lunes, 11 de noviembre de 2024

Mis manos

Miro mis manos
y descubro que han envejecido.
Yo no me siento
en plena juventud 
aunque mis pasos
sigan siendo cortos, muchos y veloces.
Mis manos,
con heridas, cicatrices y puntos,
me siguen gustando.
He ido aprendiendo a tocar 
suave y con mayor sensibilidad 
y no al revés,
agresivo y distanciado.

Mis manos acompañan,
abrigan y expresan.
Dicen las cosas claras,
directas y con respeto.
Mis manos no tienen
casi fuerza,
pero se compensan 
a sí mismas 
con un estilo genuino 
y una autopercepción sana.
Mis manos fuman,
no conducen 
y son soberanas.
Completamente autónomas 
como para posicionarse
extendidas y abiertas
para indicar 
que el de enfrente 
tiene que parar 🫷

Mis manos pasean,
acogen y refugian 
como este modesto Blog.
Abanican si hace falta
y son de algodón 
al tacto delicado.
Pero también son rudas,
ásperas y deshidratadas 
si llegado el momento,
tuvieran que dar un 
golpe en la mesa.

La asertividad de mis manos,
que descansan sobre
el manto solidario
de toda la diversidad
que existe.
Tiemblan y duelen
jugando al escondite
con la impunidad reinante.
Pulsan botones,
escriben inspiradas
y se cierran excelsas
inundadas de ideología.
Mis manos pasan páginas 📄,
arropan sin cesar 
y se mojan sin miedo al frío.

Las manos que tengo
no sirven para tocar
ningún instrumento musical,
ya me gustaría.
Pero sí que se atreven
a señalar a los intocables,
sí que producen amor
a los que desafortunadamente 
sienten que han perdido algo,
si que hacen las veces 
de motor de cambio,
oportunidad y aprendizaje.

Una especie de suerte sensorial
o de arma blanca sin punta
para hacer de mís días 
y por tanto de los suyos,
un cuento literario
con temática sobre los cuidados
para llegar a un desenlace inolvidable.
Si tuviera que perder algo,
ptefieroy que sea algún pie 
y ninguna de mis manos.

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