nacido para vencer.
En estas nuestras guerras
no haremos prisioneros.
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